+ Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según san Juan
Jn. 18, 33b-37
Pilato replicó: "¿Acaso yo soy judío? Tus compatriotas y los sumos sacerdotes te han puesto en mis manos. ¿Qué es lo que has hecho?" Jesús respondió: "Mi realeza no es de este mundo. Si mi realeza fuera de este mundo, los que están a mi servicio habrían combatido para que yo no fuera entregado a los judíos. Pero mi realeza no es de aquí". Pilato le dijo: "¿Entonces Tú eres rey?" Jesús respondió: "Tú lo dices: Yo soy rey. Para esto he nacido y he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. El que es de la verdad escucha mi voz".
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El once de diciembre de mil novecientos veinticinco el Papa Pío XI promulga la Solemnidad de Cristo Rey en su encíclica Quas primas. En ese momento se celebraba el año jubilar por el XVI centenario del I Concilio de Nicea, concilio que sentó el dogma de la consubstancialidad del Hijo y el Padre y que añadió al símbolo niceno-constantinopolitano (en esos días estaba en formación) la oración "cuius regni non erit finis". Al principio la Solemnidad se celebró el 31 de diciembre de 1925, según consta en la encíclica Quas primas, pero se mandó que se celebre el último domingo de octubre, anterior a la Solemnidad de Todos los santos. Desde 1970 se celebró el último domingo del año; desde el Concilio Vaticano II esta celebración cierra el año litúrgico.
Pío XI dice en su encíclica (la cual recuerda dos veces el pasaje que hoy nos propone la liturgia), que existen calamidades que abruman y afligen al género humano, y en todo el texto pone de manifiesto que es precisamente por no someterse los pueblos y el hombre a la majestad de Cristo que nos vienen los males que atacan incluso a la autoridad como ente. La institución de la Solemnidad, se desprende de la encíclica, es consecuencia de atender la cuestión del laicismo progresivo del mundo. Entonces la fiesta ha de ser un recordatorio para el cristiano: saber que es Cristo quien tiene en sus manos la historia de los pueblos, y que dependemos de Él y todo pertenece a Él, que es Rey. Pío XI recuerda también un aspecto a tener en cuenta sobre la realeza de Cristo, y esto es que Él es Rey en cuanto humano, ya que siendo Dios tiene la misma potestad que el Padre. Lo expresa así (traducción oficial): "en sentido propio y estricto le pertenece a Jesucristo como hombre el título y la potestad de Rey; pues sólo en cuanto hombre se dice de El que recibió del Padre la potestad, el honor y el reino (Dan 7, 13-14)" y el texto que dice "Cristo no sólo debe ser adorado en cuanto Dios por los ángeles y por los hombres, sino que, además, los unos y los otros están sujetos a su imperio y le deben obedecer también en cuanto hombre; de manera que por el solo hecho de la unión hipostática, Cristo tiene potestad sobre todas las criaturas" y que previamente cita a San Cirilo de Alejandría.
En el Evangelio de hoy Cristo dice "Mi realeza no es de este mundo" y en efecto el mundo (que es la humanidad y con mayor extensión el planeta tierra) no es nada en comparación con el Reino de Dios, que es mucho más abarcador que cualquier simple e insignificante comunidad humana: el Reino se extiende hasta poseer el alma y el espíritu humano, las cosas creadas, el universo, en una palabra, la existencia. Cristo no niega su condición regia, pero se sabe por las Escrituras que huyó de los que querían proclamarlo rey, y esto porque la realeza de este mundo sólo es una forma de gobierno humana, no divina, y no tiene el alcance que tiene el Reino de Dios.
En el mismo acto, cuando Pilato le pregunta si Él es rey, Cristo dice "Yo soy rey" y manifiesta que vino al mundo para dar testimonio de la verdad. ¿Qué es Cristo sino la Verdad en persona?, Él es la Verdad y la Vida. No puede mentir, porque se negaría a sí mismo, de manera que no pudo decirle a Pilato otra cosa que la verdad: Él es Rey, pero no como el césar, o como el pésimo rey Herodes que quiso matarlo cuando decreto el exterminio de los Santos inocentes. No, Él es Rey de reyes, es el único que tiene potestad en el cielo y el la tierra, en el universo y en la existencia por encima de todas las cosas, siendo Señor con a condición de hombre y de Dios.
Cristo es Rey y nosotros sus súbditos, pero qué hermoso es ser súbdito de tal rey. Es como ser parte de una familia real que no tiene maldad sino benignidad, que no tiene tinieblas sino luz, que no posee guerras en su corazón, sino la Paz de Cristo. Somos, por Cristo, coherederos del Padre, y también como cristianos tenemos condición regia. La humanidad entera está puesta bajo sus pies, y por lo tanto la Iglesia no es sólo para los cristianos, sino para toda criatura, humana o no humana, para salvación de los justos o perdición de los impíos.
Hoy personalmente celebro mi aniversario de bautismo, confirmación y primera comunión en la Basílica de San Pedro y Santa Cecilia, catedral de Mar del Plata. doy gracias al Rey por haberme llamado de muy niño a su Iglesia. También vivimos los argentinos hoy elección presidencial; pido a Cristo que tome en sus manos la república y nos gobierne Él enviándonos tiempos de paz y justicia, tiempos de compromiso y destierro de la corrupción. Que señale a quien debe gobernar y que le de el don de sabiduría como un día lo pidió un rey hebreo, hoy el pueblo argentino clama al cielo por un líder sabio que sepa escuchar a la ciudadanía soberana y respetar al Gran Rey.