domingo, 25 de diciembre de 2016

Solemnidad de la Natividad del Señor

+Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según San Juan
                                                                       Jn. 1, 1-18

Al principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. Al principio estaba junto a Dios. Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra y sin ella no se hizo nada de todo lo que existe. En ella estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la percibieron. Apareció un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan. Vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. Él no era la luz, sino el testigo de la luz. La Palabra era la luz verdadera que, al venir a este mundo, ilumina a todo hombre. Ella estaba en el mundo, y el mundo fue hecho por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a los suyos, y los suyos no la recibieron. Pero a todos los que la recibieron, a los que creen en su nombre, les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios. Ellos no nacieron de la sangre, ni por obra de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino que fueron engendrados por Dios. Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Y nosotros hemos visto su gloria, la gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad. Juan da testimonio de él, al declarar: “Este es aquel del que yo dije: El que viene después de mí me ha precedido, porque existía antes que yo”. De su plenitud, todos nosotros hemos participado y hemos recibido gracia sobre gracia: porque la ley fue dada por medio de Moisés, pero la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo. Nadie ha visto jamás a Dios; el que lo ha revelado es el Dios Hijo único, que está en el seno del Padre.
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Hoy el Evangelio es el que un día se rezaba al final de la Eucaristía, sí, pero hoy es el primero, porque empezamos ya la octava de Navidad en la Solemnidad del Nacimiento del Señor. Atrasados los líos de todo tipo nos disponemos en espíritu y en acto para vivir un nuevo nacimiento, Cristo, nace y nos hace nuevos. Más allá de los deambulatorios interminables del que reza buscando una respuesta del "ya", más allá de los que esperan con paciencia infinita y bien pueden decirse hijos de Dios, más allá de todo lo que se desarrolla en el tiempo, en el presente, en el pasado, en el futuro, más allá del tiempo, la eternidad se hace carne y habita entre nosotros: no es negar que vivimos muy unidos al suelo que pisamos, es entender que el cielo ha venido hasta nosotros y por lo tanto nuestra vida será inteligente si hacemos análisis profundo, meditado, y quizá contemplado de lo que significa ser hijo hoy. Él, el Hijo de Dios, con letras mayúsculas de excelcitud había dicho ya en otro lugar temporal y de la Escritura que no era de este mundo...¿y nosotros, somos de este mundo?, ¿si?, ¿no?, ¿por qué?..., ¿qué significa ser de este mundo? y...¿qué es "no ser de este mundo"?. Preguntas todas que puede responder todo confirmado que vive la fe.
Mañana tiene su propia aflicción, ayer la tuvo, hoy podrá tenerla. Negar el dolor del hombre no es lícito a los hijos de Dios, sino que debemos santificarlo, que es absolutamente diferente. Lo que enseña el Maestro, eso mismo es lo que debemos transmitir en nuestra vida cotidiana y en nuestra relación con el prójimo: no un palabrerío sin más fin que lograr un fin predeterminado, sino simplemente donar la Palabra de Dios, sólo Él es importante ayer, hoy y siempre. Que las cosas de Dios sean realmente de Dios, es decir, dejemos a Dios hacer su obra en nosotros; mientras tanto, las cosas de los hombres serán y deben ser de los hombres. Dios me lo dio, Dios me lo quitó, Bendito sea Dios por ello. No juguemos a ser dioses, mucho menos hoy, confiemos en ese Niño que está en el pesebre de Belén, confiemos que el no deja solo a los que conoce, porque Él entiende cada corazón, cada trayectoria cristiana, cada sonrisa y cada lágrima, Él sondea el corazón del hombre. ¿Vos podés sondear el corazón del hombre?..., etc. Es simple: hoy no juzguen, ámense los unos a los otros, que tu palabra sea siempre para edificar a tu hermano. Hoy las peleas de todo el año deben da lugar a una nueva vida, el final del viejo tiempo, del viejo vivir se ha sellado con la estrella que brilla muy muy fuerte en Belén de Judea.
No deberé tener, por cierto, el egoísmo que en el día y en un espejo dice "voy a fijarme sólo en mí". No deberé apartar el corazón caasto de la misericordia. Misericordia, sí, misericordia: es saberse amado por Dios y amar al otro en consecuancia. No deberé cronometrar el tiempo del otro, sino que respetaré su tiempo para que de fruto, porque el tiempo Dios lo conoce todo, nosotros solo vemos la fracción que nos ha tocado. el egocentrismo juzga todo y a todos desde los propios valores, desde una mirada sesgada: la propia realidad, y esto incurre en atino hasta en el más experimentado historiador: son las falacias del historiar, así le llaman: no, nodebemos imponer nuestra perspectiva, sino escuchar al otro y servirle, quizá de nosotros se vale Dios como instrumentos para conceder la Paz a los hombres. No, no debemos y no deberemos, solo estamos al servicio del Niño hoy. La suave paciencia de Cristo debe hacer morada en nosotros, pero antes de pronunciar: escuchar. El diálogo nunca debe confundirse con monólogos: ¿estás peleado con tu cuñado?, no des las respuestas a tus mismas preguntas, salí y resolvé los problemas con él, y después volvé a presentar tu ofrenda.
Muchas cosas para decir hoy, todas juntas, todas en mampostería al modo gótico flamenco, como los antiguos muros de contención que fabricaban los constructores de catedrales; nos quedamos con el Bebé, flameando eternamente en el corazón más atento, más preciso, más conciso. Que estamos en el mundo para ser de Dios, y nuestro deber para con el otro es construir en el Evangelio.
Navidad no es un día más, ni es, tampoco, un día menos: es una celebración de gran importancia para el cristiano, por eso lo celebramos, lógicamente. Hoy no se acaba el mundo ni nace ningún otro mundo, hoy mirando a Jesús nos planteamos nuevas metas para seguir, nuevos proyectos de construcción personal e interpersonal. Pero nunca, jamás negando la realidad que vivimos en nuestra familia, en nuestra comunidad, en nuestra historia: las transformaciones sociales no se dan nunca de la noche a la mañana: formar el espíritu y enseñar esa forma en y sólo en Cristo, esa es la tarea. Que para cuando nosotros hayamos ido a ver al Cristo de Belén, otros habrán quedado haciendo del Evangelio el verdadero patrón de cambio. Sólo eso, y nada más; como dijo una vez una gran santa carmelita: sólo Dios basta!

sábado, 24 de diciembre de 2016

Sábado IV de Adviento

+Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según San Lucas
                                                                       Lc. 1, 67-79

Zacarías, el padre de Juan, quedó lleno del Espíritu Santo y dijo proféticamente: Bendito sea el Señor, el Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo, y nos ha dado un poderoso salvador en la casa de David, su servidor, como lo había anunciado mucho tiempo antes por boca de sus santos profetas, para salvarnos de nuestros enemigos y de las manos de todos los que nos odian. Así tuvo misericordia de nuestros padres y se acordó de su santa alianza, del juramento que hizo a nuestro padre Abraham de concedernos que, libres de temor, arrancados de las manos de los enemigos, lo sirvamos en santidad y justicia bajo su mirada, durante toda nuestra vida. Y tú, niño, serás llamado profeta del altísimo, porque irás delante del Señor preparando sus caminos, para hacer conocer a su pueblo la salvación mediante el perdón de los pecados; gracias a la misericordiosa ternura de nuestro Dios, que nos traerá del cielo la visita del sol naciente, para iluminar a los que están en las tinieblas y en la sombra de la muerte, y guiar nuestros pasos por el camino de la paz.
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Que hoy muchos puedan cantar como Zacarías el preámbulo de la fe, un día de gloria, porque el Señor ya llega. Él va a nacer en Belén, pero nacerá, como cada año, en el corazón de su pueblo fiel, el en corazón de los hombres de buena voluntad, en los que aún no han visto al Niño, sino por medio de alguna estrella,  de algún signo en la vida de algún cristiano.
Zacarías bendice al Señor por su venida, por la promesa cumplida de Dios. Nosotros celebramos la Natividad del Salvador con solemne dedicación, ya que es el Rey de la Vida el que va a nacer de María, la Virgen Madre. A partir de mañana comienza el tiempo de Navidad, tiempo litúrgico en que todo es un celebrar el nacimiento de Cristo. Ocho días serán como uno (la octava de Navidad) porque mil años en su presencia son como un ayer que pasó, y el Dios de Israel viene al mundo a realizar la obra más milagrosa y victoriosa de todas: ha borrado nuestras culpas, nos ha sepultado el pecado para llevarnos con Él donde estemos, donde Él esté. Feliz día será mañana, y hoy bendecimos al Profeta del Altísimo que se dignó enseñarnos los signos del cielo nuevo para preparar el camino al Señor.
Hoy las casas de tu pueblo tienen muchas luces, árboles decorados, papeles decorados y cajas de regalos. También hay en las casas grandes banquetes, y en muchas el tono festivo se hace oír en los reproductores de música que el hombre ha construído. Pero vos, Dios mío, construíste mi espíritu sin necesitar arquitecto, porque el Arquitecto sos vos. Vos pusiste este día que viene desde la eternidad remota para que pueda volver a pisar tu casa, para que podamos otra vez vernos y esta vez vivamos en un abrazo de hijo pródigo que vuelve a ver a su Padre. Estoy a sólo un día de ver tu gloria en un pequeño Bebé y se que en esos ojitos está el Señor mismo, mi Amor eterno. Te bendigo, Cristo, porque me llamaste desde esa temprana infancia en la que aún no podía escribir estas cosas; te bendigo porque me enseñaste la Verdad misma, y hoy contemplo, enamorado, tu victoria. Jesús, desde hoy te tomo en mis brazos con toda mi nada pero con este espíritu que me has creado, tan radiante de vos que puedo contar el tiempo mientras veo llegar la eternidad. Sí, Señor, porque vos sos ese sol de eternidad que viene a mi vida para que pueda seguir la paz misma que cantan tus ángeles; mañana dirán la Gloria del Salvador con trompetas y adoración perpetua.
Te pido, Señor, que este día tu voz suene clara y radiante en nuevos corazones; te pido en especial por Milena, que va a nacer del bautismo y por todos aquellos que necesitan conocerte. Dame la gracia de ser un mejor cristiano y un mejor hombre, que pueda enseñar tu Vida a los que peregrinan o están lejos y solos; que pueda, Señor pronunciar tu Nombre Santo sobre aquellos que aún te esperan pero no te ven. Iluminá al pueblo de Israel, para que puedan ellos reconocerte el Mesías Salvador, y que tengan Paz.
Hoy te canto, como Zacarías, ¡Bendito seas, Señor!

lunes, 19 de diciembre de 2016

Lunes IV de Adviento

+Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según San Lucas
                                                                          Lc. 1, 5-25

En tiempos de Herodes, rey de Judea, había un sacerdote llamado Zacarías, de la clase sacerdotal de Abías. Su mujer, llamada Isabel, era descendiente de Aarón. Ambos eran justos a los ojos de Dios y seguían en forma irreprochable todos los mandamientos y preceptos del Señor. Pero no tenían hijos, porque Isabel era estéril; y los dos eran de edad avanzada. Un día en que su clase estaba de turno y Zacarías ejercía la función sacerdotal delante de Dios, le tocó en suerte, según la costumbre litúrgica, entrar en el Santuario del Señor para quemar el incienso. Toda la asamblea del pueblo permanecía afuera, en oración, mientras se ofrecía el incienso. Entonces se le apareció el Ángel del Señor, de pie, a la derecha del altar del incienso. Al verlo, Zacarías quedó desconcertado y tuvo miedo. Pero el Ángel le dijo: “No temas, Zacarías; tu súplica ha sido escuchada. Isabel, tu esposa, te dará un hijo al que llamarás Juan. Él será para ti un motivo de gozo y de alegría, y muchos se alegrarán de su nacimiento, porque será grande a los ojos del Señor. No beberá vino ni licor; estará lleno del Espíritu Santo desde el seno de su madre, y hará que muchos israelitas vuelvan al Señor, su Dios. Precederá al Señor con el espíritu y el poder de Elías, para reconciliar a los padres con sus hijos y atraer a los rebeldes a la sabiduría de los justos, preparando así al Señor un Pueblo bien dispuesto”. Pero Zacarías dijo al Ángel: “¿Cómo puedo estar seguro de esto? Porque yo soy anciano y mi esposa es de edad avanzada”. El Ángel le respondió: “Yo soy Gabriel, el que está delante de Dios, y he sido enviado para hablarte y anunciarte esta buena noticia. Te quedarás mudo, sin poder hablar hasta el día en que sucedan estas cosas, por no haber creído en mis palabras, que se cumplirán a su debido tiempo”. Mientras tanto, el pueblo estaba esperando a Zacarías, extrañado de que permaneciera tanto tiempo en el Santuario. Cuando salió, no podía hablarles, y todos comprendieron que había tenido alguna visión en el Santuario. Él se expresaba por señas, porque se había quedado mudo. Al cumplirse el tiempo de su servicio en el Templo, regresó a su casa. Poco después, su esposa Isabel concibió un hijo y permaneció oculta durante cinco meses. Ella pensaba: “Esto es lo que el Señor ha hecho por mí, cuando decidió librarme de lo que me avergonzaba ante los hombres”.
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Qué pasaje más significativo este que tiene la liturgia de hoy, porque Dios ha estado siempre con el hombre y ya está por nacer en el mundo. El ángel Gabriel anuncia el nacimiento de Juan Bautista antes de hacerle saber a María que nacerá Cristo. Dios envía a su ángel ante Zacarías para anunciar su obra milagrosa: un niño nacerá de dos padres ancianos y estériles, porque para Dios no hay nada imposible. De esta manera se preparaba la Natividad del Señor, antes del inicio del mesianismo de Cristo dios ya había pensado en nosotros.
Nosotros tenemos presente nuestros pasos en la vida, siempre de la manera que marca el andar cotidiano. Estamos muchas veces inconscientes de la obra salvadora, estamos lejos o apartados, o, en el mejor de los casos, comulgamos diariamente pero no vivimos en consecuencia. Hay muchos que preparan el camino de una manera más cuidadosa: los que se ponen a vivir el Evangelio. Otros son escépticos doctores de la ley: sirven en sus sinagogas una fe carente de espíritu. Nosotros, ¿cómo servimos al Reino de Dios?.
Mañana será otro día, y a cada cual le basta su propia aflicción, o su alegría particular. Nuestra alegría es sabernos salvados en la eternidad, pero sujetos a una respuesta que debe darse en el tiempo. Navidad es más que una fiesta, pero no lo es todo si no ponemos todo en las manos del Señor. Zacarías no creyó, y se le fue cerrada la boca, era sacerdote judío, y no aceptó el mensaje del Cielo. Cuando la Palabra no es aceptada no se puede pronunciar a Dios a los hombres, sino que enmudecemos y enseñamos señas que sólo pueden graficar la tierra. Por esto la conversión del pueblo de Dios debe darse de manera integra: no solo el pueblo, sino también los presbíteros y aún los obispos. El statu actual es claro: papá noel llega con regalos, y los cristianos celebramos otra cosa, que es paradójicamente la celebración verdadera. algo pasa allá afuera que no tiene nada que ver con lo que tenemos nosotros dentro del corazón. ¿Qué clase de evangelización practicamos?, ¿qué propnemos?, ¿estudiamos el diseño correcto de esa evangelización?. No merecemos respuestas, sino la mudez de Zacarías. Nos gusta hablar del mundo y sonreir con mundana alegría, pero Dios no se vive en los hogares. ¿Dónde está la fe?. ¿Qué sentido tiene predicar sermones que no van a trascender las puertas del templo?. Si no convertimos nuestra vida y costumbres al modo que relatan infinitamente los evangelios, así seamos laicos o el Papa, no conseguiremos llegar con la palabra propia a ningún humano. Pero la Palabra puede hacer brotar santos de donde no se esperan. Vivir santamente no es exclusivo de los santos canonizados, sino que debe ser una tarea propia de la condición de bautizado. a esto nos llama el evangelio de hoy, a vivir la fe, mas que a atender lo puramente exterior, dice Dios "Misericrdiam volo, et non sacrificium", y Él mismo es Misericordia... Zacarías e isabel eran irreprochables a los ojos de Dios, pero Zacarías dudó. Nosotros no, no podemos dudar, ya Cristo está cerca, y nació en Belén el año cero. Estamos por celebrar la Solemnidad de su primera venida al mundo, no puede nuestra vida quedar muda. Amén

domingo, 18 de diciembre de 2016

Domingo IV de Adviento

+Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según San Mateo
                                                                          Mt.1, 18-24

Este fue el origen de Jesucristo: María, su madre, estaba comprometida con José y, cuando todavía no habían vivido juntos, concibió un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era un hombre justo y no quería denunciarla públicamente, resolvió abandonarla en secreto. Mientras pensaba en esto, el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: “José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, porque lo que ha sido engendrado en ella, proviene del Espíritu Santo. Ella dará a luz un hijo, a quien pondrás el nombre de Jesús, porque él salvará a su pueblo de todos sus pecados”. Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había anunciado por el Profeta: “La Virgen concebirá y dará a luz un hijo, a quien pondrán el nombre de Emanuel”, que traducido significa: “Dios con nosotros”. Al despertar, José hizo lo que el Ángel del Señor le había ordenado: llevó a María a su casa.
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Este cuarto y último domingo de adviento nos trae la alegría de saber que ya se acerca la Navidad, estamos a pocos días de celebrar el Nacimiento del Salvador. En el Evangelio de hoy la figur de San José, esposo de la Santísima Virgen, es el que resalta y por ello dedicaremos esta reflexión a la figura del Patriarca.
Su humildad y entrega a Dios fue tal que aceptó la voluntad divina con decisión heroica. Muy poco nos hablan los Evangelios y aun los demás libros de la Escritura sobre el Patriarca San José; mas no dire todo lo que de el está escrito, sino que centraré en su corazón el eje de este texto. San José fue avisado por el ángel que María engendrará a quien salvará a su pueblo de todos sus pecados, y el ángel le dice que ese embarazo proviene del Espíritu Santo. Exactamente después de haber escuchado al ángel en sueños, al despertar, José hizo lo que el ángel le ordenó, llevó a María a su casa. Cuán grande el corazón de este hombre de Dios, que hasta los mismos ángeles no necesitaron presentarse mientras velaba, sino que les bastó hablarle en sueños: signo de una fe enorme que recuerda la fe de Israel. José prefirió seguir la Voluntad de Dios antes que sus proyectos de construir una familia de manera corriente entre humanos. Su mujer, la Virgen Madre, concibió a Cristo por obra del Espíritu Santo; José no tuvo participación en la concepción de Jesús, y además nunca tuvo relaciones con María ni antes de la concepción del Salvador, ni después. Estuvo junto a María y el Niño según reltan los Evangelios, en los acontecimientos indicados y donde hubo problemas (por ejemplo, cuando Herodes decreta que los niños menores de dos años en Belén deben ser ejecutados; cuando Jesús se quedó en el Templo y sus padres no sabían dónde estaba). José estuvo siempre al lado de la Virgen y de Jesús. A los doce años Jesús se quedó debatiendo con los doctores de la ley; era la fiesta judía de la Pascua y sus padres lo buscaban por todas partes. Cuando Lucas escribe "sus padres" se refiere a José y María, es decir, que José estaba con ellos.
El pasaje que nos presenta la liturgia marca la concepción de Cristo en el seno de la Virgen, y cómo el padre adoptivo de Jesús, José, acompaña a la Madre y al Hijo y juntos constituyen la Sagrada Familia. José y su acto de amor paternal nos ha llegado en este hermoso Evangelio y damos gracias a Dios por este gran santo y por esta Familia a la que tanto amamos los cristianos. El patriarca José, que debatió en su corazón pero escuchó la voz del Señor, nos encamine con su luz eterna en la fe y esperanza y en el amor para que esta Natividad podamos contemplar al Niño Dios en nuestros hogares y en nuestra propia historia.

jueves, 15 de diciembre de 2016

Jueves III de Adviento

+Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según San Lucas
                                                                        Lc. 7, 24-30

Cuando los enviados de Juan el Bautista partieron, Jesús comenzó a hablar de él a la multitud, diciendo: “¿Qué salieron a ver en el desierto? ¿Una caña agitada por el viento? ¿Qué salieron a ver? ¿Un hombre vestido con refinamiento? Los que llevan suntuosas vestiduras y viven en la opulencia, están en los palacios de los reyes. ¿Qué salieron a ver entonces? ¿Un profeta? Les aseguro que sí, y más que un profeta. Él es aquel de quien está escrito: Yo envío a mi mensajero delante de ti para prepararte el camino. Les aseguro que no ha nacido ningún hombre más grande que Juan, y sin embargo, el más pequeño en el Reino de Dios es más grande que él”. Todo el pueblo que lo escuchaba, incluso los publicanos, reconocieron la justicia de Dios, recibiendo el bautismo de Juan. Pero los fariseos y los doctores de la Ley, al no hacerse bautizar por él, frustraron el designio de Dios para con ellos.
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Jesús nos habla de Juan Bautista enseñándonos su ejemplo de vida, y la importancia que tiene ese santo en su tarea profética. De cara a la Navidad que se aproxima podemos ver cómo el Señor llama a la puerta de sus fieles instruyéndolos en su amor y sabiduría. Así, hoy podemos recibir del Evangelio la luz necesaria para continuar nuestro camino personal hacia Belén. El Cristo, el Ungido, la Luz del mundo nos ilumina y atrae suavemente para que tengamos Vida verdadera, la vida que da el Señor. Tres veces les pregunta a la multitud "¿Qué salieron a ver?". Esta pregunta es nuestra hoy, y la hacemos en el interior de nuestra alma, en la conciencia personal para decir ¿qué salí a ver?, ¿qué es lo que fui a buscar y qué encontré?. La conversión nos lleva hacia Dios pero la disposición de aceptar a Cristo es humana: nuestras expectativas pueden ser santas y ordenadas a Dios o pueden tener otros matices no tan deseables para la salud espiritual y, en definitiva, para vivir la Verdad misma. Si buscamos encontrar en aquel hombre o en aquella mujer cristiana un ejemplo de prosperidad económica, o un exponente de sensaciones sobrenaturales y místicas podemos caer en la cuenta de que no hay nada de lo que fuimos a buscar, y entonces caer en el abismo de oscuridad que juzga "allí no hay nada", que dice "el cristianismo es inútil".
Hoy quiero hablarte de la fe vivida, de la fe según el mismo Cristo, no de habladurías y cosas que no tienen más que personas agigantadas y petulantes. La fe vivida no es el mundo material, pero tampoco es la espiritualidad vaciada de su real sentido. Somos mortales y eternos sólo en Dios, por lo tanto Él nos dirá dónde está la verdad y dónde se oculta, acenchando, la mentira. La fe se vive, y el que la vive conoce las luchas que se viven por amor a Dios y por el bien personal y eclesial que debe donarse necesariamente al mundo para transformarlo. "La religión" para el cristiano no es un modo, no es una forma, no es una estructura ni es una moda. No, religión significa puntual y exctamente "hablar con Dios", y para tal comunicación se necesita crecer en la gracia y escuchar atentamente la voz de la Iglesia, más que hablar por encima de ella. La Iglesia no es un centurión bajo cuyas "órdenes" debemos regirnos y obligarnos la propia vida, no, la Iglesia es como una madre, y es como la Madre del Señor: nos habla dulcemente al corazón advirtiéndonos dónde está la escalera que nos lleva a Dios y dónde está el pozo que nos aparta de Dios. En el Evangelio de hoy queda claro que este hablar con Dios nos compromete a reflexionar en nuestros actos y a purificar nuestro proceder, que es anterior al acto. Es decir, debemos ser concientes de aquello que está frente a nosotros para tomar la decisión que viene de la inteligencia, no del anhelo tozudo propio de la necedad. ¿qué fui a ver?, ¿salí de la casa segura de mi interior psíquico y espiritual para buscar una moda?, ¿salí de compras para elegir una vida a mi medida?... ¿A quién estamos siguiendo, a Dios o a los vientos que pasan y se estancan de repente?. Veamos que una voz en el desierto no cumple funciones para nuestras metas ciegas de Dios, veamos, no pongamos ahí nuestro mapa tapando el campo que es verdadero. Vemos que Juan vivía pobremente pero su riqueza era Cristo a quien pudo contemplar desde el vientre materno. Que podamos nosotros contemplar a Cristo en la Eucaristía y en nuestras vidas, para que vivamos de ahora en más atentos a lo que es verdaderamente importante.
Hablar con Dios supone la conversión del corazón, más que de la práctica, porque desde un corazón convertido a Dios se puede obrar en armonía perfecta, la que tenemos los que comulgamos a Cristo. Más allá del pecado que nunca nos abandona o de las dificultades que atravesamos tropezando una y otra vez, el cristiano tiene en sí la llama viva del Espíritu Santo, por la cual siempre retorna, si es que se desvía por un instante, el Camino, que es su bien y su esencia vivificante. El bebé más amado, el pequeño más esperado está ya por nacer, nacerá en un pesebre de Belén, nacerá en un corazón fiel. que el Rey del cielo nos corone hermanos, y nosotros mantengámonos firmes en la fe y seremos felices por la constancia aunque debamos pelear contra las sombras.

miércoles, 14 de diciembre de 2016

San Juan de la Cruz

+Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según San Lucas
                                                                         Lc. 7, 19-23

Juan el Bautista, llamando a dos de sus discípulos, los envió a decir al Señor: “¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro?”. Cuando se presentaron ante Jesús, le dijeron: “Juan el Bautista nos envía a preguntarte: ‘¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro?’”. En esa ocasión, Jesús sanó mucha gente de sus enfermedades, de sus dolencias y de los malos espíritus, y devolvió la vista a muchos ciegos. Entonces respondió a los enviados: “Vayan a contar a Juan lo que han visto y oído: los ciegos ven, los paralíticos caminan, los leprosos son purificados y los sordos oyen, los muertos resucitan, la Buena Noticia es anuncia da a los pobres. ¡Y feliz aquel para quien yo no sea motivo de tropiezo!”.
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Hoy celebramos la memoria de un gran santo, san Juan de la Cruz, su espiritualidad es bien conocida por los cristianos pero no así su vida, por eso haremos un breve recorrido por los puntos más importantes de la vida de este santo carmelita que ha llegado al corazón del pueblo fiel.
Juan fue e hijo menor de la familia Yepes (Gonzalo de Yepes y Catalina Álvarez), pero como dice el Señor "los últimos serán los primeros", la santidad rodeaba su vida desde su más temprana juventud. En un sueño se le reveló que debía servir a Dios en una orden religiosa antigua, los carmelitas. Juan tomó el hábito el 24 de febrero de 1563 con el nombre Juan de San Matías ─¿acaso será por Matías, el último Apóstol del colegio de los doce?...─ y le fue concido el permiso para seguir la regla carmelitana más antigua, sin las concesiones que otros Papas habían otorgado (es decir, se le permitió seguir la regla más estricta). Cursó estudios superiores en Salamanca y fue ordenado sacerdote el año 1567. En un momento la ardua tarea del sacerdocio lo llevó a pensar en ingresar a la cartuja, pero encontrándose con Santa Teresa de Ávila, la santa le pidió que la ayude a fundar un convento de frailes que observen la antigua regla; Dios se valió de estos dos santos para reformar el carmelo. Para ese tiempo ya habrá cambiado su nombre por Juan de la Cruz, tal como lo conocemos los cristianos hoy. Sufrió mucho por causa de la reforma del carmelo y estuvo recluido en prisión, donde escribirá sus más elevados poemas espirituales.
Murió el 14 de diciembre de 1591 en Jaén. Fue beatificado por Clemente X el 25 de enero de 1675 y canonizado por Benedicto XIII.
Otro Juan, el Bautista, es quien menciona hoy el Evangelio, y a propósito del Evangelio diremos que tanto Juan Bautista como el santo que conmemoramos hoy han sabido hacer de su vida un camino de Evangelio, sobre todo viviendo en la pobreza física pero en la riqueza espiritual.
Juan Bautista manda a los discípulos a preguntar si Jesús es el Mesías o deben esperar a otro. Cabe preguntarse en este fragmento de la Escritura cómo sucede esto, es decir, cómo es que Juan (que reconoció a Cristo cuando ambos estaban en el vientre materno) ahora pregunta si Jesús es realmente el Mesías. ¿Es que se ha apagado su fe?. La clave está en el mensajero: son los discípulos de Juan los que interrogan a Cristo, no Juan. Como señala una nota de Juan Straubinger ─parece que hoy el nombre "Juan" brilla con especial luz─ es necesario entender que las dudas de los discípulos de Juan sobre quién era el Mesías llevaron al profeta a enseñar a Jesús de un modo bien pragmático: los envió a ellos, estando él en la cárcel, y los discípulos se encontraron con Jesús, que les respondió con sus milagros, con su obra.
Qué buen ejemplo para seguir en la vida, por una parte ser fiel a Cristo aún en la adversidad y reconocer que Él es nuestra salvación, que no somos superhéroes ni aisladamente ni en asociación con otros, sino en comunión con todo su sentido más íntegro y pleno. Así tenemos un motivo por estar felices, de que el ejemplo de Juan nos ayuda a centrarnos en Cristo, de poner la vida y el sentido en las manos de Dios. Pero también conocemos que hay momentos de la vida en que la prueba nos deja entrever la maquinación del diablo, y por ello en las tentaciones contra la fe, contra la esperanza y contra la dilección, o más aún contra el amor a Dios (la noche oscura es ejemplo de este tipo de pruebas) tenemos que pensar cómo nuesto espíritu, en el cual tenemos la imagen y semejanza de dios, nos mueve a buscar el rostro de Cristo, aún cuando nos sentimos desorientados. Ponemos nuestros pies a caminar sin saber que el mismo Camino nos conduce hacia sí para mostrarnos la Verdad. ¿No lo vemos por nosotros mismos?, veámoslo en la Obra de Salvación de Jesús: "los ciegos ven, los paralíticos caminan...". No se turbe el alma más de lo que debe para forjar la constancia en el seguimiento e imitación de Cristo, antes bien si estás ciego y te falta la fe, la Iglesia espera con las puertas del cielo abiertas de par en par. Acercate a la eucaristía sobre todo en este tiempo de preparación para la Natividad; la Eucaristía abre los ojos del espíritu, y los ciegos llegan a ver al Señor que es la Verdad. Si el camino es difícil y se complica la vida, la Vida te enseña el Camino que lleva a la Salvación: todo en Cristo, nada más. No necesitamos las exóticas maneras de vivir como el diente de león sin saber a dónde vamos, sin conocer los "por qué" de las modas más raras y vergonzosas.
Si te preguntás por qué Cristo, es que no te bastan la obras. La Navidad que celebramos cada año está cerca, ¿qué celebrás vos en Navidad?. yo celebro el nacimiento de Jesús, que vino para salvarnos; ¿salvarnos de qué?, de la muerte eterna, de no poder ver jamás a Dios, de que la existencia no tenga más sentido que el que le encuentra una persona que es atea, es decir, la nada, el fin, la simple materia, el átomo. Para mí y para los cristianos la vida es mucho más que ese "todo" que, a su vez, según dicen, es mucho más que la suma de las partes. No somos objetos, no somos piedras, somos personas, seres. Somos amados por Dios que ya llega... ¿Llegará a tu vida hoy?.
El precursor señala a Jesús, el Mesías, lo importante no es él, sino Él. La diferencia entre lo que es bueno y santo, y lo que confiere la Santidad, que es la Santidad misma. ¿qué hubiera sido de aquellos discípulos de Juan si no hubiera tomado el profeta la firme determinación de mostrarles a Jesús de cara a la Verdad?, por cierto, Juan es santo y su doctrina no tiene mancha alguna, de él habló el mismo Cristo diciendo "Les aseguro que no ha nacido ningún hombre más grande que Juan el Bautista". Si el maestro se corrompe, ¿donde va a parar el aprendiz sino al error y el vicio?. El Maestro es quien enseña hoy la Verdad, Él mismo es la Verdad y la Vida. Que podamos tener lubreras como Juan Bautista, como Juan de la Cruz, para que podamos ver al Señor en nuestras vidas, tanto en la tarea cotidiana como en todo lugar donde desarrollamos actividades. Dios nos ayude a seguir los pasos de aquellos que son sus amigos, y estaremos viviendo el Evangelio tomados de la mano de nuestros hermanos mayores.

martes, 13 de diciembre de 2016

Santa Lucía, virgen y mártir

+Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según San Mateo
                                                                       Mt. 21, 28-32

Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: “¿Qué les parece? Un hombre tenía dos hijos y, dirigiéndose al primero, le dijo: ‘Hijo, quiero que hoy vayas a trabajar a mi viña’. Él respondió: ‘No quiero’. Pero después se arrepintió y fue. Dirigiéndose al segundo, le dijo lo mismo y este le respondió: ‘Voy, Señor’, pero no fue. ¿Cuál de los dos cumplió la voluntad de su padre?”. “El primero”, le respondieron. Jesús les dijo: “Les aseguro que los publicanos y las prostitutas llegan antes que ustedes al Reino de Dios. En efecto, Juan vino a ustedes por el camino de la justicia y no creyeron en él; en cambio, los publicanos y las prostitutas creyeron en él. Pero ustedes, ni siquiera al ver este ejemplo, se han arrepentido ni han creído en él”.
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Cuánto de esto que nos enseña hoy Jesús habremos vivido, en nuestras casas o en la comunidad. Muchos de los que parecen perdidos son los que recobran la gracia y con santo fervor se dedican a servir al Señor y a evangelizar a muchos. Cuántos son aquellos cristianos que habiendo sido sido el "primer hijo" terminan siendo servidores de la Iglesia Santa. El Evangelio de hoy nos invita a reflexionar sobre la esperanza de la conversión. "Les aseguro que los publicanos y las prostitutas llegan antes que ustedes al Reino de Dios". Contra el juicio temerario, las murmuraciones, la difamación, contra el "que habla mal de su hermano o juzga a su hermano" son estas palabras que dan a la médula de la vida comunitaria de los cristianos.
¿Qué debemos hacer nosotros para recibir, esta Navidad, al Niño Dios?, convertirnos en el corazón, y no superficialmente, proponernos un cambio, aunque nos lleve esfuerzo; Dios observa desde el cielo, pero sondea los corazones, la buena voluntad también es reconocida por el Señor, pero no es suficiente, debe amalgamarse con la constancia. "No seamos como los fariseos" se oye decir, pero lo somos o lo hemos sido en algún momento. Aún de estos fariseos Cristo puede construir un alcázar de misericordia y fe ardiente. Nosotros primero vemos la viga en el ojo propio, porque de esa manera ayudaremos con humildad y caridad a los demás. No, no debemos hacer según el obrar de aquellos fariseos, pero no debemos renegar del que hoy está oscuro de pecados, porque el Señor ha venido para ser médico de todos.
No es buen cristiano el que condena, sino el que practica la misericordia, ya que la misma Misericordia que celebramos, que nace en un pesebre de Belén, nos ha sepultado todas las culpas. Hoy se oye entre nosotros "preparación del adviento", Pero lo que llega debe estar antes señalado en el entendimiento, por eso es que Juan predicaba la venida del Mesías, por eso es que nosotros no preparamos ningún adviento si somos indiferentes a las necesidades físicas y espirituales del prójimo. ¿Y quién es el prójimo?, todo humano. Que, de hecho, Jesús envió a los Apóstoles a todo el mundo, no solo a unos pocos. Omitir la caridad es matar a Cristo en mí, es ser quien desparrama, por eso en este tiempo nos llama Cristo a la conversión interior, profunda, primero, y luego e inmediatamente después de la conversión debemos dar señales de reconciliación en la familia, en la escuela, en el club de tenis, en el trabajo, por decir algunos de los ámbitos en los que transcurre nuestra vida. Contamos con un Dios que no duerme, un guardián que nos protege y nos vigila, entonces no hay excusa para caminar este adviento con decidido empeño en ser mejores hombres y mejores cristianos. La alegría y la felicidad de la humanidad consiste en vivir por Cristo, con Él y en Él. La Eucaristía, sí, la Eucaristía es el alimento que no puede faltarle al cristiano, si falta Cristo no es de Dios, sino de los simples mortales o del mal.
Que Santa Lucía, virgen y mártir de Dios, nos ayude en este camino a tener una fe valiente y luz en los ojos del espíritu para poder ver al mundo como quiere el Señor y vivir el Evangelio para el bien común del hombre y para gloria del Altísimo.

lunes, 12 de diciembre de 2016

Nuestra Señora de Guadalupe



+Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según San Lucas
                                                                        Lc. 1, 39-48

María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó: “¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme? Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno. Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor”. María dijo entonces: “Mi alma canta la grandeza del Señor, y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador, porque él miró con bondad la pequeñez de su servidora. En adelante todas las generaciones me llamarán feliz”.
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En estos días la Virgen Madre es saludada en la Iglesia como aquella vez que fue recibida en la casa de Zacarías. el año 1531 se apareció la virgen al indio Juan Diego, nativo de México, quedó la historia de aquella aparición mariana en la historia de toda la Iglesia. ¡Qué milagro más hermoso, y qué dicha la de aquel humilde servidor de Dios!. Hoy compartimos la alegría de la aparición mariana en medio del adviento, como sucedió aquel día. Me pregunto si acaso no es causal que la Santísima Madre de Dios y nuestra Madre tenga dos celebraciones este mes cerca de la Navidad.
La Madre del Salvador nos invita a dejar nacer a Cristo en nuestra vida y en nuestra familia, es tiempo de conversión y de amor profundo hacia Dios y hacia el otro. Así como nos ama y nos acompaña la Virgen Santa debemos nosotros hacer nuestra parte para que en estos tiempos podamos llevar a Jesús a todos los que nos conocen y a los que no son conocidos también, de manera que semos luz para el mundo.
La santidad se refleja en el Evangelio de hoy con especial énfasis, los tres santos dan a Dios un himno de vida, especialmente María, quien se estremece de gozo en Dios llevando en su vientre a la Vida, al Hijo del Dios vivo. La llena de gracia se reconoce humilde y servidora, y del mismo modo Isabel que dice no merecer la visita de la Madre del Señor. Vemos así cómo la Virgen enseña el amor a Dios, el servicio y la humildad desde el comienzo de este pasaje, en el que fue a visitar a la madre de Juan Bautista "sin demora". Avisada por el arcángel Gabriel que su prima estaba embarazada de seis meses no prefirió el sosiego y descanso, sino que eligió trasladarse hasta donde estaba quien iba  a dar a luz al precursor.
Para nosotros es la reflexión de hoy, los tres ejes de este Evangelio, el amor a Dios, el servicio y la humildad. Amar a Dios especialmente en ese niño que nacerá, para que junto a Él crezca nuestra humanidad agradando al Padre. Servir, porque eso mismo enseñó María y el mismo Jesús explícitamente enseñó el servicio a los Apóstoles. La humildad es la forma natural de ser cristiano, Cristo siendo Dios fue humilde, nació en un pesebre, eligió ser pobre y carpintero, no quiso ser coronado por el pueblo, enseñó desde su autoridad sin recurrir a lo vano del mundo. Así como la Virgen y Dios mismo eligen a los más humildes para comunicar gracias especiales, de la misma manera que María le encomendó a Juan Diego el mensaje para que se construya su templo, nosotros debemos abrir el oído del espíritu para recibir a Jesús y a su Santa Madre con el gozo de saber que seremos hombres nuevos, libres y radiantes de paz en Cristo; nuestro templo es querido por el Señor, limpiémoslo en el sacramento de la reconciliación, llenémoslo de Vida en el sacramento de la Eucaristía. Que nuestra Señora de Guadalupe nos de la gracia de brotar en los corazones apagados esas rosas de Castilla que tanto le gustan, para que con nuestro amor humilde pero querido podamos responder a su maternal sonrisa con la sonrisa del alma que sabe guardar a Dios.

jueves, 8 de diciembre de 2016

Solemnidad de la Inmaculada concepción de la Virgen María


+Evangelio de nuestro Señor jesucristo según San Lucas
                                                                       Lc. 1, 26-38

El ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen que estaba comprometida con un hombre perteneciente a la familia de David, llamado José. El nombre de la virgen era María. El ángel entró en su casa y la saludó, diciendo: "¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está contigo". Al oir estas palabras, ella se quedó desconcertada y se preguntaba qué podía significar ese saludo. Pero el ángel le dijo: "No temas, María, porque Dios te ha favorecido. Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús; Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su reino no tendrá fin". María dijo al ángel: "¿Cómo puede ser eso, si yo no tengo relación con ningún hombre?" El ángel le respondió: "El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso el niño será Santo y será llamado Hijo de Dios. También tu parienta Isabel concibió un hijo a pesar de su vejez, y la que era considerada estéril, ya se encuentra en su sexto mes, porque no hay nada imposible para Dios". María dijo entonces: "Yo soy la servidora del Señor, que se haga en mí según tu Palabra". Y el ángel se alejó.
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La solemnidad que celebramos hoy, desde el séptimo siglo de nuestra era (Palestina; aunque la fiesta no tiene el mismo objetivo en la actualidad), tiene tal categoría por el Papa León XIII y es la fiesta coronada por el dogma de la Inmaculada concepción que el Papa Pío IX, el ocho de diciembre de 1854 decretó en la Constitución Apostólica Ineffabilis Deus.
Esta solemnidad se funda en el dogma que enseña que María, la Madre de Dios, fue concebida desde el vientre materno sin pecado original, esto es, fue exenta del pecado original heredado de Adán y Eva desde el momento en que fue creado su espíritu y su alma. Con respecto a la intelección de este misterio sagrado tenemos las palabras del ángel Gabriel que dice claramente "no hay nada imposible para Dios", de manera que dudar de la materialización de este hecho en el tiempo y en la eternidad es negar la omnipotencia divina, como se desprende del mensaje del ángel y de lo que señala Gabriel. Es de notar que la Virgen Madre no entendía cómo pudiera tener un hijo si ella era virgen; esto es lógico, ya que el ángel todavía no le había rebelado la manera que Dios dispuso para que ello sucediera.
En el libro del Génesis, en el relato bien conocido entre los fieles (y aun entre los demás humanos) nos dice la Escritura que el hombre fue vinculado a la muerte a partir de la desobediencia que Adán y Eva hicieron con respecto a no comer del fruto del árbol que estaba en el medio de Edén. No es este un buen lugar para considerar la exégesis de este pasaje bíblico, pero basta con entender que el rechazo a la obediencia divina procuró al género humano la muerte física y el destierro de la presencia de Dios. Los teólogos han entendido, sobre un fragmento de este pasaje (Gn. 3, 15), que Dios ya había pensado la salvación del hombre cuando en el así llamado proto-evangelio (primer evangelio) dice que el linaje de la mujer le aplastará la cabeza a la serpiente, mientras el linaje de la serpiente le acechará el talón al de la mujer. Esto significa que al fin de cuentas la nueva Eva, que es el linaje de la mujer, la Madre del Salvador, vencerá sobre la serpiente, que es el diablo.
En la carta de Pablo a los efesios se lee "Bendito sea Dios [...] nos ha elegido en Él ─ Cristo ─, antes de la creación del mundo, para que fuésemos santos e irreprochables en su presencia, por el amor" lo cual habla de la omnisciencia divina, que a su vez se desprende de la omnipotencia. Si Dios nos pensó para elegirnos y hacernos santos, mucho más habrá tenido consideración sobre la creatura que daría a luz a su Hijo muy amado, el Verbo de Dios que salvaría a la humanidad del pecado original y de la condenación eterna.
Este enorme misterio de fe, que los cristianos celebramos especialmente y con celebración de precepto (se debe participar de la Eucaristía) tiene enormes gracias para nosotros, ya que contemplando el designio divino de nuestra salvación nos preparamos a recibir a Cristo en la vida de las manos de María a quien veneramos con especial disposición del alma por ser la Madre de Dios, y la única persona de naturaleza exclusivamente humana que no conoció jamás el pecado (no incurrió en pecado nunca ni lo conoció en su persona, no lo vivió jamás), no así los primeros humanos, Adán y Eva, que sí experimentaron el pecado a pesar que habían sido creados sin él.
El día de hoy nos llama a alabar y glorificar a Dios por el regalo que nos hace en María, ya que por medio de ella quiso Él que naciera Cristo. Es tiempo especial, dentro del adviento, para celebrar el honor y la dignidad máxima de la Virgen Madre y para hundir nuestro corazón en el suyo, no como una espada que produce dolores, sino como un niño se cobija en los brazos de su madre, porque ella es nuestra Madre, y nos ayuda a ser plenamente cristianos intercediendo por nosotros y enseñándonos a ser buenos hijos. Ejemplo de humildad, la felicitada por el género humano, hoy es fervientemente aclamada en el corazón mismo de la Iglesia. Pidamos a María la pureza de corazón, la protección de su manto maternal y que nos acompañe siempre hasta el día en que ha de recibirnos para llevarnos hasta el rostro del Señor en el Cielo.

miércoles, 7 de diciembre de 2016

San Ambrosio de Milán, padre de la Iglesia

+Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según San Mateo
                                                                       Mt. 11, 28-30

Jesús tomó la palabra y dijo: "Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y Yo los aliviaré. Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio. Porque mi yugo es suave y mi carga liviana".
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Cristo llama a Él a los que están afligidos y agobiados, para aliviarlos. ¡Qué mejor alivio que estar en la presencia del Señor!, pero este llamado es para todos: para los que son víctimas de los diversos sufrimientos, tanto los que conocemos como los que no conocemos, y también para aquellos que suelen ser más victimarios que víctimas, para que se conviertan y acerquen su corazón a Dios. recemos por todos ellos, para que Cristo los ilumine y la paz sea para todos, como quiere el Señor.
Hoy celebramos la memoria de San Ambrosio de Milán, un santo obispo que llegó a la cátedra de aquella ciudad por aclamación, según relata el Misal Romano Cotidiano, y por ser su memoria voy a hacer especial referencia, ya que es uno de los cuatro padres de la iglesia y un santo muy conocido por haber sido, entre otras cosas, quien logró abolir el culto pagano en Roma antigua, establecer con el pleno aval del emperador romano el credo de Nicea y bautizó a San Agustín acompañando también su posterior formación en la catequesis (según relata el santo de Hipona en su libro "Confesiones").
"Nadie va al Padre, sino por mí" dirá Jesús en otro pasaje de la Escritura, y hoy nos dice "Vengan a mí". Vallan a Él los que son perseguidos, los cristianos del norte africano; vallan a Él los que son maltratados, los padres de hoy que en la vejez no encuentran el amor de sus hijos; vallan a Él los que sienten la vida con sabor agrio y sólo pueden responder convidando esa acidez a los demás. Vayan a Él, porque su yugo es suave y su carga liviana. Pero ¿qué es necesario para acercarse a Jesús?, la fe, y con ella la voluntad. Un primer paso no es obsoleto si realmente hemos oído la Voz del Señor. Algunos van a Él por la Palabra de las Sagradas Escrituras, algunos van a Él por la predicación de los presbíteros, otros se acercan por la Santísima Virgen y hay quienes lo hacen por medio de los santos. Entre muchas otras formas de que la Trinidad se vale para llamar a sí a los suyos, los humanos, estan estas que hicieron efectiva la conversión en muchas personas en todos los tiempos.
"Sean, pues, tus palabras fluidas, claras y transparentes, de modo que tu predicación infunda suavidad en los oídos de tu pueblo y con el atractivo de tus palabras lo hagas dúctil. De este modo te seguirá de buen grado a donde lo lleves"; con estas palabras enseñaba el santo obispo de Milán y con ellas supo llegar al corazón de san Agustín un día. Eso mismo que debieran tener en práctica los presbíteros del Señor no es la maquetación de ningún engaño, no es ningún fraude, como lo pretenden los que aún no aman a tu Iglesia, Señor, sino que son las llaves de Pedro en la boca de los que han sido llamados a la predicación: la santa doctrina de Dios predicada desde el Papa hasta el más humilde de los diáconos. Es que la Palabra no se pronuncia con la soberbia de Nerón, sino con la Santidad en persona, que es el propio Dios; con el espíritu en sonido, teniendo a Cristo presente, comunicando lo que el Espíritu Santo quiere comunicar a los hombres.
Evangelizar de este modo no sólo compete a los presbíteros y a los que tienen el deber canónico y de estado, sino también a nosotros, los laicos, que sabemos que podemos llegar a todos los rincones del mundo de manera puntual. La fe no tiene recetas, Dios llama al hombre y el hombre responde de maneras diversas, pero la fe tiene heraldos, y esos somos nosotros, que debemos velar literalmente por el pueblo de Dios, que son los bautizados pero también aquellos que teniendo la "buena voluntad" están próximos a ser hermanos. Velamos por ellos con las oraciones que nos enseñaron nuestros predecesores, con lo que enseñan los santos como Ambrosio, con lo que sale de Dios mismo, el Evangelio, la Voz de Cristo. Velamos por ellos para que en su aflicción sientan ya el alivio del Señor, para que puedan ir a Él sin extraviarse en las garras del enemigo. Velamos por ellos y combatimos en el mundo el mal para que los que aún no encuentran en sus vidas un haz de luz del Cielo puedan escuchar nuestras vidas, reflejo de la Voz del Maestro.
Pero recordemos, "Felices los afligidos, porque serán consolados" "Felices los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios". Si el que está agobiado se encierra, sepa que debe salir de su encierro a buscar la luz de la Iglesia, que es donde están los que traban por la paz, que es el lugar donde Dios consuela ya desde esta vida, que es el lugar donde nacen los hijos de Dios. "Carguen sobre ustedes mi yugo" dice Cristo "porque soy paciente y humilde de corazón" "así encontrarán alivio". ¿Qué es cargar el yugo de Jesús?, vivir según él enseñó viviendo no como un fariseo, sino como manda Él mismo que es Dios. El Evangelio trae la vida de Cristo y esta misma debe ser imitada por el cristiano, no como una copia hipócrita, sino como un camino seguro hacia la felicidad. ¿Y qué es la felicidad?, la felicidad es el camino que enseña Jesús, que es el Camino la Verdad y la Vida; la felicidad son las bienaventuranzas que nos dice Jesús, la felicidad es cargar el yugo con paciencia y humildad de corazón, porque hacerlo implica en su mismo acto la alegría de haber encontrado a Dios y la promesa garantizada por Jesús de llegar a contemplar su Rostro en el atardecer de esta vida que pasa.
Paciente y humilde de corazón: ese es el plan para cargar la cruz, la paciencia está fundada en la esperanza, virtud teologal que nos da la fuerza para luchar acompañados el combate de la vida (Jesús, los que nos quieren, nuestros hermanos); la humildad es la condición para seguir a Jesús imitando su vida, él siendo Rey se hizo servidor de todos con su Voluntad divina. La imitación de Cristo es vivir el Evangelio con ayuda de la Palabra y de los santos que vivieron antes y que conocen el camino a seguir.
En la espera de Jesús, nos disponemos a seguir sus pasos con la luz de los santos, como Ambrosio de Milán, que supieron hacer de sus vidas una ofrenda agradable a Dios y compartieron de esa luz para iluminar la vida de muchos otros. Cuando Él venga estaremos en la tarea de crecer cada día para ser mejores cristianos, y si aún no tenemos el sacramento del bautismo, al menos tendremos la voluntad de ser hijos suyos por el bautismo, esforzándonos cada día en ser mejores hombres.