sábado, 23 de febrero de 2013

San Policarpo, Obispo y Mártir

Nacido aproximadamente el año 69 (probablemente en Grecia antigua) y fallecido el año 155, San Policarpo, padre apostólico, fue discípulo de San Juan Apóstol y evangelista y maestro de San Ireneo de Lyon (nacido en Esmirna, ciudad antigua de la actual Turquía) y de San Papías de Hierápolis, entre otros. El santo mártir fue Obispo de Esmirna y, además de sus escritos y de su martirio se puede decir, como algo relevante en su vida, que viajó a Roma para tratar con el Papa San Aniceto la unificación de la fecha de la Pascua del Señor para los cristianos orientales y occidentales, aunque su intervención, en defensa de la tradición oriental, no tuvo éxito
Entre sus escritos se puede citar el que ha llegado a nosotros en versión griega incompleta y en versión latina completa: la carta a los filipenses (de San Policarpo, no ha de ser confundida con la carta pastoral de las sagradas Escrituras cuyo autor es San Pablo de Tarso); el resto de sus obras se conocen por San Ireneo, quien las nombra y habla de ellas.
Policarpo conoció a San Ignacio de Antioquía, tal como lo demuestra una carta de este último santo Obispo mártir al Obispo de esmirna, y estuvo besando sus cadenas cuando el antioqueno se dirigía a Roma en cautiverio para ser martirizado.
El martirio de San Policarpo tiene lugar en Esmirna el 23 de febrero de 155 en la hora octava (primeras horas de la tarde después del mediodía), siendo Papa San Aniceto y Emperador de Roma Antonino Pío, bajo el proconsulado de Estacio Quadrato. El Acta de martirio del santo detalla el diálogo entre el procónsul Estacio y él, y los hechos de aquel día en que Dios manifestó su fidelidad obrando un milagro en el martirio de este sucesor de los Apóstoles y discípulo del discípulo amado del Señor. El Acta es una carta de los cristianos de Esmirna dirigida a los cristianos de Filadelfia y comienza con un relato de la persecución y el heroísmo de los mártires. Notorio entre ellos fue un tal Germánico, que animó al resto, y cuando fue expuesto a las fieras, les incitó a matarlo. Su muerte excitó la furia de la multitud, y se alzó el grito “Fuera con los ateos; que busquen a Policarpo”. Pero hubo un tal Quinto, que por su propia voluntad se había entregado a los perseguidores. Cuando vio a las fieras perdió el valor y apostató. “Por lo cual”, comentan los autores de la epístola, “no alabamos a los que se entregan, puesto que el Evangelio no nos lo enseña así”. Policarpo fue persuadido por sus amigos a dejar a la ciudad y ocultarse en una granja. Aquí pasó su tiempo en oración, “y mientras rezaba cayó en un trance tres días antes de su aprehensión; y vio su almohada ardiendo con fuego. Y se volvió y dijo a los que estaban con él, ‘debe ser que seré quemado vivo’”. Cuando sus perseguidores estaban tras su rastro se fue a otra granja. Al ver que se había ido torturaron a dos jóvenes esclavos, y uno de ellos reveló su escondite. Herodes, jefe de la policía, envió un grupo de hombres a detenerle el viernes por la tarde. Aún era posible la huída, pero el anciano rehusó escapar, diciendo, “hágase la voluntad de Dios”. Bajó a encontrar a sus perseguidores, conversó afablemente con ellos, y mandó que les pusieran comida. Mientras estaban comiendo rezó “recordando a todos, altos y bajos, a los que se había encontrado en algún momento, y a la Iglesia Católica de todo el mundo”. Luego fue llevado afuera. Herodes y el padre de Herodes, Nicetas, se le reunieron y lo llevaron en su carruaje, donde intentaron inducirlo a que salvara su vida. Viendo que no podían persuadirlo, lo hicieron salir del carruaje con tanta prisa que se magulló la espinilla. Siguió a pie hasta que llegaron al Estadio, donde una gran multitud se había reunido, al oír la noticia de su aprehensión. “Cuando Policarpo entró en el Estadio le llegó una voz del cielo: ‘Sé fuerte, Policarpo, y haz papel de hombre.’ Y nadie vio al que hablaba, pero los de nuestra gente que estaban presentes oyeron la voz.” Fue al procónsul, cuando le urgía a maldecir a Cristo, al que Policarpo dio su célebre respuesta: “Ochenta y seis años le he servido, y no me ha hecho daño. ¿Cómo puedo entonces maldecir a mi Rey que me salvó?” Cuando el procónsul hubo terminado con el prisionero era demasiado tarde para echarlo a las fieras, pues los juegos habían acabado. Se decidió, por tanto, quemarlo vivo. La multitud se encargó de reunir el combustible, “ayudando en esto con celo muy especial los judíos, como es su costumbre” (cf. el Martirio de Pionio. El fuego, “como la vela de un navío henchida por el viento, hizo un muro alrededor del cuerpo” del mártir, dejándolo ileso. Se ordenó al verdugo que lo apuñalara, y acto seguido, “salió tal cantidad de sangre que apagó el fuego”.
Los huesos del mártir fueron recogidos por los cristianos, y enterrados en un lugar adecuado. actualmente sus reliquias pueden hallarse en el monte Athos, en Grecia, en Gautegiz Arteaga, ciudad del País Vasco, Pittsburgh, Estados Unidos, entre otros sitios geográficos
Para mayor información sobre este Santo se puede consultar la Enciclopedia Católica, de la cual se ha tomado un fragmento para la edición de este artículo.

La Cátedra de San Pedro, Apóstol, Fiesta



+ Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según san Mateo
                                                                                                         Mt. 16, 13-19

Al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: "¿Qué dice la gente sobre el Hijo del hombre? ¿Quién dicen que es?" Ellos le respondieron: "Unos dicen que es Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías o alguno de los profetas". "Y ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy?" Tomando la palabra, Simón Pedro respondió: "Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo".
Y Jesús le dijo: "Feliz de ti, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en el cielo. Y Yo te digo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi iglesia, y el poder de la muerte no prevalecerá contra ella. Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos. Todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo".
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Hoy celebramos la Fiesta de la Cátedra de San Pedro. Esta fiesta se comenzó a celebrar en el siglo IV de la era cristiana y en ella reconocemos el primado de san Pedro Apóstol, quien está llamado a confirmar a los hermanos en la fe, según dice Cristo, el Hijo de Dios vivo. Este día tiene importancia relevante sobre el ministerio petrino que desempeñan los sucesores del Príncipe de los Apóstoles, es decir, los Papas. El término "cátedra" viene del griego "kathedra" que, etimológicamente significa "silla"; y es, precisamente la silla donde toman asiento los Obispos y el Romano Pontífice, Vicario de Cristo. Es la raíz de la palabra "catedral", que es la iglesia madre de una diócesis y en donde tiene sede el Obispo (recordemos que el Papa es Obispo de Roma). Símbolo de perpetuidad de la doctrina y de la condición de Maestro, Sacerdote y Pastor, la cátedra es el sitio puntual desde donde el episcopado y el Santo Padre ejercen el Magisterio con autoridad.
A continuación transcribo un fragmento del sermón 4 de San León Magno, Papa, escrito en el aniversario de su consagración episcopal, el cual se reza hoy en el Oficio de lectura de la Liturgia de las Horas después de la salmodia y como segunda lectura. Habla de la profesión de fe de Pedro y de la consagración, como Vicario de Cristo, del mismo Apóstol por parte del Señor.

De los sermones de San León Magno, Papa


De entre todo el mundo, sólo Pedro es elegido para ser puesto al frente de la multitud de los llamados, de todos los apóstoles, de todos los Padres de la Iglesia; pues, aunque en el pueblo de Dios son muchos los sacerdotes, muchos los pastores, a todos los rige Pedro, bajo el Supremo gobierno de Cristo. Dios, amadísimos hermanos, se dignó conceder a este hombre una grande y admirable participación en su poder; y todo aquello que quiso que los demás jefes del pueblo tuvieran en común con él se lo otorgó a través de él.
El Señor pregunta a los apóstoles qué piensa la gente acerca de él, y su respuesta concuerda en cuanto que expresa la desorientación de la ignorancia de los hombres.
Pero tan pronto como interroga a sus discípulos sobre la convicción que ellos tienen, el primero entre ellos en dignidad es el primero también en confesar al Señor. Cuando Pedro hubo dicho a Jesús: Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo, Jesús le respondió: Bienaventurado eres tú, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo ha revelado la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Es decir: «Bienaventurado eres, porque mi Padre te ha instruido; no has sido engañado por las opiniones terrenas, sino que te ha iluminado la inspiración celestial; ni la carne ni la sangre te han proporcionado el conocimiento de mi persona, sino aquel de quien soy el Hijo único.»
Y yo -añade- te digo; esto es: «Así como mi Padre te ha revelado mi divinidad, así quiero yo a mi vez darte a conocer tu propia dignidad: Tú eres Pedro», esto es: Yo soy la piedra inquebrantable, yo soy la piedra angular que hago de los dos pueblos una sola cosa, yo soy el fundamento fuera del cual nadie puede edificar; pero también tú eres piedra, porque por mi virtud has adquirido tal firmeza, que tendrás juntamente conmigo, por participación, los poderes que yo tengo en propiedad.»
Y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y los poderes del infierno no la derrotarán. «Sobre esta piedra firme -quiere decir- edificaré un templo eterno, y la alta mole de mi Iglesia, llamada a penetrar en el cielo, se apoyará en la firmeza de esta fe.»
Los poderes del infierno no podrán impedir esta profesión de fe, los vínculos de la muerte no la sujetarán, porque estas palabras son palabras de vida. Ellas introducen en el cielo a los que las aceptan, hunden en el infierno a los que las niegan.
Por esto dice Jesús al bienaventurado Pedro: Yo te daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que atares sobre la tierra será atado en el cielo, y todo lo que desatares sobre la tierra será desatado en el cielo.
Verdad es que este poder fue comunicado también a los demás apóstoles y que este decreto constitutivo concierne igualmente a todos los que rigen la Iglesia; pero, al confiar semejante prerrogativa, no sin razón se dirige el Señor a uno solo, aunque hable para todos, la autoridad queda confiada de un modo singular a Pedro porque él es constituido cabeza de todos los pastores de la Iglesia.

jueves, 14 de febrero de 2013

Jueves de ceniza


+ Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según San Lucas
                                                                                                          Lc. 9, 22-25         

Jesús dijo a sus discípulos: "El Hijo del hombre debe sufrir mucho, ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser condenado a muerte y resucitar al tercer día".
Después dijo a todos: "El que quiera venir detrás de mi, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz cada día y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la salvará. ¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero, si se pierde o se arruina a sí mismo?"

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Ayer comenzamos la Cuaresma con el ayuno y abstinencia propios de este tiempo de conversión, en que los cristianos miramos en nuestro interior todo lo que debemos purificar para proponernos agradar a nuestro buen Padre Dios y ser mejores hijos en Cristo. El signo de la imposición de cenizas que recibíamos es el gesto que nos llama al examen de conciencia, que, en este tiempo fuerte, nos hará peregrinar en los pasos de Cristo hacia la Pascua y nos servirá como motor para crecer en las virtudes que sabemos mejores para nuestras vidas y para la vida de la Iglesia.
Muchos son los aspectos de este comienzo que quiero destacar, como la humildad, para dejarnos crear un corazón puro, la justicia para servir a Dios y a los hombres como buenos discípulos y hermanos, la caridad, fuente de nuestra actividad humana y cristiana querida por Dios y la austeridad para vivir con prudencia en este mundo temporal que es pasajero.
Este día quiero tener presente a nuestro querido Papa Bendicto XVI, quien el pasado 11 de febrero pronunciaba su renuncia formal a la sede petrina para el 28 de febrero próximo. Y es que su servicio, su amor por la Iglesia, su humildad y honestidad lo hacen un modelo de cristiano y un ejemplo de Sumo Pontífice siempre atento a los cuidados más propicios para el rebaño del Señor. Hoy sabemos que corren tiempos tormentosos en la vida social globalizada. La ética y la moral, legado de oro de nuestros padres, ya no parece tener el respeto de los ciudadanos ni de los gobernantes. La cultura de la muerte y del egoísmo amenazan la dignidad humana más básica y, con todo, la secularización y el paganismo cierran a los hombres su cercanía, siquiera, a Dios. Recemos por Joseph Ratzinger, el buen Pastor que dirigió la barca con tanta sabiduría y con tanta dedicación y firmeza; recemos también por el nuevo Papa que vendrá, y que este tiempo de Cuaresma podamos crecer en amor al Señor y a la Iglesia y nos preguntemos profundamente, y en lo más hondo del corazón, si somos cristianos, ¿cuál será nuestra misión para este año de la FE?, ¿cómo acompaño a mis hermanos preparando el corazón?, ¿sigo yo la voz del mundo, ciego y violentamente egoísta, o sigo a Cristo y por lo tanto amo a Dios, al Sumo Pontífice y a mis hermanos?, ¿comulgaré esta Pascua el Cuerpo de Cristo después de una buena confesión?...
Preguntas, preguntas y... respuestas: Dios llama; el hombre... ¿abrirá su corazón?.
La conmemoración de los santos griegos Cirilo y Metodio llevan hoy una clave para intensificar nuestra búsqueda de Dios en la firme proposición de cambio. Metodio, obispo de Moravia y hermano mayor de un total de siete hermanos, y Cirilo, el menor de los siete, monje. La vida activa y la contemplativa se unen en servicio a Dios y a los hombres; estos santos son los evangelizadores de las regiones eslavas de aquellos días (mediados del siglo IX) y son los autores del alfabeto cirílico, usado en la actualidad por hablantes de lengua checa, rusa, bielorrusa, moldava, ucraniana, etc. La clave está en la unión del Cuerpo místico que con sus aspectos de vida contemplativa y activa deben abrirse a la nueva evangelización, de la que bien habló Benedicto XVI ya en el motu proprio “Ubicumque et semper”, y deben mirar a ser misioneros partiendo desde una vida eclesial más comprometida y digna de ser imitada (como propone el Papa en su carta “Porta Fidei”). Esta cuaresma debe llevar impresa el sello del celo apostólico y de la conversión para la santificación personal y la del mundo. Corresponde en primer lugar al clero todo convencerse y convencer sobre la necesidad de cambio interior y vuelta a la humilde y regia condición de CRISTIANOS, sobre el modo puedo decir que, si bien es cierto que debemos llegar a los corazones desde el amor y con la Sabiduría como don del Espíritu Santo, no es menos cierto que la sabiduría que viene del intelecto es útil al fin mayor y necesaria para acompañar la enseñanza del evangelio. Sobre todo en un mundo en que se cuestiona la fe con sofismas fuertemente errados pero, a la vez, meditadamente convincentes para los más pequeños en la fe. En este sentido es bueno traer a colación a estos santos que, sin descuidar del amor a Dios y a los hermanos, y sin dormir en fribolidad el Evangelio predicaron misionando para la conversión de todo un imperio con la Sabiduría que viene de Dios y con la erudición que adquirieron para enseñar la Verdad desde y hacia el corazón y la razón al mismo tiempo.
En este tiempo se recuerda que las obras exteriores deben ser el ayuno, la misericordia y la limosna.
Todo eso ayuda a nuestra vida interior y ayuda a los demás desde el gesto hasta el núcleo de la espiritualidad cristiana. Ser misericordiosos, austeros y solidarios nos hace bien y da a los demás un ejemplo deseable de imitación. Es cierto esa frase que leí un día en un retiro espiritual “Algunos no conocerán otro evangelio más que tu vida” y de eso se trata, de evangelizar con el testimonio de vida, glorificando a Dios y forjando en el fuego del mundo la paz.
San León Magno dice en uno de sus sermones de cuaresma “Los ángeles dijeron: Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad; con ello nos enseñaron que todo aquel que por amor se compadece de cualquier miseria ajena se enriquece, no sólo con la virtud de su buena voluntad, sino también con el don de la paz”. Es por esto que se exhorta a la misericordia al pueblo peregrino; cuaresma es conversión, vuelta a Dios, esperanza y perdón de Dios al hombre y del hombre al hombre. Volvamos el corazón al Padre y perdonemos de todo corazón las ofensas de nuestros enemigos, que muchas veces olvidamos que son nuestros hermanos..., la Paz que nos da Cristo es la promesa cumplida en sí mismo y en la Santísma Virgen, Reina de la condición regia de los cristianos, madre de la Misericordia y Maestra de la humildad, de esa humildad que sabe de la condición de la criatura con respecto a l creador y por ello se solidariza con los hombres reconciliándolos entre ellos con el ósculo de la paz. Hombre, sabete cristiano: discípulo del Gran Maestro, y apóstol de la Verdad, la Verdad es Cristo, la Verdad es Padre, Hijo y Espírtiu Santo, que quiso darnos su Vida y nos redimió sangre en Cruz del Hijo Amado. Convirtámonos, hermanos, porque el reino de Dios está cerca, seamos uno como el Padre y el Hijo son unocon el Espíritu de Amor y de Verdad, seamos hermanos, seamos cristianos y vivamos la misericordia desde el corazón encendido en Dios y con la purificación espiritual que obra la Eucaristía y que acompañan las virtudes por las cuales perfeccionamos los dones del Espíritu. Vivamos, obremos y llevemos las cosas santas: vida y obra, crecimiento espiritual y atento a la verdad que sólo vive entre aquellos que fueron y son bautizados bajo la sucesión apostólica, en la Iglesia católica, la única, la que guarda el depósito de la Fe.
A propósito de la conversión debemos mirar el núcleo del corazón, allí donde Él habita, porque donde Dios habla nuetra existencia toma sentido, y lo que Dios dice es Palabra de verdad y es fuente de Vida. Sabemos que en las almas de todos los hombres hay una voz que guía el obrar humano; la llamamos ley natural, y con ella sabemos distinguir lo bueno y lo malo para obrar lo que nos hace felices, y lo que nos hace felices, verdaderamente felices, es el bien. Pero el bautizado sabe que Dios le habla en el corazón, ahí donde la comunión sentó un templo vivo para el Señor. Comulgar el Cuerpo de Cristo es alimentarse para la escucha necesaria en esta cuaresma, para convertirse y abrir nuestra vida a la Vida. “Esta es la Vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a tu Enviado, Jesucristo. ” Jn. 17, 3 y el que conoce al Señor ha visto la Gloria, y sus días son bendecidos porque sabe de lo caduco que es el mundo y vive en miras a alcanzar la Patria feliz.
Como ayuda para nuestra conversión y nuestro crecimiento tenemos los diez mandamientos, el decálogo, y la Palabra de Jesús que nos habla: “Si quieres entrar en la Vida eterna, cumple los Mandamientos” Mt. 19, 17.
En la primera lectura de hoy, del libro del Deuteronomio, Moisés le habla al pueblo judío que se dirigía hacia la tierra prometida en estos términos: “Hoy pongo delante de tí la vida y la felicidad, la muerte y la desdicha. Si escuchas los mandamientos del Señor, tu Dios, que hoy te prescribo, si amas al Señor, tu Dios, y cumples sus mandamientos, sus leyes y sus preceptos, entonces vivirás, te multiplicarás, y el Señor, tu Dios, te bendecirá en la tierra donde ahora vas a entrar para tomar posesión de ella.”. Este comienzo de la cuaresma nos pone el corazón y la conciencia en vigilancia: elegiremos la vida o la muerte espiritual, la felicidad o la ruina. Así como los judíos se disponían para la Pascua, encaminados por Moisés para cruzar el Jordán, nosotros en cuaresma nos disponemos para celebrar una Pascua de Resurrección y de Gloria dentro de cuarenta días. Nuestro guía es Dios, el mismo Cristo y nuestro paso firme es obrar lo que es bueno para llegar a la Vida, y esto por medio de los mandamientos, que no son normas e imposiciones crueles sino ayudas justas y necesarias para alcanzar a ser como Él en santidad, algún día en nuestra última pascua, y para crecer y santificar su Nombre al tiempo que construímos junto a Él la Iglesia con verdadera vocación de hijos. En la Pascua judía, el pueblo conducido por Moisés hacia la tierra prometida se encaminaba entre luces y sombras, entre la obediencia y la desobediencia de Dios, y esto incidía en sus vidas a tal punto que en la desobediencia sufrían por alejarse del Señor. Este pueblo debía atravezar el jordán para llegar a Israel, pero habiéndolo atravezado no se mojaron ni se humedecieron en sus aguas. Nosotros por el Bautismo del Señor ya hemos nacido a la Vida, ya cruzamos el Jordán y sus aguas nos regeneraron haciéndonos hijos por adopción. Pero la ley no fue abolida, sino que llegó a su plenitud en Cristo. Por esto es que debemos hacer nuestro camino de conversión como una renovación de la vocación crsitiana. A los judíos se les daba la promesa de una tierra en este mundo, una patria prometida a los Patriarcas y ellos debían ser fieles al señor comportándose como verdaderos elegidos. A nosotros Cristo nos abrió las puertas del Cielo y nos hizo HIJOS de su Padre; debemos por lo tanto ser fieles a Dios comportándonos como verdaderos hijos y sabiendo que la promesa es la Jerusalén celestial, la Vida eterna. Pero..., no nos engañemos, hermanos, si bien la vida santa es necesaria para llegar a contamplar la faz del Señor, no es suficiente. Porque dice Jesús “Les aseguro que si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán Vida en ustedes” Jn. 6, 53, de manera que no hay vida santa sin entrar en la comunión de los santos, y no hay vida sin tener la Vida en Cristo. La vida cristiana es vida de Amor a Dios por sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo. Esto se cumple obrando según Dios y viviendo la fe “en” la Iglesia y “con” la Iglesia, la Misa es el alimento primordial e indispensable para la vida de gracia. ¡Feliz el hombre que no sigue el consejo de los malvados, […] sino que se complace en la ley del Señor y la medita de día y de noche! Sal. 1, 1-2.
Así, como lo hicieron los santos Metodio y Cirilo, así como lo vive y siempre lo ha vivido Benedicto XVI, así como lo vivió la Santísima Virgen María, nos corresponde a nosotros, cristianos, llamarnos en esta cuaresma a un profundo examen de conciencia (pero no caer en los escrúpulos) y prepararnos para celebrar la pascua con un corazón limpio y abierto a Dios y a los hermanos, sabiéndonos hijos de Dios en Cristo y tomando conciencia de que somos Iglesia; debemos ser cristianos más activos, trabajando en nosotros y por nosotros y los demás, trabajando con los otros, nuestros hermannos en la fe, y animándonos a vivir el Evangelio como pide Cristo en la Iglesia. Todo con la firme certeza de que Dios obra para bien del hombre SIEMPRE, y con la firme convicción de que no se es cristiano si no se está dispuesto a seguirlo, si no se está dispuesto a ser otro cristo, que “dispersa a los sobervios de corazón y enaltece a los humildes” y nos reclama como suyos con amor entrañable diciéndonos una vez más “El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz cada día y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la salvará”. Amén