domingo, 20 de diciembre de 2015

domingo IV de Adviento

+Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según San Lucas
                                                                         Lc. 1, 39-45

María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó: "¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme? Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno. Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor". 

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Rafel • Visitación
El domingo pasado recordábamos la figura de Juan Bautista, y la predicación de la conversion por la cual la gene se preparaba y se hacía bautizar para la llegada del Mesías. Hoy, cuarto domingo y último domingo de adviento tenemos en plano central a la Santísima Virgen María, Madre del Salvador. La alegría es cada vez más cercana, más tocante en estas fechas, sobre todo en el comun del pueblo que no sabe mucho, por descuido o por falta de conocimiento, sobre el verdadero sentido de la Navidad. Nos encontramos con una alegría que ya pudieron vislumbrar hace milenios los profetas antiguos del pueblo de Israel; Juan Bautista viene a ser el último profeta, y la Virgen Madre, es co-redentora al aceptar la voluntad de Dios sobre la suya (de permanecer virgen aún casada) para traer a la tierra al Hijo de Dios.
El Evangelio narra el momento en que María sale a ayudar a Isabel, que estaba en ese tiempo embarazada de Juan Bautista. Es notable la humildad y servicio de la Virgen, la prontitud a realizar la Voluntad divina y su gozo se expresa en servicio después de haber sido avisada del designio de Dios por San Gabriel arcángel. Cuando entra en la casa recibe el saludo del precursor, Juan, como anunciando la venida del Mesías aún sin haber visto la luz del sol. Y es que ese sol que nace de lo alto ilumina el alma de todo mortal y lo hace exclamar con gozo "éste es mi Dios". Así nosotros debemos detenernos en estas cosas que leemos cada año para adentrarnos en el Misterio de la Encarnación sin caer en la pereza del sentimiento y del simple acto externo de adoración. Una vida debe ser la que adora al Señor, una vida y cada vida del hombre. Esto es posible si este día domingo nos proponemos decididamente celebrar el nacimiento del Niño Jesús con el corazón bien dispuesto, es decir, con animo de conversión y de benignidad hacia el prójimo.
Es la cuarta vela, y la última antes de Navidad, que encendemos en la corona de adviento; debemos encender luego la lámpara de la vida que llevamos para que el Señor nos encuentre velando su regreso también. Esta navidad que ya llega toca todos y cada uno de los ámbitos del desarrollo de vida humana, todo es iluminado por el GranSol. Así empezaremos diciendo que Cristo nos llama a cada uno por el nombre: "vos, Ezequiel", "vos, Juana", etc. Cada uno de nosotros tiene o ha de tener un encuentro personal con el Niño Jesús, así, cada uno se sentará en su casa a observar detenidamente las cosas que debe mejorar de sí para agradar al Dios que nos salva y nos devuelve la amistad para siempre. Es desde la Navidad que se desarrolla la etapa salvífica, y no desde la ascensión como algunos sostienen. Así, tenemos este nuevo año de gracia para poder vernos de cara a Dios dando flores de vida evangélica en vez de espinos de pecado; todo esto sin olvidar la infinita misericordia evidente que Cristo tiene con todos nosotros, y es un vivo ejemplo de esto el Papa, que muestra el rostro misericordioso del Señor. Entonces, la primera nota que debe tomarse es sobre uno mismo: ¿qué cosas debo mejorar? ¿estoy viviendo en familiaridad con Dios? ¿voy a Misa para recibirlo en comunión como él quiere?. Otro aspecto es la relación con el prójimo, y estos dos aspectos (personal e interpersonal) son los más difíciles de llevar a práctica, pero son los que Dios marcó como base si se pretende ser amigo suyo. Así debemos allanar el camino de todas las antiguas peleas, sobre todo si somos adultos, conociendo por experiencia la finitud instantánea de la vida. Muchos de nosotros tenemos hijos, sobrinos, primos, hermanos, etc. Es por el bien común que debemos acercarnos a aquellas personas con que estabamos enfrentados, para que los niños no hereden el odio de los padres, y no aprendan el rencor y la guerra, sino la paz, ya que Cristo mismo, como dice la primera lectura de litúrgica de hoy, ¡Él mismo es la paz!. Qué bueno que lo decimos para siempre en tiempo presente, y no como el profeta Miqueas, que hablaba del futuro, de a promesa que debía cumplirse aún. Bueno, ya se cumplió el tiempo y ahora en poco celebraremos la Navidad memorial del paso de Dios por el mundo con un cuerpo humano, como nosotros.
Mi relación con Dios también es otro item para tener en cuenta en este tiempo que ya da paso al centro esencial de festividad; debemos ser cada día más concientes de una relación cotidiana con Dios, ya que Él no cesa de hablarnos con voz de vida, así, por ejemplo, es importante tener en cuenta que no podemos conocer totalmente a Dios si no conocemos las Sagradas Escrituras. Es verdad que no basta sólo con leer la Biblia, porque el Evangelio es para vivir, y es para compartir, viviendo en la familia de Dios, la Iglesia, pero debemos ser concientes, como decía San Jerónimo, que desconocer las Escrituras es desconocer a Cristo. Todo lo que hagamos en obediencia a Dios será para provecho nuestro como humanos, para nuestro bien, ya que Dios que es omnipotente, nada necesita, pero todo lo da con amor inefable.
En último lugar, pero no menos importante, como ciudadanos debemos tener conciencia de nuestra tarea en la construcción social, la cual no solo atañe a los laicos, sino también al clero en su justa medida, que es predicar en todo tiempo, circunstancia y lugar para construcción del templo de Dios en ladrillos de vida que son las vidas de cada hombre. Así, el clero debe, por grave responsabilidad construir la sociedad de Dios, no la de los hombres, y esta sociedad no es una comunión entre ángeles, sino entre humanos, por ende, no es constructivo hablar de cosas que no pueden sostenerse ni encuentran aplicación en la vida cotidiana; no sólo debemos prepararnos para ser ciudadanos del Cielo, sino también debemos alimentar las tropas de los que combaten el mal en el mundo: los valores de la Iglesia, que son las enseñanzas de Cristo, deben llegar a cada persona en todo lugar, y no solo en la Misa. Es por esto que el culmen de la vida debe ser el alimento de Dios, la Eucaristía, pero, como un médico de campaña, el sacerdote debe llevar el botiquín de la vida en cada momento a toda hora, y de ello se desprende que deba ser celoso con la vida evangélica que tiene que llevar delante de los hombres pero más aún, delante de Dios. A nosotros los laicos nos toca construir la sociedad habiéndonos alimentado del Pan del Cielo, y no al revés. No debemos desentendernos del mundo, sino transformarlo para Gloria de Dios y bien de los hombres. A propósito de esto quiero citar textualmente a Benedicto XVI en su exhortación apostólica Verbum Domini: él dice "el compromiso por la justicia y la transformación del mundo forma parte de la evangelización" (n° 100) y de esta manera se entiende que cada uno de los cristianos estamos llamados a evangelizar no solo haciendo explícita mención del Evangelio, de palabra y de obra, sino también llevando al mundo los valores humanos y cristianos para transformarlo y acercarlo a Dios. El mismo Sumo Pontífice dice también en el mismo artículo mencionado "Es sobre todo a los fieles laicos, educados en la escuela del Evangelio, a quienes corresponde la tarea de intervenir directamente en la acción social y política. Por eso, el Sínodo recomienda promover una adecuada formación según los principios de la Doctrina social de la Iglesia" y de esta manera se ve claro que es necesario que el clero atienda la necesidad de formación del pueblo de Dios que hoy no alcanza para hacer evangelización de ningún tipo. He de decir que este documento citado tiene ya cinco años de existencia, pero un lustro no bastó para alcanzar cumplimiento ante la exhortación que hacía el Papa.
Por otra parte este domingo tiene una música que me parece oportuno compartir, y que canta desde lo profundo de la humanidad lo que el humano desea en último término y que alcanzará cuando Él vuelva a dar cumplimiento a la victoria definitiva del Bien sobre el Mal: se trata de un himno muy posterior a la edad de los himnos gregorianos, pero con un valor notable, ya que se basa en las Sagradas Escrituras, específicamente en un pasaje del libro de Isaías; estoy hablando del himno Rorate Caeli, que en un ratito no más voy a cantar para celebrar el último domingo de adviento, y que si bien está en latín, puede encontrarse una traducción en cualquier sitio web católico (y obviamente aconsejable que sea católico). Yo no voy a reproducir el texto pero invito a rezarlo cantando, ya dejé el título para el lector que quiera hacerlo.
Que la Virgen nos acompañe hasta la cuna de Belén y sea nuestra guía siempre. Amén

lunes, 14 de diciembre de 2015

San Juan de la Cruz

+Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según San Mateo
                                                                       Mt. 21, 23-27

Jesús entró en el Templo y, mientras enseñaba, se le acercaron los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo, para decirle: "¿con qué autoridad haces estas cosas? ¿y quién te ha dado esa autoridad?" Jesús les respondió: "Yo también quiero hacerles una pregunta. Si me responden, les diré con qué autoridad hago estas cosas. El bautismo de Juan, ¿de dónde era? ¿del cielo o de los hombres?" Ellos se hacían este razonamiento: "Si respondemos: 'del cielo', Él nos dirá: 'entonces, ¿por qué no le creyeron?' y si decimos: 'de los hombres', debemos temer a la multitud, porque todos consideran a Juan un profeta". Por eso respondieron a Jesús: "No sabemos". Él, por su parte, les respondió: "Entonces yo tampoco les diré con qué autoridad hago esto".

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Hoy celebramos la memoria de San Juan de la Cruz, enorme santo que cargó su cruz personal siguiendo a Cristo con varonil coraje. En este adviento ponemos de relieve la vida de los santos que tanto ama el Señor para detenernos a tomar ejemplos sanos de Evangelio siempre vivo, es que, San Juan de la Cruz, compañero y cofundador con Santa Teresa de Ávila, ambos carmelitas, es un ejemplo para la Iglesia en todos los tiempos.
Así como Cristo nació pobremente en un pesebre, siendo Él Dios, así también el pobre Juan de la Cruz nació en una humilde familia, y su padre, un tejedor de seda, fue pobre y desheredado por haber amado a la mamá de Juan. Cuenta la historia que él no tenía habilidades para hacer la labor que sabía hacer su papá, y es por ello que terminó trabajando de criado para un médico. Sus estudios los cursó en colegio jesuita y ya desde entonces practicaba la religión con total amor a Cristo. Luego de tomar el hábito el día del señor 24 de febrero de 1563 con el nombre de Juan de San Matías (San Matías es el último de los apóstoles del colegio de los doce), continuó preparándose para recibir finalmente el orden sagrado (a pesar de su voluntad de querer ser hermano lego, lo cual no creyeron mejor los superiores, ¡y con mucho acierto!), nuestro santo pensó ingresar a la cartuja, índice esto de su notable espiritualidad. De no ser por Santa Teresa de Ávila quizá no hayamos conocido otra historia del santo, pero la Fundadora lo convenció que debía integrar el carmelo, y ya ella y muchos conocieron su olor de santidad en vida.
Se sabe en la Iglesia que San Juan era un gran místico, y los milagros que se obraron en vida por su ejemplo de Evangelio lo hicieron conocido y querido en su tiempo a pesar de algunos religiosos que sólo pensaban en hacerle daño. San Juan reformó junto a Santa Teresa el carmelo, para volver a tomar las viejas costumbres, sin tanto relajamiento que tenía en ese momento la orden. Por esto fue encarcelado y torturado por religiosos y estuvo, además, envuelto en la "noche oscura" que es una especie de vacío de Dios, en el que parece que Dios se aleja muy lejos, pero todo esto constituye la cruz con la que Dios bendijo al santo, ya que preparo su alma para una santidad perfecta.
Hoy tenemos en nuestra vida cotidiana a los pobres y a los santos que no tienen nombre en una estampita, pero los conocemos. Cuando buscamos en los santos lo hacemos para pedirles cosas, para agradecerles, para enterarnos de su vida. Hoy miramos a San Juan pensando en todos aquellos humildes cristianos que sufren de diferentes maneras y que no dejan de ser asistidos por el Padre. Ellos padecen muchas veces el sarcasmo y el maltrato de algún otro cristiano, de una persona alejada de la fe o de un presbítero que por su posición en la curia se olvidó de ser humilde y habla como hablan los mundanos y apóstatas. Para todos ellos es el consuelo de este gran santo que un día cargó su cruz hasta el final, y hoy recordamos su virtud y sus honores, que no son otros que haber corrido hasta alcanzar la meta.
El Evangelio habla del encuentro entre Dios Hijo y los sacerdotes..., quizá ellos, los sumos sacerdotes deberían haber reconocido a Cristo, y no sólo a Él, sino a los demás en Él (ya que enseñó Jesús que cuando hiciéramos algo a un pequeño hermano suyo, a Él se lo haríamos). Los sumos sacerdotes lo interrogaron: ¿con qué autoridad haces estas cosas?, y la respuesta los puso en sus conciencias sucias, ya que habían dejado que encarcelen a Juan el Bautista. Hoy son muchos los hombres de todo estado y condición social que miran el mundo como aquellos sumos sacerdotes, rebelándose incluso a la obra de Dios, que hace nacer santos y profetas en un mundo tan necesitado de Dios. A ellos este artículo, y la voz del Evangelio, para que caminemos todos este adviento purgando las culpas y corrigiendo los desvíos que no nos permiten ver al Niño Dios.
Cuántos Juanes en la historia de la Iglesia, y cuántos fariseos también. ¿Cuántas veces Cristo debe nacer de nuevo para una Iglesia más atenta a los llamados del Señor?. Rezamos por los obispos, presbíteros, diáconos y por el pueblo fiel, para que nos apartemos de la discordia que incluso llega hasta las gradas vaticanas y así volvamos a la unidad verdadera, para ser testimonio de luz en el mundo.

domingo, 13 de diciembre de 2015

domingo III de Adviento


+Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según San Lucas
                                                               Lc. 3, 2b-3. 10-18

Dios dirigió su palabra a Juan Bautista, el hijo de Zacarías, que estaba en el desierto. Éste comenzó a recorrer toda la región del río Jordán, anunciando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados. La gente le preguntaba: "¿Qué debemos hacer entonces?" Él les respondía: "El que tenga dos túnicas, de una al que no tiene; y el que tenga qué comer, haga otro tanto". Algunos publicanos vinieron también a hacerse bautizar y le preguntaron: "Maestro, ¿qué debemos hacer?" Él les respondió: "No exijan más de lo estipulado". A su vez, unos soldados le preguntaron: "Y nosotros, ¿qué debemos hacer?" Juan les respondió: "No extorsionen a nadie, no hagan falsas denuncias y conténtense con su sueldo". como el pueblo estaba a la expectativa y todos se preguntaban si Juan no sería el Mesías, él tomó la palabra y les dijo a todos: "Yo los bautizo con agua, pero viene uno que es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de desatar la correa de sus sandalias; Él los bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego. Tiene en su mano la horquilla para limpiar su era y recoger el trigo en su granero. Pero consumirá la paja en el fuego inextinguible". Y por medio de muchas otras exhortaciones, anunciaba al pueblo la Buena Noticia.

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Hoy es el domingo de Gaudete, es decir el domingo de "regocíjense" como dice la antífona de entrada de la Liturgia eucarística. Hoy tenemos la figura de Juan de nuevo y un episodio en el que muchos de sus dscípulos, de diferentes actividades sociales, recurren a él preguntándole qué deben hacer, ya que él los bautizaba para la conversión. Por una parte hablaremos hoy de la vida civil de la actualidad, sobre todo en mi país, Argentina, y por otra parte, de la Palabra de Dios en la Iglesia. Es que los tiempos que corren son oportunos para mirar las realidades con el Evangelio bien en el núcleo del espíritu.
A la pregunta que le hacen los discípulos recién bautizados, Juan responde puntualmente en cada caso lo que debían hacer aquellos para la conversión. Pero después de revisar sus palabras nos damos cuenta que en realidad el mensaje es un mensaje de justicia: los llama a ser justos no según la ley de los hombres sino según la ley de Dios, ya que si uno posee dos túnicas legítimamente, está en su derecho de poseer dos túnicas, pero, ante la desnudez de otro, lo justo es vestir al que está desnudo. Esto es expresado con más detalle, si se quiere, en la regla de San Agustín, donde se dice que se deben repartir los bienes de acuerdo a la necesidad de cada uno, y no en fracciones matemáticamente idénticas.
En el statu quo argentino parece que hay un asomo de justicia: hemos pasado de la espera a la alegría, dado que así se expresaron los ciudadanos ante una nueva autoridad civil que ya entró en vigencia hace tres días. Nosotros vemos en el Evangelio que hay una especie de ansiedad de la gente por saber si el Mesías era efectivamente Juan, a lo cual Juan responde contundente negación en su discurso. Hoy hay muchos que en el siglo piensan que una nueva autoridad será la que los libre de todos los males y así vivir en prosperidad y bonanza perfecta al fin. La respuesta más sincera y honesta es un no: no puede una persona con poder temporal acallar las dolencias de todo un pueblo. Solo Dios puede ayudarnos en eso, un Dios que celebramos en breve naciendo a la vida que conocemos los hombres. Y ese Dios nos enseñó y nos enseña hoy a cómo comportarnos, de manera que ya no cabe un "¿qué debemos hacer?". Una sociedad libre y armónica debe ser necesariamente justa, pero la justicia de ley no es como la justicia pura y perfecta: la ley puede decir lo que el hombre pretende, y la voluntad humana puede distar mucho del bien común. Esto de buscar la salvación en las glorias humanas es un error que se comete desde hace cientos de miles de años, es decir, desde que el hombre existe. No es correcto pensar que por un cambio, bueno y necesario, todo será color de rosas, ya que la voluntad de los inicuos no cesa de un día para el otro, por ejemplo, y es necesario luchar para conseguir una sociedad justa. Pero ante todo, se necesita empezar por uno mismo, ya que cada componente de la comunidad, cada ciudadano es responsable en parte proporcionada de la sociedad que se tiene. si la puja de los sectores, que parece norma al menos así en la economía que conocemos en la actualidad,  se transforma en un modelo de vida, entonces tenemos un país dividido y descontento, y no hay en él un bienestar social. En cambio, si se tiene en cuenta la justicia que enseña Cristo: dar al necesitado, entonces las cosas cambian, porque el hombre debe mover la voluntad en el corazón y no en la sola arma de la mente. No debemos olvidarnos del otro si queremos convivir y que la coexistencia no nos dañe a todos. Todos debemos estar bien, pero no todos lo estamos, entonces todos debemos preguntarnos qué se necesita para ese bien común, y no vivir peleando para garantizar posiciones y cumbres sobre un campo de basura. Hoy buscamos la paz, pues bien, la hallaremos en Cristo.
El Evangelio habla de un Juan precursor, de hecho así se lo conoce al último profeta: el precursor, que ante la confusión de la gente señala que hay otro que viene después y que tiene más poder porque bautiza con el Espíritu Santo y con fuego. Hoy en la Iglesia tenemos necesidad de retornar hacia la inocencia que nos vio nacer en el bautismo y de el brillo de nuestros ojos al recibir la confirmación sacramento. Es que la justicia que requiere este mundo nos llama a pensar en qué obras hacen falta para poder atender a la necesidad de todos los pueblos como cristianos que somos. Antes de salir a anunciar el Evangelio debe haber una profunda época de interior y Dios, algo así como un "a solas con Dios" de nuestra conciencia y nuestro espíritu para poder llevar luz y no las sombras que solemos proyectar. La conversión es tarea de siempre, a la que nunca podemos ni debemos renunciar si somos hijos de Dios. Es difícil, pero lo primero es recordar quienes somos: hombres, y hombres redimidos. La obra de Dios es tan grande que puede que no tengamos ojos para contemplarla en su extensión armoniosa. Pues ese letargo propio de cada uno de nosotros, al olvidarnos en el andar de la vida que somos cristianos, al olvidarnos la redención de Cristo, al olvidarnos la caridad que enseñó, es lo que nos hace fracasar en la vida cristiana y en la tarea de evangelizar. No nos confundamos: de entre el pueblo de Dios surgen los hombres que serán cabeza jerárquica de la Santa Iglesia Romana, y de la Iglesia católica que es la única Iglesia de Dios. Entonces, debemos tener en cuenta, todos, tanto laicos como sacerdotes, en este adviento de dos mil quince, que la justicia es la clave para un mundo mejor. No podemos olvidar, irresponsablemente, por negligencia o relajación en las costumbres, que somos ejemplos para los demás: no podemos dar a otros una imagen falsa de Cristo, si somos cristianos debemos enseñar la verdad íntegra, de lo contrario estaremos negando al propio Jesús. Pueblos y gentes nos buscan y sólo quieren ver la paz que no conoce el mundo por sí mismo. El "gaudete" de hoy nos llama a despertar de un letargo en el que muchos terminan muriendo sin sentido ni talento. Debemos encontarnos a nosotros en una vida dispuesta de oracion y gloria a Dios, en una vida de honesta sinceridad y prudencia en el andar. Hoy debemos, los hermanos, enseñar a Dios como los hombres piden a gritos en sus miserias y sus pasiones. La unidad y la "voz en el desierto" nos sean ayuda para encontrar las formas de llegar allá donde la vida tiene una pregunta: "¿qué debemos hacer?". La navidad se acerca cada semana, y solo queda un domingo más de adviento, y entonces el que debe venir vendrá en cada hogar. Algunos verán la navidad como un papel bonito cubriendo una caja triste de cartón, otros verán la esperanza de la vida terrena en la llama simple de una vela; muchos no podrán ver más que fuegos de artificios, en la desesperanza de un mundo que no los incluye. Nosotros veremos a Dios, y no podremos mirar esos ojos sin haber hecho algo por el prójimo, porque con cada gesto que tengamos con alguno de los más pequeños de sus hermanos, lo habremos tenido con Él.
Que la alegría nos venga de anunciar el Evangelio desde todos, todos los rincones de la vida. Amén

domingo, 6 de diciembre de 2015

domingo II de Adviento

+Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según San Marcos
                                                                              Mc. 1, 1-8

Comienzo de la Buena Noticia de Jesús, Mesías, Hijo de Dios. Como está escrito en el libro del profeta Isaías: "Mira, yo envío a mi mensajero delante de ti para prepararte el camino. Una voz grita en el desierto: Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos", así se presentó Juan el Bautista en el desierto, proclamando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados. Toda la gente de Judea y todos los habitantes de Jerusalén acudían a él, y se hacían bautizar en las aguas del Jordán, confesando sus pecados.
Juan estaba vestido con una piel de camello y un cinturón de cuero, y se alimentaba con langostas y miel silvestre. Y predicaba, diciendo: "Detrás de mí vendrá el que es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de ponerme a sus pies para desatar la correa de sus sandalias. Yo los he bautizado a ustedes con agua, pero Él los bautizará con el Espíritu Santo".

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San Juan Bautista • Gebhard Fuguel
Hoy aparece la figura de Juan el Bautista y nos recuerda que debemos preparar el camino: el camino para que venga el Señor es una vida de conversión, una vida de honestidad evangélica, como Dios quiere. Hoy nos preguntamos muy en lo hondo del alma qué es lo que pide Cristo de nosotros, que me pide personalmente, y qué puedo mejorar para vivir esta navidad en la dulce espera del que volverá para conducirnos a la felicidad eterna y sin fin de nuestra existencia.
Pasamos por Isaías, para llegar a Juan Bautista, son dos profetas, pero Cristo mismo dijo que no hay nadie salido del vientre de una mujer que sea mayor que Juan Bautista. Y ¿quién es Juan Bautista?, es el hijo de Zacarías e Isabel y el precursor de Cristo, es decir el que predicó su venida, antes de su vida pública según consta en las Sagradas Escrituras.
"Una voz grita en el desierto: Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos" escuchamos en el Evangelio de hoy; ¡cuántas veces en la vida cristiana hemos oído estas palabras vibrantes!, cuántas veces nos han llegado para decirnos "debés convertirte", y claro que otras tantas nos dejaron reflexionando sobre nuestro obrar en la cotidiana vida. Juan vestía pobremente un atuendo de piel de camello y un cinto de cuero, y comía miel silvestre y langostas, estaba en el desierto, todos estos elementos indican cómo era su vida, casi podría decirse que precedente del monacato cristiano más ascético, ya que llevaba vida de anacoreta (ermitaño solitario, no cenobita). A nosotros nos trae el evangelio un recuerdo de conversión de espíritu propio de los tiempos litúrgicos fuertes. La navidad se aproxima ahora con la figura de Juan Bautista que clama en el desierto para prepararnos en el desierto de nuestro espíritu un corazón bien dispuesto para alcanzar dignamente la Natividad del Señor. Pero no debemos olvidar que el Evangelio habla de el anuncio de Cristo cerca del inicio de su predicación, antes de que Juan Apóstol o Pedro Apóstol tuvieran noticias del Mesías. Quiere decir esto que por un lado debemos prepararnos para comulgar esta Navidad con verdadera conversión, y por otro lado estamos viendo que Jesús anuncia el Evangelio, y nosotros, cristianos, debemos también anunciarlo con nuestras vidas dando testimonio de Cristo, y para ello no podemos vivir fuera de Dios, lejos del Espíritu Santo, es decir, debemos vivir en Iglesia y en comunión. Juan Bautista no era ajeno a la fe ni a la vida religiosa (recuérdese que su padre, Zacarías, era sacerdote), aunque era anacoreta integraba el número de los hijos de Abraham. Así nosotros, aunque algunos seamos más bien ermitaños, somos parte de los hijos de Dios, dentro de la Iglesia. No olvidemos tampoco que evangelizar no es proclamarse a sí mismo, sino a Cristo, con la vida, con las obras, con la oración y la práctica del Evangelio. Juan Bautista dice hoy "Detrás de mí vendrá el que es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de ponerme a sus pies para desatar la correa de sus sandalias. Yo los he bautizado a ustedes con agua, pero Él los bautizará con el Espíritu Santo". Bien, nosotros somos bautizados primero con agua y después con el Espíritu Santo, en nuestra confirmación, por lo tanto hemos nacido a la Vida para tomar parte de la herencia de los hijos de Dios, así que debemos ser más reflexivos cuando observamos nuestras propias vidas en lo cotidiano y en general. La conversión no es cosa de un día, no, lleva toda la vida, pero cada día podemos mejorar un pequeño o mayúsculo aspecto de nuestro vivir, y así ofrecer eso a Dios, que mira con misericordia nuestras buenas obras. Quizá hoy la conversión implique no difamar al hermano cristiano, o no ser generador de discordia en la familia, o ser más misericordioso con los que me rodean, o no ser tan desconsiderado con el empleado, con el abuelo, con el amigo, etc. Cada uno puede examinar el corazón. Cada uno debe hacerlo y cada cual encontrará algo que cambiar, y si no lo encuentra, a la vista tiene algo ya: no poder ver el propio pecado es un indicio de soberbia, algunas veces, o de indiferencia a la vida de fe, otras veces.
Que los que hemos nacido para Cristo, para Dios, no permitamos morir en nosotros el Nombre del Señor; que Él venga y nos encuentre con el corazón encendido y dando gracias a su misericordia. Que podamos obrar como Juan Bautista, con humildad, viviendo el Evangelio cada nuevo amanecer y hasta la caída del sol para gloria de Dios y bien de los hombres. Entonces podremos cantar alegres con gozo celestial cuando Él vuelva.

jueves, 3 de diciembre de 2015

San Francisco Javier

+Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según San Mateo
                                                                  Mt. 7, 21. 24-27

Jesús dijo a sus discípulos:"No son los que me dicen 'Señor, Señor', los que entrarán en el Reino de los Cielos, sino los que cumplen la voluntad de mi Padre que está en el cielo. 
Así, todo el que escucha las palabras que acabo de decir y las pone en práctica, puede compararse a un hombre sensato que edificó su casa sobre roca. Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la casa; pero esta no se derrumbó, porque estaba construida sobre roca. Al contrario, el que escucha mis palabras y no las practica, puede compararse a un hombre insensato, que edificó su casa sobre arena. Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la casa: esta se derrumbó, y su ruina fue grande".

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Peter Paul Rubens
Los milagros de San Francisco Javier
No hay mucho más que agregar al Evangelio de hoy, que es tan claro. Sólo diremos que ayer y hoy son muchos los que dicen "Señor, Señor", como bien lo menciona San Francisco Javier en su carta a San Ignacio de Loyola, en la segunda lectura del Oficio de lectura de hoy. Muchos de los que están sumidos en el estudio vagan por el mundo de la vanagloria así como los pobres cristianos de siempre vagan en busca de agua viva que Cristo da al mundo y es administrada por los presbíteros. No son muchos los que construyen su casa en la roca, porque la mayoría de nosotros tiene sus ojos puestos en lo perecedero y solemos darnos cuenta de eso para luego confesarnos y volver a estar en amistad con Dios. construir sobre roca es tener en cuenta que no son las cosas exteriores las que cuentan para Dios: ni el rito exterior, ni la humildad fingida, ni el "gracias Dios porque no soy como ese publicano", ni ninguna forma de falsear lo que debemos ser y no somos engañándonos a nosotros mismos y demoliendo con nuestras manos torpes la casa de nuestra espiritualidad. Hay muchos que creen que abandonar la Iglesia por creencias que se dicen Iglesia y no son más que comunidades de personas puede ser construir sobre roca. Muchos sonríen lejos de la Iglesia y piensan que los católicos sólo somos un instrumento del diablo, ¡qué terrible error!. No ven que sus casas se derrumban, porque están lejísimos de la verdad. Es que los que se denominan "verdaderos cristianos" no son más que obradores de falacias maquilladas de Evangelio, pero en realidad no son culto al Dios verdadero, sino a los hombres que en el pasado se proclamaron dueños de la verdad. Es lo que hoy más nos preocupa: la gente se aleja del Dios verdadero y va tras las sombras, corriendo hacia lo que es superficial, y todo ello tiene un enorme atractivo en variedades incontables: desde lo más vulgar y mundano hasta los más articulados y engañadores intentos de credo, que no son de Dios sino de los hombres. San Francisco Javier evangelizaba, y llevaba a Cristo allí donde no se lo llevaba a la gente. Hoy los tiempos de ecumenismo son parte de la agenda de la Iglesia, pero ello no significa que no debamos compartir la verdad por obligación del mismo evangelio. algunos tienen una fe según sus propias necesidades terrenas, entonces ven a Dios tras un vidrio opaco y no distinguen más que negatividad en la faz de Cristo; otras personas reniegan viendo un mal para la libertad humana a la Iglesia, etc. Nosotros sabemos que no hay nada mejor que vivir en la familia de Dios, porque somo eso: la familia de Dios. Pero no debemos olvidar que entre los que van a Misa todos los domingos, o incluso todos los días, también puede caber esa exterioridad fría del "Señor, Señor". Por eso, no dejemos dormir el corazón cuando ponemos a Dios en los labios, porque no somos simples criaturas, sino hijos de Dios. vivamos según el nombre que llevamos, como dijo otro santo; somos cristianos y no actores. Es tiempo de conversión.

miércoles, 2 de diciembre de 2015

miércoles I de adviento

+Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según San Mateo
                                                                       Mt. 15, 29-37

Jesús llegó a orillas del mar de Galilea y, subiendo a la montaña, se sentó. Una gran multitud acudió a Él, llevando paralíticos, lisiados, ciegos, mudos y muchos otros enfermos. Los pusieron a sus pies y Él los sanó. La multitud se admiraba al ver que los mudos hablaban, los inválidos quedaban sanos, los paralíticos caminaban y los ciegos recobraban la vista. Y todos glorificaban al Dios de Israel. Entonces Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: "Me da pena esta multitud, porque hace tres días que están conmigo y no tienen qué comer. No quiero despedirlos en ayunas, porque podrían desfallecer en el camino". Los discípulos le dijeron: "¿Y dónde podríamos conseguir en este lugar despoblado bastante cantidad de pan para saciar a tanta gente?" Jesús les dijo: "¿cuántos panes tienen?" Ellos respondieron: "siete y unos pocos pescados". Él ordenó a la multitud que se sentara en el suelo; después tomó los panes y los pescados, dio gracias, los partió y los daba a los discípulos, y ellos los distribuían entre la multitud. Todos comieron hasta saciarse, y con los pedazos que sobraron llenaron siete canastas.

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Este pasaje nos muestra un Jesús milagroso, sanando enfermos y alimentando a la multitud con unos pocos panes. Los milagros no pueden hacerlo los hombres, sino sólo Dios; más tarde Cristo le daría autoridad a los Apóstoles, y por extensión a sus sucesores, para obrar milagros en su Nombre.
Pedir milagros no es ni bueno ni malo en sí mismo; es bueno por la fe que supone el hecho de pedir un milagro y es malo si, en la persona, su fe depende de el cumplimiento de ese milagro por parte de Dios. En este pasaje, como en otros, hay gente que pide milagros y gente que no los pide. Piden milagros los que están enfermos, pero nada piden los que siguen a Cristo aún pasando hambre. No obstante estas cosas por parte del hombre, Jesús conoce las necesidades de la gente, y se apiada tanto del enfermo como del hambriento: así obra el milagro de la cura de las enfermedades como el de la multiplicación de los panes. Tanto unos como otros son hermanos, y Dios los ama por igual.
Cristo dijo: "Me da pena esta multitud, porque hace tres días que están conmigo y no tienen qué comer". En nuestras vidas muchas veces estamos con Cristo y no tenemos qué comer; lo tenemos a Él, que es lo más importante, pero pasamos hambre porque no somos ángeles, sino humanos. Vemos entonces que Cristo se apiada y siente pena por eso, "pena" con sana significación, recordemos que Jesús es Hijo del padre, y no sólo humano. Esta misericordia de Dios es eterna y estuvo siempre, ya que la misma venida de Cristo nacido en Belén fue obra de misericordia, como si a Dios le hubiera dado pena que tantos lo seguían y no tenían alimento de Vida, y por eso desfallecían. Vemos claramente que Dios no castiga, sino que siente misericordia. Vemos que el hombre padece males que no tienen nada que ver con Dios, ya que si las enfermedades vinieran del cielo, de Dios, entonces ¿por qué Cristo sanaba a tantos enfermos?, si partimos de la suposición de que es un castigo divino, ¡no tiene sentido luego que Dios sane a los enfermos!. No, Dios no es el malo que castiga, no nos confundamos, el que castiga es el pecado y el diablo, Dios es amor.
Por otra parte tenemos que la enfermedad de estos días se ha sofisticado tanto que ha pasado de ser una enfermedad física a ser una enfermedad social. Es que la injusticia y la desigualdad hacen estragos en el mundo y engendran muchas otras formas de males. Cuando a un niño no se lo ama y no se lo tiene en cuenta, ese niño no aprende sino a vivir sin consideración por los demás, y luego, cuando es adulto comete crímenes. No hablo de pobre y  ricos, cada uno de estos dos modelos mundanos tienen sus formas de obrar en la circunstancia de su existencia desde niños. Los males del hombre muchas veces vienen del propio hombre, pero no todas las veces es así. El diablo es el príncipe de la confusión, la malignidad y el caos. Las sociedades entonces buscan poder, o matan por poco que puedan conseguir, hacen la guerra, se matan entre ellos por un poco más de dinero, etc. Nada de esto tiene que ver con Dios. Seguramente Cristo llora cada vez que la desigualdad, el hambre y los males llegan a pesar en los niños y hasta en algunos casos a opacarles el alma. Pero la injusticia no puede ser eterna, si hay Dios no puede pasar una injusticia eterna, y de hecho no pasará. Esto debe terminar y es por ello que la parusía (la segunda venida de Cristo) pondrá fin a estas desgracias de la humanidad.
Retomemos el Evangelio y notemos que Cristo dice: "No quiero despedirlos en ayunas, porque podrían desfallecer en el camino", por lo que nadie que esté con Cristo volverá a la cotidianidad vacío, o en ayunas. Dios es alimento de nuestra alma y con él no pasaremos hambre espiritual. Muchas veces, incluso nosotros, cristianos, ponemos "límite" a la oración, o tomamos distancia de vivir según el Evangelio porque no encontramos cosas propias del mundo, que ofrece sensaciones y placer de una manera muy distante de la sana vida. Cristo no es una pérdida de tiempo, sino una ganancia de Vida, no de vida como conoce el mundo, sino de vida eterna.
El Evangelio es claro, y nos llama a conocer a Jesús, no a fascinarnos con los milagros como si se tratara de una sesión de cartas de tarot, que nada tiene que ver con Dios, al contrario. No solemos vivir en la paz del Señor, pero se acerca la Navidad y, en cambio, llenamos heladeras y muebles de cocina con toda clase de alimentos y hasta compramos fuegos artificiales, y todo ello sin saber qué es lo que celebramos en realidad. Navidad es el nacimiento de cristo en el pesebre de Belén, ciudad de Jedea, actual Cisjordania. Cristo no es un mago o alguien que nos deba favores o bienes de toda clase; ante todo es Dios. Esto no es una clase de moral ni un mirar la paja en el ojo ajeno, sino compartir reflexiones en la libertad civil y religiosa, con doble derecho: civil y canónico.
Dios quiera que cada día de este adviento podamos crecer en el conocimiento de Él y vivir según Él para convertir a la humanidad en humanidad verdadera y para construir una sociedad cada vez mejor. Esperamos tu venida Señor, no tardes.

martes, 1 de diciembre de 2015

martes I de adviento


+Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según San Lucas
                                                                      Lc. 10, 21-24

En aquel tiempo, lleno de la alegría del Espíritu Santo, exclamó Jesús: "Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y a los entendidos, y las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, porque así te ha parecido bien. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo, sino el Padre; ni quién es el Padre, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiere revelar."
Y volviéndose a sus discípulos, les dijo aparte: "¡Dichosos los ojos que ven lo que vosotros veis! Porque os digo que muchos profetas y reyes desearon ver lo que veis vosotros, y no lo vieron; y oír lo que oís, y no lo oyeron."

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Para profundizar en la conciencia, ser cristianos es una bendición gigante. Muchos "sabios" de hoy y de hace dos mil años no entendieron el mensaje del Evangelio y el signo de la Cruz. Nosotros si.

El pasaje enseña a un Cristo alegre y exclamando a su propio Padre. Da gracias por haber dado a conocer el Evangelio a los sencillos. Entonces la primera reflexión es. ¿somos aquellos "sencillos" de que habla Cristo?. Muchas veces nos parece que el mundo gira en torno a nosotros, es que la soberbia nunca descansa en nuestro corazón. Jamás. Somos acechados constantemente por esa soberbia que nos consume y nos aleja de la paz. Somos lo que somos: humanos, ni más ni menos. Pero...¿acaso no somos hijos de Dios?, por Cristo si, por nosotros mismos no. ¿Cuanto más vale un concierto que una Misa?, ¿cuánto más un boliche que la oración?. ¿Es eso ser sencillo?, ¿qué es eso de ser "sencillos"?. Bueno, en la vida tenemos mil cosas que hacer, todas nos agradan, si no las abandonamos y ya no nos ponemos con algo que no nos parece lo mejor ¿verdad?, bueno, en la Vida eterna lo mejor es el bien, y el bien que viene de Dios, no de los mortales. Bueno, entonces sin despreciar lo que es propio de nuestro quehacer favorito debemos dedicar tiempo a cultivar la eternidad en nuestras vidas. O no.
Para Cristo es causa de alegría que estas cosas propias de la fe las conozcan mejor los más humildes que los más soberbios. La sabiduría consiste en conocer a Dios, y eso es lo que hace el buen cristiano: es sabio. No es el palio ni la mitra, no la estola ni la corona, ni un CEO en tecnología aeroespacial, nada de eso, sino el conocimiento de Dios lo que nos confiere sabiduría, y ese es un don del Espíritu Santo que tenemos todos los confirmados.
Hoy tenemos el deber de ser sencillos, sencillitos como los Apóstoles.
A los Apóstoles les dijo " ¡Dichosos los ojos que ven lo que vosotros veis!", porque estaban siendo testigos del día en que la promesa se cumplió. ¿Ves?, Dios cumple, y nosotros ¿cumplimos?.
Mañana será otro día, quizá pase todo esto como aire entre las plantas para todos, pero lo que nunca va a dejar de ser es el ser de Dios. Humildes pidamos la fe y la humildad humildemente, porque Dios se hizo nada con humildad para enseñar a la persona humana a ser humano. Mañana será otro día, pero hoy leemos este pasaje a la luz de la fe. No son los doctos los que merecen algo, de hecho nadie merece nada bajo el sol del Señor, pero Dios nos ama, y su amor es gratis, y nos enseñó a dar gratis lo que gratis recibimos, entonces seamos alumnos y compartamos entre nosotros la enseñanza que adoctrina en la humildad. Uno solo es Maestro. alégrense más bien de que sus nombres estén escritos en el cielo.