martes, 1 de diciembre de 2015

martes I de adviento


+Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según San Lucas
                                                                      Lc. 10, 21-24

En aquel tiempo, lleno de la alegría del Espíritu Santo, exclamó Jesús: "Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y a los entendidos, y las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, porque así te ha parecido bien. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo, sino el Padre; ni quién es el Padre, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiere revelar."
Y volviéndose a sus discípulos, les dijo aparte: "¡Dichosos los ojos que ven lo que vosotros veis! Porque os digo que muchos profetas y reyes desearon ver lo que veis vosotros, y no lo vieron; y oír lo que oís, y no lo oyeron."

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Para profundizar en la conciencia, ser cristianos es una bendición gigante. Muchos "sabios" de hoy y de hace dos mil años no entendieron el mensaje del Evangelio y el signo de la Cruz. Nosotros si.

El pasaje enseña a un Cristo alegre y exclamando a su propio Padre. Da gracias por haber dado a conocer el Evangelio a los sencillos. Entonces la primera reflexión es. ¿somos aquellos "sencillos" de que habla Cristo?. Muchas veces nos parece que el mundo gira en torno a nosotros, es que la soberbia nunca descansa en nuestro corazón. Jamás. Somos acechados constantemente por esa soberbia que nos consume y nos aleja de la paz. Somos lo que somos: humanos, ni más ni menos. Pero...¿acaso no somos hijos de Dios?, por Cristo si, por nosotros mismos no. ¿Cuanto más vale un concierto que una Misa?, ¿cuánto más un boliche que la oración?. ¿Es eso ser sencillo?, ¿qué es eso de ser "sencillos"?. Bueno, en la vida tenemos mil cosas que hacer, todas nos agradan, si no las abandonamos y ya no nos ponemos con algo que no nos parece lo mejor ¿verdad?, bueno, en la Vida eterna lo mejor es el bien, y el bien que viene de Dios, no de los mortales. Bueno, entonces sin despreciar lo que es propio de nuestro quehacer favorito debemos dedicar tiempo a cultivar la eternidad en nuestras vidas. O no.
Para Cristo es causa de alegría que estas cosas propias de la fe las conozcan mejor los más humildes que los más soberbios. La sabiduría consiste en conocer a Dios, y eso es lo que hace el buen cristiano: es sabio. No es el palio ni la mitra, no la estola ni la corona, ni un CEO en tecnología aeroespacial, nada de eso, sino el conocimiento de Dios lo que nos confiere sabiduría, y ese es un don del Espíritu Santo que tenemos todos los confirmados.
Hoy tenemos el deber de ser sencillos, sencillitos como los Apóstoles.
A los Apóstoles les dijo " ¡Dichosos los ojos que ven lo que vosotros veis!", porque estaban siendo testigos del día en que la promesa se cumplió. ¿Ves?, Dios cumple, y nosotros ¿cumplimos?.
Mañana será otro día, quizá pase todo esto como aire entre las plantas para todos, pero lo que nunca va a dejar de ser es el ser de Dios. Humildes pidamos la fe y la humildad humildemente, porque Dios se hizo nada con humildad para enseñar a la persona humana a ser humano. Mañana será otro día, pero hoy leemos este pasaje a la luz de la fe. No son los doctos los que merecen algo, de hecho nadie merece nada bajo el sol del Señor, pero Dios nos ama, y su amor es gratis, y nos enseñó a dar gratis lo que gratis recibimos, entonces seamos alumnos y compartamos entre nosotros la enseñanza que adoctrina en la humildad. Uno solo es Maestro. alégrense más bien de que sus nombres estén escritos en el cielo.