sábado, 8 de junio de 2013

Inmaculado corazón de María


+Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según San Marcos
                                                                                                                                           Mc. 12, 38-44

Jesús enseñaba a la multitud: "Cuídense de los escribas, a quienes les gusta pasearse con largas vestiduras, ser saludados en las plazas y ocupar los primeros asientos en las sinagogas y los banquetes; que devoran los bienes de las viudas y fingen hacer largas oraciones; éstos serán juzgados con más severidad".
Jesús se sentó frente a la sala del tesoro del templo y miraba cómo la gente depositaba su limosna. Muchos ricos daban en abundancia. Llegó una viuda de condición humilde y colocó dos pequeñas monedas de cobre. entonces Él llamó a sus discípulos y les dijo: "Les aseguro que esta pobre viuda ha puesto más que cualquiera de los otros, porque todos han dado de lo que les sobraba, pero ella, de su indigencia, dió todo lo que poseía, todo lo que tenía para vivir".
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Hoy celebramos el Inmaculado Corazón de María que se une al de Cristo, su Hijo, nuestro Señor, en estas dos fechas tan armónicas y justamente continuadas. el Evangelio nos propone uno de los aspectos de la Virgen si nos detenemos en la figura de aquella viuda: una mujer judía sin marido era tenida en poca cuenta en aquella época en el pueblo hebreo; la más humilde de las personas y la más sufrida tanto material como moralmente en esa cultura y en ese tiempo. Nuestra Señora, que no fue una reina como las que pensaba el mundo, que no fue tampoco una profetisa ni la esposa de un hombre de alta clase de la época, sin embargo dio de sí todo lo que poseía: en primer lugar se donó a sí misma guardando intacta virginidad por agradar en esa manera a Dios, también ofreció todo de sí con su asentimiento a la vocación de Madre de Dios anunciada por San Gabriel, el Arcángel de la Anunciación; finalmente lo dio todo cuando, siendo virgen y habiendo recibido divinamente la maternidad celestial, perdió a su único Hijo de la forma más cruenta que pudo haber existido jamás: Dios, el Bien Supremo hecho hombre en la Persona de Cristo, murió en una cruz después de una extensa agonía física y espiritual..., sí, el Justo por nosotros se dio a los malvados brazos humanos. Ya Simeón había profetizado las "siete espadas" que atravesarían el Corazón Inmaculado de la Virgen, en la Pascua de aquel día, en la consumación de la Nueva Alianza, María daba todo de sí: su vida, su Hijo, su dolor..., y su esperanza.
Pero no creamos que la Virgen dio todo como quien ya no posee nada y sólo abraza la muerte; su donación era el eco humano de lo que vino a realizar el Salvador, y es por ello que tantos cristianos, y yo mismo insisto, aunque aún no es dogma de fe, en la co-redención de María. Ella dio la humanidad a Dios, y no sólo la de sí misma y la que tomaría el Espíritu Santo para engendrar de su vientre a Jesús el Hijo de Dios, sino que también se donó como primera creatura de la Alianza definitiva de Dios con los hombres, y es por ella que la humanidad puede aspirar sublime y definitivamente a la reconciliación de la naturaleza humana con el Padre Creador para ser parte del Reino celeste: en su "si", tan breve, tan humilde, pero tan gigante, estaban las voces futuras de todos y absolutamente todos los cristianos y hombres conversos, los Apóstoles, los santos, los mártires, y hasta las mismas personas de la Antigua Alianza que tanto esperaron el día del regreso la la comunión perfecta con el Santo de los santos. María dio su "sí" y dio su ser, pero confiaba con la más acabada y fulgurante fe en aquel que la predestinó desde la eternidad. Con fe pronunció en nombre de la humanidad un "Señor, tú lo sabes todo, sabes que te amo" que el Vicario de Cristo dio después de Ella para conducir la Iglesia del Señor bajo su manto maternal, es decir, las profundidades más íntimas del corazón humano, ahí donde Dios y el hombre se encuentran en diálogo eterno dieron definitiva y perpetua respuesta, en profesión de fe, de un amor pobre pero decididamente real (con ambos significados) ante el mismo Amor que goza de que el humano quiera estar por siempre a su lado.
La Virgen no es viuda, porque no careció ni carecerá jamás de Dios, pero siendo la Madre dolorosa es viuda del pecado, pues desde antes de nacer, pero en el proyecto insondable y santo de la Santísima Trinidad, ella tenía en potencia una humanidad que enviudaba del signo del traidor, se separaba la naturaleza humana del pecado con antelación al tiempo, en el cual nacería el Cristo que , con su Madre sólamente humana, compartiría esta característica de poseer condición de hombre sin pecado alguno.
La Virgen es el modelo y el "molde de Dios", como bien señala San Luis María Grignion de Montfort, porque de su maternidad universal, y como primada de la humanidad, surgen cristianos piadosos que donan su ser a Dios como buenos cristianos del modo más perfecto que puedan copiar. La Virgen silenciosa, humilde, casi inadvertida en el Evangelio, pero presente en cada momento de la vida temporal del Señor, guardaba en su corazón estas cosas que quizá no entendía acabadamente, pero que son parte de la esperanza cristiana en un Dios único que no defrauda.
Dio todo lo que tenía..., Ella dio todo lo que tenía y sigue donándose en el tiempo aunque reina en la eternidad. María, Virgen Santa, que diste a luz la Luz del mundo anteponiendo el Bien universal a tus proyectos y voluntad, enseñanos a ser amantes de tu corazón sin mancha para extender nuestras pequeñas manos al cielo en tus brazos de mamá. Reina y Señora nuestra, que en tu humildad de ser esclava del Amor aceptaste de ese Amor la gloria de un sacrificio breve por el mayor bien triunfal, acuná nuestras vidas en tu Corazón para que un día despierten a la Vida Eterna. Amén

Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús


+Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según San Lucas
                                                                                                                                          Lc. 15, 3-7        

Jesús dijo a los fariseos y a los escribas esta parábola: Si alguien tiene cien ovejas y pierde una, ¿no deja acaso las noventa y nueve en el campo y va a buscar a la que se había perdido, hasta encontrarla? y cuando la encuentra, la carga sobre sus hombros, lleno de alegría, y al llegar a su casa llama a sus amigos y vecinos, y les dice: "Alégrense conmigo, porque encontré la oveja que se me había perdido". Les aseguro que, de la misma manera, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta, que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse.
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Celebrando el Amor de Dios leemos y meditamos este Evangelio que nos habla de la misericordia del Señor con los pecadores. Dios va en busca de los que se pierden y no mira sólo en los millares de santos que tiene a su alrededor para saciar su sed de llevarse consigo a los hijos redimidos que vivan cada día el camino de conversión. Llama a cada oveja por su nombre y se ocupa de cada corazón humano creado a su imagen y semejanza. El Señor te nombra y te dice en alta voz "lo quiero, quedás sanado" cada vez que nos reconciliamos con él sacramentalmente para volver a la vida de gracia y así regresar al banquete eterno del Reino que ya está entre nosotros.
En la actualidad existe en el mundo un malestar propio de las consecuencias más graves del pecado. En muchas naciones donde no existía el amparo jurídico de prácticas aberrantes y contrarias a la voluntad de Dios, ahora surgen con estandartes de falsas victorias y bienestar sobre derechos y soluciones falaces que sólo buscan destruir la identidad humana. Hay pueblos que padecen hambre más que nunca, hay quienes sufren guerras y quienes amenazan con guerras, hay personas que no encuentran trabajo o se quedan sin él, hay generaciones postergadas en el olvido social y existe una gran problemática de orden social en muchas naciones del mundo. en todo este marco nosotros los cristianos estamos llamados a evangelizar con nuestras vidas y ejemplo pero de una forma activa y decidida, porque si al Señor le preocupa una sola oveja perdida no hay manera de omitir la necesidad de Dios que tienen los hombres en este tiempo. El Evangelio no se lleva sólo con la Palabra, sino con los ejemplos al alcance de todos, como estas parábolas que Cristo pronunció para todo el pueblo que lo escuchaba. El que oye quizá no entienda, pero el que escucha está atento y la Palabra de Dios siembra Vida en él. Estos problemas que involucran a muchos hombres en todo el mundo son preocupantes pero ayudan a llevar a cada ser a Cristo resucitado, al tiempo que nos compromete a obrar en el campo como jornaleros dedicados.
El Sagrado Corazón de Jesús es el mismo que por amor quiso hacerse como nosotros en todo menos en el pecado; es el mismo que latía de amor en los brazos de la Virgen María cuando bebé y cuando niño; es ese corazón que un día predicó en Israel la Nueva Alianza eterna; el que sintió el dolor por una humanidad dura y obstinada en las puertas de Jerusalén, el que lloró en el huerto de los olivos, el que padeció el ultraje de los incrédulos, el que enseñó a ser hombre al hombre para llevarlo en sí al cielo eterno. Ese Corazón que fue traspasado y aún así no dejó de concedernos gracias celestiales, ese mismo es el que hoy quiere llenar tu miseria y tu alma de su misericordia y don para que seas un hijo de Dios digno del nombre cristiano. Cuando uno crece y conoce a Dios en la Iglesia entiende que la misión de salir a buscar a la oveja perdida no es sólo una tarea para el Vicario de Cristo, para los Cardenales, Obispos, sacerdotes y diáconos. No, todo laico tiene el deber de dar a conocer lo vivido y comunicar la fe en los diversos ámbitos de la vida cotidiana y en las distintas épocas de la historia por más difícil que resulte esta magnífica misión. Debemos trabajar para nuestra salvación y la de los demás corrigiendo nuestras faltas y perdonándonos mutuamente al tiempo que construimos un mundo más cristiano luchando con valentía por apartar las tinieblas de donde haya humanidad. Y esto a veces significa enfrentarnos a personas que son como ovejas perdidas o, lamentablemente, como lobos en busca de ovejas. Nadie puede determinar no llevar a Dios a determinadas gentes. Todos debemos seguir al maestro que enseña predicar a todo hombre sin distinción ninguna. Algunos de nosotros tendremos más facilidad que otros en el discurso, otros en la vida ejemplar y algunos en una vida más armónica. en cualquier caso todos tenemos que celebrar el amor de Dios que se nos ha dado y ser como Él que es paciente y humilde de corazón. Y cuando las dificultades amenazan en la batalla, entonces elevemos los ojos y, por la memoria de los mártires, de los apóstoles, de la Virgen Madre y de nuestro Señor no bajemos los brazos sin dar batalla contra el enemigo, contra el pecado, sabiendo que al final la guerra está ganada pero debemos trabajar, como tantos santos, como Santo Domingo de Guzmán, por la salvación de las almas llevando en cada paso la Divina Misericordia que nos ampara y conquista nuevas tierras, y teniendo presente que si Él amo hasta dar su vida por los hombres nosotros debemos corresponder ese amor por Él y por los que están llamados a ser hermanos en unidad santa. esta parábola la dijo Cristo a los hombres más duros de entendimiento de aquel tiempo, a propósito de sus murmuraciones contra las obras de Jesús que inclinaba su corazón a los que lo necesitaban: pecadores y publicanos. El hecho es que la oveja perdida no debe ser objeto de nuestro juicio interior ni exterior ni mucho menos de murmuración contra ellos, sino de misericordia como bien señala Dios, y no detener la atención tanto en los que son justos y santos (que de hecho todos somos pecadores salvo la Santísima Virgen), sino más bien en tender la mano fraternal y corregir a los que se equivocan para su edificación y no para su ruina o servir a los demás para seguir a Cristo en su condición regia que es de servicio. Habrá otros que nos señalen porque no entenderán estas cosas, a ellos también se les da esta parábola para que cierren los ojos corporales y abran los ojos del corazón. Así, atendiendo este llamado del Dios que es Amor, atendamos también la Voz que dice "El que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí. El que encuentre su vida, la perderá, y el que pierda su vida por mí, la encontrará". Amén