jueves, 17 de enero de 2013

San Antonio Abad


Nació en una población del alto Egipto, al sur de Menfis, el año 251. Antonio se retiró a la soledad siguiendo el ejemplo de un anciano ermitaño de los alrededores. El trabajo manual, la oración y la lectura constituyeron en adelante su principal ocupación. A los 54 años de edad, hacia el año 305, abandonó su celda en la montaña y fundó un monasterio en Fayo.El monasterio consistía originalmente en una serie de celdas aisladas, pero no podemos afirmar con certeza que todas las colonias de ascetas fundadas por san Antonio estaban concebidas de igual manera. Más tarde, fundó otro monasterio llamado Pispir, cerca del Nilo.

San Antonio exhortaba a sus hermanos a preocuparse lo menos posible por su cuerpo, pero se guardaba bien de confundir la perfección, que consiste en el amor de Dios, con la mortificación. Aconsejaba a sus monjes que pensaran cada mañana que tal vez no vivirían hasta el fin del día, y que ejecutaran cada acción, como si fuera la última de su vida. "El demonio-decía- teme al ayuno, la oración, la humildad y las buenas obras, y queda reducido a la impotencia ante la señal de la cruz".

Hacia el año 355, hizo un viaje a Alejandría a petición de los obispos para refutar a los arrianos. Ahí predicó la consustancialidad del Hijo con el Padre, acusando a los arrianos a confundirse con los paganos "que adoran y sirven a la creatura más bien que al Creador", ya que hacían del Hijo de Dios una creatura.

Murió en el año 356, a la edad de 105 años. Parece que en 561, sus restos fueron descubiertos y trasladados a Alejandría, después a Constantinopla, y finalmente a Vienne de Francia. Las imagenes representan generalmente a San Antonio con una cruz en forma de T, una campanita, un cerdo, y a veces un libro. La liturgia bizantina invoca el nombre de San Antonio en la preparación eucarística, y el rito copto.



domingo, 6 de enero de 2013

Solemnidad de la Epifanía de Nuestro Señor Jesucristo


+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según San Mateo
                                                                                                             Mt. 2, 1-12

Cuando nació Jesús, en Belén de Judea, bajo el reinado de Herodes, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén y preguntaron: «¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque vimos su estrella en Oriente y hemos venido a adorarlo». Al enterarse, el rey Herodes quedó desconcertado y con él toda Jerusalén. Entonces reunió a todos los sumos sacerdotes y a los escribas del pueblo, para preguntarles en qué lugar debía nacer el Mesías. «En Belén de Judea, –le respondieron–, porque así está escrito por el Profeta: "Y tú, Belén, tierra de Judá, ciertamente no eres la menor entre las principales ciudades de Judá, porque de ti surgirá un jefe que será el Pastor de mi pueblo, Israel"». Herodes mandó llamar secretamente a los magos y después de averiguar con precisión la fecha en que había aparecido la estrella, los envió a Belén, diciéndoles: «Vayan e infórmense cuidadosamente acerca del niño, y cuando lo hayan encontrado, avísenme para que yo también vaya a rendirle homenaje». Después de oír al rey, ellos partieron. La estrella que habían visto en Oriente los precedía, hasta que se detuvo en el lugar donde estaba el niño. Cuando vieron la estrella se llenaron de alegría, y al entrar en la casa, encontraron al niño con María, su madre, y postrándose, le rindieron homenaje. Luego, abriendo sus cofres, le ofrecieron dones, oro, incienso y mirra. Y como recibieron en sueños la advertencia de no regresar al palacio de Herodes, volvieron a su tierra por otro camino.
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Dios ama tanto al hombre que quiso para sí una Natividad; Dios ama tanto al hombre que quiso para sí una muerte en Cruz; Dios ama tanto al hombre que le dio su Vida, haciéndolo hijo suyo para siempre.
La Pascua del Señor es la máxima celebración para el cristiano, pero sin Natividad no hay Pascua.
La Epifanía es el principio del gran signo del Amor. El cumplimiento de la promesa del Corazón insistente de Dios. Corazón que busca a sus hijos perdidos y llama al corazón, porque fuimos hechos para estar junto a Él y, como dice san Agustín "nuestro corazón estará inquieto hasta que descanse en tí".
Un bebé envuelto en pañales, nacido de una Mamá Virgen, Pura y Santa..., no es un bebé más, no es sólo un bebé, Él es el bebé Dios: el más hermoso bebé que haya nacido de mujer. Y así como el amor sonriente de un bebé nos enternece, el Amor eterno de este bebé enciende el corazón en un fuego que no consume ni se extingue; no obliga a amarlo pero permanece siempre encendido. Mas, si lo amamos, ya  que Él nos ama, habremos encontrado la felicidad, la clave de la vida.
Hoy celebramos la Epifanía de nuestro Señor, su manifestación a los hombres. Digamos con el salmista "portones, alzad los dinteles, levantaos puertas antiguas", y que nuestro corazón reciba la Luz que quiere habitar en nosotros.
Hemos peregrinado siguiendo a la estrella junto a los magos y ahora contemplamos al Rey del Cielo entre nosotros, con nosotros y como nosotros. Ya nada es como antes. el humano ha sido enormemente bendecido, el Señor llama y Belén resplandece. Los que llegan a Belén adoran al Gran Rey, le dan sus ofrendas y les cuesta volver, pero vuelven por otro camino, el camino de la paz.
¡Oh, niñito Dios!, ¡oh, Cristo, Amor que encendés toda mi alma!, dejame tomarte en mis brazos para morir de amor, y, amando, pueda vivir para vos eternamente.