martes, 13 de mayo de 2014

Lunes IV del tiempo pascual



+Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según San Juan
                                                                  Jn 10, 1-10

Jesús dijo a los fariseos: "Les aseguro que el que no entra por la puerta en el corral de las ovejas, sino trepando por otro lado, es un ladrón y un asaltante. El que entra por la puerta es el pastor de las ovejas. El guardián le abre y las ovejas escuchan su voz. Él llama a cada una por su nombre y las hace salir. Cuando ha sacado todas las suyas, va delante de ellas y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz. Nunca seguirán a un extraño, sino que huirán de él, porque no conocen su voz". Jesús les hizo esta comparación, pero ellos no comprendieron lo que les quería decir.
Entonces Jesús prosiguió: "Les aseguro que Yo soy la puerta de las ovejas. Todos aquellos que han venido antes de mí son ladrones y asaltantes, pero las ovejas no los han escuchado. Yo soy la puerta. El que entra por mí se salvará; podrá entrar y salir, y encontrará su alimento. El ladrón no viene sino para robar, matar y destruir. Pero yo he venido para que las ovejas tengan Vida, y la tengan en abundancia".
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"Todos aquellos que han venido antes de mí son ladrones y asaltantes, pero las ovejas no los han escuchado".
El Señor se refiere a los maestros que no enseñan a Dios, sino que se sirven de los demás según su egoísmo y roban almas para dejarlas vacías de Dios y llenas de cosas exteriores y de ideas erradas, de prácticas sin sentido y de una enorme distancia a Dios. A propósito de 'robar almas', robar es un pecado prohibido en los diez mandamientos, ahora bien, si el que gana un alma para Dios cubre la multitud de sus pecados, el que le roba a Dios..., ¿se salvará?...
Pero Dios es Misericordia y eso quiere de nosotros.
Acá parece que Cristo le habla a los Apóstoles (y no sólo a los fariseos) de quienes son maestros de la ley, los que estaban antes que Él (en el tiempo), pero a nosotros bien nos dice de nuestro tiempo que hay ladrones y asaltantes. Lo dice hoy, en el Evangelio de la liturgia de hoy y lo dice mañana preguntándose hoy:
¿encontraré fe sobre la tierra?
¿Quiénes son tus ladrones y asaltantes?..., ¿podés nombrarlos?...ó ¿podés enumerar tus ídolos?...
Pero continúa diciendo "las ovejas no los han escuchado". Es clara referencia del discípulo, del cristiano, del fiel. No, no los hemos escuchado, no, porque te reconocemos, Señor, desde el bautismo. No, ellos no los escucharon, nuestros padres se negaron a escuchar a "maestros" e ídolos. Así ellos sufrieron el martirio, derramaron su sangre y su fe hemos recibido. Por esto, ¿cómo vamos ahora a ir detrás de traidores o detrás de traiciones cuando nuestros padres, los primeros hermanos, tanto han padecido?. "Yo soy la puerta"..., ¡la puerta del cielo!, nadie puede estar con Dios si no entra por la puerta, la puerta estrecha cuyo dintel son esos brazos extendidos y ensangrentados por amor a los hombres.
"El que entra por mí se salvará; podrá entrar y salir, y encontrará su alimento".
Entremos a la Iglesia del Señor, comamos su carne y bebamos su sangre, podremos entrar y salir y encontrar alimento.
En la versión de Johann Straubinger encontramos este versículo así: "Yo soy la puerta, si alguno entra por Mí, será salvo; podrá ir y venir y hallará pastos". El autor habla sobre este "ir y venir" de la libertad que Cristo da por su palabra después de prepararlos; refiere también el pasaje de Jn 8, 31 "la verdad os hará libres". Recordemos que el Señor dijo "Yo soy la Verdad". Pero nosotros, ya cristianos, debemos ver lo que nos dice Cristo sobre el "entrar y salir" del Templo y encontrar el alimento. El Papa, "casualmente" un buen pastor y "casualmente" el Vicario de Cristo, nos dice "salgan", "salgan a las calles". Parece una alegoría del Pentecostés cristiano en tiempos de la nueva evangelización a la que llamó su antecesor, Benedicto XVI, "siempre y en todo lugar". La Verdad debe donarse, como fue donada por Dios, sin duda, y nosotros debemos alimentarnos "entrando" por la Puerta, en la Iglesia, al templo; comulgar, las ovejas de su rebaño. No sólo ese es nuestro alimento, aunque sin el "pan de los ángeles" no somos nada, también tenemos que alimentarnos de la vida cristiana estando en gracia delante de Dios. "No sólo de pan se alimenta el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios", efectivamente, debemos "salir" alimentados del pan de Vida y de la Palabra y llevar a los demás la Buena Noticia, como "rescatando" a las ovejas robadas y a los que aún no son "ovejas".
Salir..., pero ¿cómo conciliar esto con los que no llevamos una vida activa, sino contemplativa?, bueno, señores, el que contempla escribe. El contemplativo está más cerca de la lapicera que el que es obrero. el que contempla evangeliza instruyendo, y sus escritos son fe vivida, éste es precisamente el significado de "la fe sin las obras está muerta". El que no entra no puede salir, porque ¡está afuera!. Sin gracia no hay contemplación, sin el pan de los ángeles no hay gracia, sin reconciliación no hay alimento de vida eterna: por la humildad y la conversión entramos por la puerta. Pero sabemos que, al menos nosotros, no logramos contemplar si no estamos en gracia, y estando lejos de Dios se nos quita la contemplación y la sabiduría, y esto lo sentimos en forma evidente por medio de una tristeza del alma al estar en pecado; así debemos humillarnos y rezar como bien escribió un contemplativo cartujo que una carta, y de a poco, pero no tan instantáneamente, volverá a nosotros la capacidad de entendimiento e instrucción en las cosas santas, tanto de la Palabra como de la vida cristiana. Digo "no instantáneamente" refiriéndome al que se suelta de la mano del Padre. Cuanto podamos hacer los contemplativos para evangelizar, lo haremos en comunión, y no sin ella, esto será también obediencia, obediencia a Cristo y a Pedro..., ¡se entiende!, ¿verdad?. Aun el pecado purifica si hay arrepentimiento, y entonces los instructores escribimos sobre la vida cristiana enseñando a combatir el mal con mecanismos y herramientas contundentes: ayuno, lectura, meditación, oración, obra. Lee a los Papas, a los santos, pero especialmente a Dios, la Biblia...; la oración nos lleva a Dios, la liturgia de las horas. La obra tiene su forma según el estado, pero el motor es la Caridad.
Así el contemplativo escribe libros y sale en voz de sus hermanos, así su "salir" es un "enseñar", salir de sí mismos donando lo contemplado. Pero...¿qué se contempla?...
Los libros del que sale siempre vivirán si llevan Vida en ellos, si conocen "su Voz". Aunque sean quemados, serán los lectores los que los reverdezcan y lo enseñarán como parte de una tradición oral; tradición oral que escucharán otros y la escribirán como esquematizando un plano para construir, del cual el Director de obras es nada menos que Dios, omnipotente, omnipresente, omnisciente. Si las letras mueren, la sabiduría no se puede borrar, porque es don del Espíritu Santo.
Salir..., como dice el lema de una antigua Orden religiosa: "contemplar y dar a conocer lo contemplado", entrar por la puerta, ir y venir. El Buen Pastor, que es Cristo, nos habla por medio de su Vicario, a cada uno según su estado. Un día el Señor le habló a los fariseos, después de haber curado a un ciego de nacimiento. Hoy nos interpela a sus ovejas ó... buenos pastores..., en todo caso la fe deberá abrir nuestros ojos para que cooperemos en la Iglesia como aquellos primeros cristianos a los que Cristo envió.