lunes, 14 de diciembre de 2015

San Juan de la Cruz

+Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según San Mateo
                                                                       Mt. 21, 23-27

Jesús entró en el Templo y, mientras enseñaba, se le acercaron los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo, para decirle: "¿con qué autoridad haces estas cosas? ¿y quién te ha dado esa autoridad?" Jesús les respondió: "Yo también quiero hacerles una pregunta. Si me responden, les diré con qué autoridad hago estas cosas. El bautismo de Juan, ¿de dónde era? ¿del cielo o de los hombres?" Ellos se hacían este razonamiento: "Si respondemos: 'del cielo', Él nos dirá: 'entonces, ¿por qué no le creyeron?' y si decimos: 'de los hombres', debemos temer a la multitud, porque todos consideran a Juan un profeta". Por eso respondieron a Jesús: "No sabemos". Él, por su parte, les respondió: "Entonces yo tampoco les diré con qué autoridad hago esto".

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Hoy celebramos la memoria de San Juan de la Cruz, enorme santo que cargó su cruz personal siguiendo a Cristo con varonil coraje. En este adviento ponemos de relieve la vida de los santos que tanto ama el Señor para detenernos a tomar ejemplos sanos de Evangelio siempre vivo, es que, San Juan de la Cruz, compañero y cofundador con Santa Teresa de Ávila, ambos carmelitas, es un ejemplo para la Iglesia en todos los tiempos.
Así como Cristo nació pobremente en un pesebre, siendo Él Dios, así también el pobre Juan de la Cruz nació en una humilde familia, y su padre, un tejedor de seda, fue pobre y desheredado por haber amado a la mamá de Juan. Cuenta la historia que él no tenía habilidades para hacer la labor que sabía hacer su papá, y es por ello que terminó trabajando de criado para un médico. Sus estudios los cursó en colegio jesuita y ya desde entonces practicaba la religión con total amor a Cristo. Luego de tomar el hábito el día del señor 24 de febrero de 1563 con el nombre de Juan de San Matías (San Matías es el último de los apóstoles del colegio de los doce), continuó preparándose para recibir finalmente el orden sagrado (a pesar de su voluntad de querer ser hermano lego, lo cual no creyeron mejor los superiores, ¡y con mucho acierto!), nuestro santo pensó ingresar a la cartuja, índice esto de su notable espiritualidad. De no ser por Santa Teresa de Ávila quizá no hayamos conocido otra historia del santo, pero la Fundadora lo convenció que debía integrar el carmelo, y ya ella y muchos conocieron su olor de santidad en vida.
Se sabe en la Iglesia que San Juan era un gran místico, y los milagros que se obraron en vida por su ejemplo de Evangelio lo hicieron conocido y querido en su tiempo a pesar de algunos religiosos que sólo pensaban en hacerle daño. San Juan reformó junto a Santa Teresa el carmelo, para volver a tomar las viejas costumbres, sin tanto relajamiento que tenía en ese momento la orden. Por esto fue encarcelado y torturado por religiosos y estuvo, además, envuelto en la "noche oscura" que es una especie de vacío de Dios, en el que parece que Dios se aleja muy lejos, pero todo esto constituye la cruz con la que Dios bendijo al santo, ya que preparo su alma para una santidad perfecta.
Hoy tenemos en nuestra vida cotidiana a los pobres y a los santos que no tienen nombre en una estampita, pero los conocemos. Cuando buscamos en los santos lo hacemos para pedirles cosas, para agradecerles, para enterarnos de su vida. Hoy miramos a San Juan pensando en todos aquellos humildes cristianos que sufren de diferentes maneras y que no dejan de ser asistidos por el Padre. Ellos padecen muchas veces el sarcasmo y el maltrato de algún otro cristiano, de una persona alejada de la fe o de un presbítero que por su posición en la curia se olvidó de ser humilde y habla como hablan los mundanos y apóstatas. Para todos ellos es el consuelo de este gran santo que un día cargó su cruz hasta el final, y hoy recordamos su virtud y sus honores, que no son otros que haber corrido hasta alcanzar la meta.
El Evangelio habla del encuentro entre Dios Hijo y los sacerdotes..., quizá ellos, los sumos sacerdotes deberían haber reconocido a Cristo, y no sólo a Él, sino a los demás en Él (ya que enseñó Jesús que cuando hiciéramos algo a un pequeño hermano suyo, a Él se lo haríamos). Los sumos sacerdotes lo interrogaron: ¿con qué autoridad haces estas cosas?, y la respuesta los puso en sus conciencias sucias, ya que habían dejado que encarcelen a Juan el Bautista. Hoy son muchos los hombres de todo estado y condición social que miran el mundo como aquellos sumos sacerdotes, rebelándose incluso a la obra de Dios, que hace nacer santos y profetas en un mundo tan necesitado de Dios. A ellos este artículo, y la voz del Evangelio, para que caminemos todos este adviento purgando las culpas y corrigiendo los desvíos que no nos permiten ver al Niño Dios.
Cuántos Juanes en la historia de la Iglesia, y cuántos fariseos también. ¿Cuántas veces Cristo debe nacer de nuevo para una Iglesia más atenta a los llamados del Señor?. Rezamos por los obispos, presbíteros, diáconos y por el pueblo fiel, para que nos apartemos de la discordia que incluso llega hasta las gradas vaticanas y así volvamos a la unidad verdadera, para ser testimonio de luz en el mundo.