domingo, 6 de diciembre de 2015

domingo II de Adviento

+Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según San Marcos
                                                                              Mc. 1, 1-8

Comienzo de la Buena Noticia de Jesús, Mesías, Hijo de Dios. Como está escrito en el libro del profeta Isaías: "Mira, yo envío a mi mensajero delante de ti para prepararte el camino. Una voz grita en el desierto: Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos", así se presentó Juan el Bautista en el desierto, proclamando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados. Toda la gente de Judea y todos los habitantes de Jerusalén acudían a él, y se hacían bautizar en las aguas del Jordán, confesando sus pecados.
Juan estaba vestido con una piel de camello y un cinturón de cuero, y se alimentaba con langostas y miel silvestre. Y predicaba, diciendo: "Detrás de mí vendrá el que es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de ponerme a sus pies para desatar la correa de sus sandalias. Yo los he bautizado a ustedes con agua, pero Él los bautizará con el Espíritu Santo".

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San Juan Bautista • Gebhard Fuguel
Hoy aparece la figura de Juan el Bautista y nos recuerda que debemos preparar el camino: el camino para que venga el Señor es una vida de conversión, una vida de honestidad evangélica, como Dios quiere. Hoy nos preguntamos muy en lo hondo del alma qué es lo que pide Cristo de nosotros, que me pide personalmente, y qué puedo mejorar para vivir esta navidad en la dulce espera del que volverá para conducirnos a la felicidad eterna y sin fin de nuestra existencia.
Pasamos por Isaías, para llegar a Juan Bautista, son dos profetas, pero Cristo mismo dijo que no hay nadie salido del vientre de una mujer que sea mayor que Juan Bautista. Y ¿quién es Juan Bautista?, es el hijo de Zacarías e Isabel y el precursor de Cristo, es decir el que predicó su venida, antes de su vida pública según consta en las Sagradas Escrituras.
"Una voz grita en el desierto: Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos" escuchamos en el Evangelio de hoy; ¡cuántas veces en la vida cristiana hemos oído estas palabras vibrantes!, cuántas veces nos han llegado para decirnos "debés convertirte", y claro que otras tantas nos dejaron reflexionando sobre nuestro obrar en la cotidiana vida. Juan vestía pobremente un atuendo de piel de camello y un cinto de cuero, y comía miel silvestre y langostas, estaba en el desierto, todos estos elementos indican cómo era su vida, casi podría decirse que precedente del monacato cristiano más ascético, ya que llevaba vida de anacoreta (ermitaño solitario, no cenobita). A nosotros nos trae el evangelio un recuerdo de conversión de espíritu propio de los tiempos litúrgicos fuertes. La navidad se aproxima ahora con la figura de Juan Bautista que clama en el desierto para prepararnos en el desierto de nuestro espíritu un corazón bien dispuesto para alcanzar dignamente la Natividad del Señor. Pero no debemos olvidar que el Evangelio habla de el anuncio de Cristo cerca del inicio de su predicación, antes de que Juan Apóstol o Pedro Apóstol tuvieran noticias del Mesías. Quiere decir esto que por un lado debemos prepararnos para comulgar esta Navidad con verdadera conversión, y por otro lado estamos viendo que Jesús anuncia el Evangelio, y nosotros, cristianos, debemos también anunciarlo con nuestras vidas dando testimonio de Cristo, y para ello no podemos vivir fuera de Dios, lejos del Espíritu Santo, es decir, debemos vivir en Iglesia y en comunión. Juan Bautista no era ajeno a la fe ni a la vida religiosa (recuérdese que su padre, Zacarías, era sacerdote), aunque era anacoreta integraba el número de los hijos de Abraham. Así nosotros, aunque algunos seamos más bien ermitaños, somos parte de los hijos de Dios, dentro de la Iglesia. No olvidemos tampoco que evangelizar no es proclamarse a sí mismo, sino a Cristo, con la vida, con las obras, con la oración y la práctica del Evangelio. Juan Bautista dice hoy "Detrás de mí vendrá el que es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de ponerme a sus pies para desatar la correa de sus sandalias. Yo los he bautizado a ustedes con agua, pero Él los bautizará con el Espíritu Santo". Bien, nosotros somos bautizados primero con agua y después con el Espíritu Santo, en nuestra confirmación, por lo tanto hemos nacido a la Vida para tomar parte de la herencia de los hijos de Dios, así que debemos ser más reflexivos cuando observamos nuestras propias vidas en lo cotidiano y en general. La conversión no es cosa de un día, no, lleva toda la vida, pero cada día podemos mejorar un pequeño o mayúsculo aspecto de nuestro vivir, y así ofrecer eso a Dios, que mira con misericordia nuestras buenas obras. Quizá hoy la conversión implique no difamar al hermano cristiano, o no ser generador de discordia en la familia, o ser más misericordioso con los que me rodean, o no ser tan desconsiderado con el empleado, con el abuelo, con el amigo, etc. Cada uno puede examinar el corazón. Cada uno debe hacerlo y cada cual encontrará algo que cambiar, y si no lo encuentra, a la vista tiene algo ya: no poder ver el propio pecado es un indicio de soberbia, algunas veces, o de indiferencia a la vida de fe, otras veces.
Que los que hemos nacido para Cristo, para Dios, no permitamos morir en nosotros el Nombre del Señor; que Él venga y nos encuentre con el corazón encendido y dando gracias a su misericordia. Que podamos obrar como Juan Bautista, con humildad, viviendo el Evangelio cada nuevo amanecer y hasta la caída del sol para gloria de Dios y bien de los hombres. Entonces podremos cantar alegres con gozo celestial cuando Él vuelva.