lunes, 12 de diciembre de 2016

Nuestra Señora de Guadalupe



+Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según San Lucas
                                                                        Lc. 1, 39-48

María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó: “¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme? Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno. Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor”. María dijo entonces: “Mi alma canta la grandeza del Señor, y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador, porque él miró con bondad la pequeñez de su servidora. En adelante todas las generaciones me llamarán feliz”.
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En estos días la Virgen Madre es saludada en la Iglesia como aquella vez que fue recibida en la casa de Zacarías. el año 1531 se apareció la virgen al indio Juan Diego, nativo de México, quedó la historia de aquella aparición mariana en la historia de toda la Iglesia. ¡Qué milagro más hermoso, y qué dicha la de aquel humilde servidor de Dios!. Hoy compartimos la alegría de la aparición mariana en medio del adviento, como sucedió aquel día. Me pregunto si acaso no es causal que la Santísima Madre de Dios y nuestra Madre tenga dos celebraciones este mes cerca de la Navidad.
La Madre del Salvador nos invita a dejar nacer a Cristo en nuestra vida y en nuestra familia, es tiempo de conversión y de amor profundo hacia Dios y hacia el otro. Así como nos ama y nos acompaña la Virgen Santa debemos nosotros hacer nuestra parte para que en estos tiempos podamos llevar a Jesús a todos los que nos conocen y a los que no son conocidos también, de manera que semos luz para el mundo.
La santidad se refleja en el Evangelio de hoy con especial énfasis, los tres santos dan a Dios un himno de vida, especialmente María, quien se estremece de gozo en Dios llevando en su vientre a la Vida, al Hijo del Dios vivo. La llena de gracia se reconoce humilde y servidora, y del mismo modo Isabel que dice no merecer la visita de la Madre del Señor. Vemos así cómo la Virgen enseña el amor a Dios, el servicio y la humildad desde el comienzo de este pasaje, en el que fue a visitar a la madre de Juan Bautista "sin demora". Avisada por el arcángel Gabriel que su prima estaba embarazada de seis meses no prefirió el sosiego y descanso, sino que eligió trasladarse hasta donde estaba quien iba  a dar a luz al precursor.
Para nosotros es la reflexión de hoy, los tres ejes de este Evangelio, el amor a Dios, el servicio y la humildad. Amar a Dios especialmente en ese niño que nacerá, para que junto a Él crezca nuestra humanidad agradando al Padre. Servir, porque eso mismo enseñó María y el mismo Jesús explícitamente enseñó el servicio a los Apóstoles. La humildad es la forma natural de ser cristiano, Cristo siendo Dios fue humilde, nació en un pesebre, eligió ser pobre y carpintero, no quiso ser coronado por el pueblo, enseñó desde su autoridad sin recurrir a lo vano del mundo. Así como la Virgen y Dios mismo eligen a los más humildes para comunicar gracias especiales, de la misma manera que María le encomendó a Juan Diego el mensaje para que se construya su templo, nosotros debemos abrir el oído del espíritu para recibir a Jesús y a su Santa Madre con el gozo de saber que seremos hombres nuevos, libres y radiantes de paz en Cristo; nuestro templo es querido por el Señor, limpiémoslo en el sacramento de la reconciliación, llenémoslo de Vida en el sacramento de la Eucaristía. Que nuestra Señora de Guadalupe nos de la gracia de brotar en los corazones apagados esas rosas de Castilla que tanto le gustan, para que con nuestro amor humilde pero querido podamos responder a su maternal sonrisa con la sonrisa del alma que sabe guardar a Dios.