martes, 17 de noviembre de 2015

Santos Roque González, Alonso Rodríguez y Juan del Castillo; presbíteros mártires rioplatenses

+Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según San Lucas
                                                                        Lc. 19, 1-10

Jesús entró en Jericó y atravesaba la ciudad. allí vivía un hombre muy rico llamado Zaqueo, que era el jefe de los publicanos. Él quería ver quien era Jesús, pero no podía a causa de la multitud, porque era de baja estatura. Entonces se adelantó y subió a un sicómoro para poder verlo, porque iba a pasar por allí. al llegar a ese lugar Jesús miró hacia arriba y le dijo: "Zaqueo, baja pronto, porque hoy tengo que alojarme en tu casa". Zaqueo bajó rápidamente y lo recibió con alegría. al ver esto, todos murmuraban, diciendo: "Se ha ido a alojar en casa de un pecador". Pero Zaqueo dijo resueltamente al Señor: "Señor, yo doy la mitad de mis bienes a los pobres, y si he perjudicado a alguien, le doy cuatro veces más". Y Jesús le dijo: "Hoy ha llegado la salvación a esta casa, ya que también este hombre es un hijo de Abraham, porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que estaba perdido".

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Hoy celebramos la memoria de los beatos mártires rioplatenses: San Roque González y beatos Alonso Rodríguez y Juan del Castillo, mártires beatificados el año 1934 en el Congreso Eucarístico Internacional de Buenos Aires. San Roque nació el año 1576 (no se sabe la fecha) en Asunción del Paraguay y fue hijo de españoles de la nobleza. Consagrado sacerdote en su ciudad a los 22 años de edad, pasados los años llegó a ser párroco de la iglesia catedral y mas tarde vicario general de la diócesis. el 9 de mayo de 1609 ingresó a la compañía de Jesús (su primer contacto con los Jesuitas fue a los doce años cuando llegaron los primeros misioneros a su ciudad). Evangelizó a los indios y su tarea apostólica misionera fue incansable hasta su martirio, el cual aconteció en labor de misión. Fue fundador de misiones, reducciones y ciudades, entre las que se cuenta la ciudad de Posadas en la actual provincia de Misiones, Argentina ( llamada así por las misiones jesuíticas que allí se instalaron), además de la ciudad cuna del Libertador José de San Martín, padre de la patria Argentina, la ciudad Yapeyú, que antes se llamó "Nuestra Señora de los santos reyes magos de Yapeyú" en la provincia argentina de Corrientes.
Alonso y Juan fueron dos presbíteros españoles jóvenes ordenados en Córdoba española y asignados para ayudar al santo recientemente en esa época.
La tarea evangelizadora de estos tres hombres fueron mal vistas por algunos indios y entre ellos un tal Ñezú, hechicero indígena del Brasil, los mandó a matar en plena selva en la recién fundada reducción de "Todos los Santos" de Caaró (su de Brasil). Fue el 17 de noviembre de 1628 que estos santos varones ganaron el cielo sufriendo el martirio.
El Evangelio de hoy cuenta cómo Zaqueo deseaba ver a Cristo, conocerlo; los beatos mártires rioplatenses lo conocieron y ya están con Él en la eternidad. San Roque, de noble estirpe, no tuvo en cuenta su condición de hijo de nobles, y prefirió dar de su riqueza a los pobres, puntualmente a los aborígenes sudamericanos, y les dio la mayor riqueza que se pueda donar a otro hombre: el Evangelio. "Zaqueo, baja pronto...", Cristo conoce a todos por nombre, ya que es Dios, lo nombró y le ordenó que baje para ir a su casa, sí, y era publicano. Los publicanos eran en la época de Jesús los cobradores de impuestos, mal vistos por los judíos, pecadores por ende. Cuando Cristo oye que murmuran preguntándose, escandalizados, cómo Cristo iba a comer a casa de un pecador, jesús nos enseña para siempre "el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que estaba perdido". Así como San Roque González misionó para llevar a todos a Cristo, nosotros tomemos el ejemplo de comunicar la Vida a los que no la conocen, y de ser posible insistir sin cansancio hasta lograr la conversión, no con la espada, sino con la oración, como lo hacen los santos, como lo hace el buen cristiano, como debe hacerse según Dios.
Este Evangelio nos enseña que, así como al ciego del camino, Cristo no rehuye a atender las necesidades de los ricos. No hay distinción de personas en el plan de Dios. Todos somos pobres y necesitados de la Misericordia del Señor. Zaqueo distribuía la mitad de sus bienes, y a los que perjudicaba el impuesto les daba cuatro veces más el valor del impuesto (y no cuatro veces la mitad de sus bienes como se mal entiende muchas veces). Los justos son los amigos de Dios, pero los que se convierten también merecen, por justicia divina, la parte en el el corazón de Cristo. En la Liturgia de las Horas (si no conoces sobre esto te invito a rezarla), hoy la primera lectura del oficio de lectura habla de Dios en al voz del profeta Ezequiel, exhortando a la conversión. Dice, entre otras cosas, que Dios no se complace en la muerte de nadie, repite dos veces el concepto y dice que "cuando el justo se aparta de su justicia, comete la maldad y muere, muere por la maldad que cometió. Y cuando el malvado se convierte de la maldad que hizo, y practica el derecho y la justicia, él mismo salva su vida". Así, no se determina que los que son pecadores mueran o queden excluidos de Dios, al contrario, Dios busca la conversión, y la prueba máxima es Cristo mismo, que bajó a redimir la humanidad.
Cristo comenzó la predicación del Evangelio, y su misión es única, Él es el Mesías. Instituyó doce Apóstoles y eligió a los más humildes. Cristo no confunde humildad y pobreza, Él es Misericordia, es Dios, es Amor. Por amor a Dios debemos ser evangelizadores, compartir el pan que nos han donado, asistir a los que lo necesiten. Los mártires todos conocieron estas cosas, dieron de si todo hasta el fin. Por respeto a la memoria de los Santos Mártires todos debemos reflexionar en nuestra tarea cotidiana y en las acciones que obramos, porque somos cristianos. Así como los beatos mártires rioplatenses misionaron incansablemente y convirtieron a muchos nosotros debemos vivir sin cansarnos al amparo de Dios y al servicio de Cristo en nuestras posibilidades, como fieles hijos del Creador, que nos llama a sí y a anunciar la Palabra a todos los hombres. No hagamos distinción de personas, Cristo no te rechaza por ser pecador, y Él es Dios. Nosotros, ¿somos más que Dios?.