+Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según San Lucas
Lc. 18, 35-43
Cuando Jesús se acercaba a Jericó, un ciego estaba sentado al borde del camino, pidiendo limosna. Al oír que pasaba mucha gente, preguntó qué sucedía. Le respondieron que pasaba Jesús de Nazaret. el ciego se puso a gritar: "¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!". Los que iban delante lo reprendían para que se callara, pero él gritaba más fuerte: "¡Hijo de David, ten compasión de mí!" Jesús se detuvo y mandó que se lo trajeran. Cuando lo tuvo a su lado, le preguntó: "¿Qué quieres que haga por tí?" "Señor, que yo vea otra vez". Y Jesús le dijo: "Recupera la vista, tu fe te ha salvado". En el mismo momento, el ciego recuperó la vista y siguió a Jesús, glorificando a Dios. Al ver esto, todo el pueblo alababa a Dios.
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La sola Voluntad del Señor repara cualquier daño, pero Dios ha querido nuestra fe, por eso debemos crecer en la fe, para que la ceguera no nos haga daño. Hoy se viven tiempos difíciles en Siria, y ya hace unos años que ese territorio entró en guerra civil por la obstinación de un gobernante que no quiere ceder el poder. En tiempos como estos la desesperación, y no la esperanza, es la moneda corriente entre ciudadanos de cualquier condición en zonas afectadas como Francia, con el último ataque terrorista. ¿Y qué tiene que ver Dios con todo esto?. Mucho.
La falta de respeto y sobre todo la falta de respeto por los credos de los hombres es algo que ha tornado siempre en guerra o en rupturas notorias. No es negar la verdad respetar al otro en su conciencia y creencia por más errado que el otro esté. Se hace hasta donde Dios permite, y Dios no quiso someter a nadie a creerle, ya que Cristo tuvo a los sumos sacerdotes en su contra como relatan los Evangelios. En medio de esta tormenta de escalada bélica, donde la verdad se oculta tras las armas de militares de todos los bandos, es necesario volver a la prudencia y retornar a los valores humanos más relevantes: la libertad, la igualdad, la fraternidad, el respeto, la paz. No creo que ningún manifiesto violento sea bueno para la humanidad, y en general, o por lo general, los que atacan a otros insultando de cualquier manera un aspecto que los identifique, ese atacante no es más que un soberbio hijo de la perdición, ya que ofende con animosidad lo que no entiende, y por esto la sabiduría escapa de sí mismo. No es justificable ni el abuso del poder con y por la fuerza, ni las armas ni la guerra, ni las caricaturas ofensivas de cualquier parte del globo. No es inteligente ni libre el que se vale de un lápiz o una pluma para hacer lo que con un arma podría hacer si fuera capaz de usar un arma. La intolerancia religiosa no es buena nunca ni en ningún caso. No es justa la guerra, nunca, por más detalle milimétrico que tenga un misil.
Hoy el ciego de Jericó nos adoctrina como humanos: su vida transcurre a orilla del camino, sin poder ver la luz del sol ni vivir de su trabajo cotidiano. Nosotros que sí podemos ver y leer, no esperemos que se apaguen nuestros ojos sin retorno para entender qué es verdaderamente vivir en libertad y expresarse en libertad. El ciego tuvo fe, y aún la tiene seguramente. El ciego no le pidió a Cristo 9 ciclos de oro, una limosna que un rey podría dar, sino que le pidió ver, creyó en el Mesías, depositó su vida en las manos de Cristo. Nosotros ¿depositamos nuestra fe y vida y obras y todo en las manos de Cristo?. No, no lo hacemos. Si lo hiciéramos no dudaríamos. Entonces pidamos la fe, no que nos aumenten la fe, ya que basta un grano de mostaza, sólo pidamos la fe que nos guíe como cuando fuimos bautizados.
Dice el Evangelio que el ciego siguió a Cristo, y que la gente glorificaba a Dios al ver estas cosas. como el ciego nosotros debemos tener fe para que Dios nos sane, pero la fe también es obra, y por lo tanto no podemos vivir como necios, si nos decimos cristianos debemos serlo. Sólo el vivir la vida santa nos llevará a la robusta condición de guerreros para que muchos otros se salven por el ejemplo y por la voz del Evangelio en nuestra existencia. Ser cristianos no es condenar al otro, ya que Cristo no vino a condenar. Ser cristiano implica ser libre, no tirano ni juez. Ser cristiano es ser como otro Cristo, no como otro demonio. No nos confundamos, que no nos confunda la turba peligrosa de los que esgrimen palabras bellas y dibujan bonitos ornamentos, no es bueno ni el fusil ni el lápiz en determinado contexto. Por eso recemos, por la fe y por la ceguera de los pueblos, para que dios hoy se digne devolver la vista a los honestos y cegar para siempre el ojo del mal.