+Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según San Lucas
Lc. 17, 20-25
Los fariseos le preguntaron a Jesús cuándo llegará el Reino de Dios. Él les respondió: "El Reino de Dios no viene ostensiblemente, y no se podrá decir: 'está aquí' o 'está allí'. Porque el Reino de Dios está entre ustedes". Jesús dijo después a sus discípulos: "Vendrá el tiempo en que ustedes desearán ver uno solo de los días del Hijo del hombre y no lo verán. Les dirán 'está aquí' o 'está allí', pero no corran a buscarlo. Como el relámpago brilla de un extremo al otro del cielo, así será el Hijo del hombre cuando llegue su Día. Pero antes tendrá que sufrir mucho y será rechazado por esta generación".
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San Josafat nació el año 1580 en la actual Ucrania. Su familia era ortodoxa (iglesia oriental que se separó de la Iglesia romana el año 1054), pero él se convirtió al catolicismo. trabajo tenazmente analizando los libros litúrgicos para componer la unidad de la Iglesia, es decir para volver a unificar las iglesias orientales con la Santa Iglesia Romana. Estudió a los Padres de la Iglesia y consideró mantener el rito eslavo oriental en su tierra bajo la forma monástica de San Basilio (uno de los tres padres capadocios). Tuvo importantes éxitos en su tarea apostólica y fue odiado por algunos ortodoxos, lo cual le valió el martirio el día 12 de noviembre de 1623.
El evangelio de hoy relata un episodio de tantos que Jesús vivió con los fariseos (tan incrédulos y astutos), ellos le preguntaron sobre el tiempo en que vendría el Reino de los cielos, quizá para incomodar al Señor con una pregunta de difícil respuesta, ya que ellos no creían que Cristo es Dios y mucho menos el Mesías (los judíos de esa época pensaban que el Mesías debía ser un hombre enviado por Dios, así como un rey o un militar, de naturaleza exclusivamente humana). La respuesta es clara: el Reino de los cielos está entre nosotros, ya llegó, y esto lo evidencia el hecho de que el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros: es Dios mismo, el Hijo, quien vino para salvarnos y padeció los tormentos de la Cruz con carne humana y con naturaleza humana y divina. Este Reino de los cielos es una armoniosa unidad de los hijos de Dios en Cristo Jesús, es lo que no entendieron los judíos de la época de Jesús, aunque el propio Antiguo Testamento señala no pocas veces que no sólo los judíos forman parte de la historia de la salvación. San Josafat luchó por la unidad de la Iglesia con empeño y varonil coraje, y sufrió el martirio pero sembró la semilla. Cristo vino a anunciar el Evangelio, y fue triturado siendo Él la inocencia misma. Hoy, la historia del santo y la voz del Evangelio nos llama a nosotros, los cristianos, a comprometernos con la unidad de la Iglesia, y a llevar esa unidad en el corazón para vivirla cotidianamente. De este modo, no sólo haremos un bien al prójimo evitando toda animosidad, sino que también procuraremos el bien de la comunidad e incluso de la sociedad promoviendo la coexistencia en el respeto mutuo aún cuando afuera o en las noticias parezca que todo es pelea y división. La paz se construye en cada hogar, y debemos enseñar a los que vienen a no errar en la discordia y el desamor, debemos construir un presente sólido para un futuro naciente, y para ello muchas veces debemos reconciliarnos con aquellos que parecen "enemigos" pero que quizá sólo piensen diferente aún si están errados. Al fin de cuentas, Cristo vino para los pecadores, y no para los que están sanos; no usó de la fuerza, aunque Él es Dios, imitemos su ejemplo y demos gracias a Dios por la unidad de la Iglesia y los frutos de mutuo diálogo que en la actualidad, a cuatro siglos del martirio de San josafat, estamos viviendo con la comunidad ortodoxa para bien de la hermandad que bien vivieron los Apóstoles.