domingo, 26 de mayo de 2019

domingo VI del tiepo pascual

+Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según San Juan
                                                                     Jn. 14, 23-29

Durante la última Cena, Jesús dijo a sus discípulos: “El que me ama será fiel a mi palabra, y mi Padre lo amará; iremos a él y habitaremos en él. El que no me ama no es fiel a mis palabras. La palabra que ustedes oyeron no es mía, sino del Padre que me envió. Yo les digo estas cosas mientras permanezco con ustedes. Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi Nombre, les enseñará todo y les recordará lo que les he dicho. Les dejo la paz, les doy mi paz, pero no como la da el mundo. ¡No se inquieten ni teman! Me han oído decir: ‘Me voy y volveré a ustedes’. Si me amaran, se alegrarían de que vuelva junto al Padre, porque el Padre es más grande que yo. Les he dicho esto antes que suceda, para que cuando se cumpla, ustedes crean”.
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Ser fiel a las palabras del Señor es cumplir con su enseñanza, es ser fiel al Evangelio. Jesús afirma que los que lo aman cumplen su palabra, y añade que Él y el Padre irán a quien sea fiel a esas palabras y lo habitarán. Dios estará en nosotros en comunión por la fe vivida según la Palabra, que es Dios, que es Jesús. Sobre esta presencia de Dios, que es la inhabitación, enseña fray Antonio Royo Marín que "Es la presencia especial que establece Dios, uno y trino, en el alma justificada por la gracia", presencia por la cual Dios nos da su paternidad y amistad "la primera fundada en la gracia santificante que nos hace hijos de Dios y la segunda en la caridad sobrenatural, que nos hace amigos de Dios" ("ya no los llamo servidores [...] yo los llamo amigos" Jn. 15, 15). Los amigos de Dios somos fieles a sus palabras tanto en el silencio de la celda como entre las más variadas personas; tanto en casa como en una reunión social; en diálogo con un hermano de la parroquia como en el facebook, etc. El amor a Dios se expresa, entonces, en una fe consumada, madura y siempre decidida a dar testimonio del Señor desde el propio ser cristiano, porque, como el mismo Dios nos dice, "iremos a él y habitaremos en él".
Es Señor continúa hablándoles a los Apóstoles a quienes se da a conocer, ya enseñándoles su intimidad Trinitaria: "La palabra que ustedes oyeron no es mía, sino del Padre que me envió. Yo les digo estas cosas mientras permanezco con ustedes [Dios presente en el tiempo, de manera corporea]. Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviara en mi Nombre, les enseñará todo y les recordará lo que les he dicho". De esta manera hay un mismo sentir en la Trinidad, y el mismo Espíritu Santo enseña y recuerda lo que habrá enseñado Jesús para cuando eso suceda.
"Les dejo la paz, les doy mi paz, pero no como la da el mundo", es decir, Dios se queda con ellos no de una manera pasajera y defectuosa, sino de manera plena y excelente, la viva presencia del Señor en medio de y en nosotros.
"Si me amaran se alegrarían de que vuelva junto al Padre, porque el Padre es más grande que yo". Este fragmento tiene clave en el "me voy y vuelvo a ustedes"; Cristo señala el momento de su muerte en la cruz y resurrección, con atención directa a lo primero, su muerte en cruz. Puesto que por un momento ya no lo escucharían, el Señor les recuerda que no se desanimen, que deben estar alegres porque, al dejar Jesús este mundo, lejos de los sentimientos que le hacían sufrir en su naturaleza humana y exclamar "si es posible aparta de mí este caliz..." la Trinidad obraría la salvación  en naturaleza y personas divinas, en toda plenitud de la Trinidad omnipotente ("mi Padre es mas grande que yo"). San Ireneo, padre de la Iglesia enseña que Cristo se refiere a que su Padre es mayor por conocimiento de las cosas no evidentes y ante la duda de los Apóstoles que los lleva a indagar aún más allá del propio Dios con quien conviven y tienen trato habitual (ver AH II, 28, 8).
He dicho durante todas estas reflexiones de Pascua que el camino del buen cristiano debe ser auténtico y decidido, y debe mover el espíritu como empapado de Evangelio. En este fragmento el Señor se está despidiendo de los suyos, mientras les recuerda estas cosas y sobre todo, les recuerda que Él volverá con ellos por la Resurrección. Que recordemos nosotros, bautizados, y sobre todo, confirmados, que el Señor está presente entre y en nosotros; debemos mayor respeto al prójimo por su condición de hijo de Dios, y a nosotros mismos la debida disciplina que nos conduce a la santidad, antes que el comportamiento y conducta imprudente, fiel al mundo que no conoce de Dios.
Felices estemos sí, los que caminamos esta vida bajo las alas del Señor, los que sufrimos pero nos levantamos cada vez, los que tomamos la puerta angosta y el camino verdadero que conduce a Él.