sábado, 11 de mayo de 2019

sábado III del tiempo pascual

+Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según San Juan
                                                                       Jn. 6, 60-69

Después de escuchar la enseñanza de Jesús, muchos de sus discípulos decían: “¡Es duro este lenguaje! ¿Quién puede escucharlo?”. Jesús, sabiendo lo que sus discípulos murmuraban, les dijo: “¿Esto los escandaliza? ¿Qué pasará, entonces, cuando vean al Hijo del hombre subir donde estaba antes? El Espíritu es el que da Vida, la carne de nada sirve. Las palabras que les dije son Espíritu y Vida. Pero hay entre ustedes algunos que no creen”. En efecto, Jesús sabía desde el primer momento quiénes eran los que no creían y quién era el que lo iba a entregar. Y agregó: “Por eso les he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede”. Desde ese momento, muchos de sus discípulos se alejaron de él y dejaron de acompañarlo. Jesús preguntó entonces a los Doce: “¿También ustedes quieren irse?”. Simón Pedro le respondió: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna. Nosotros hemos creído y sabemos que eres el Santo de Dios”.
________________________

Muchos de nosotros hoy decimos, como en aquellos días, "es duro este lenguaje". Es duro para el mundo y sus cosas hacer pleno camino de santidad como hijos muy queridos de nuestro padre; el Padre lo entiende pero no se desanima nunca y siempre nos da la oportunidad de crecer como buenos cristianos. Es por eso que tenemos en nuestras vidas un Evangelio práctico que desarrollar, no se trata de ser santos esperando visiones extraordinarias o cosas sobrenaturales que son raras para el común de los mortales; se trata de levantarse cada día y cargar la cruz personal que todos tenemos sin dar todo por perdido, se trata de negarse a un "ya no puedo cambiar", porque seguir a Cristo nos transforma de verdad, pero no como una sopa instantánea, sino en el trayecto de la vida propia de cada uno de nosotros. Nos tenemos bien cómodos en nuestras costumbres y hasta en nuestros vicios. Es hora que salgamos de nuestro ego y consigamos así escuchar la voz del Señor.
La clave que nos da el Señor es esta: "El Espíritu es el que da Vida, la carne de nada sirve", y esto no significa que debamos despojarnos del cuerpo y mutilarnos o castigarnos tirándonos de algún décimo piso, no. Esto quiere decir que debemos ser receptivos a Dios con el espíritu dispuesto, para que así preparados, podamos llenarnos del Espíritu Santo que nos conduce a Él. Todo un ejercicio complejo ¿no es así?..., sin embargo está al alcance de todos y de cada uno de los cristianos. Hay cosas que debemos desarrollar en la carne, como es el alimento para el cuerpo, la salud, trabajar para ello; otras cosas son las que debemos desarrollar en espíritu, porque sabemos que no somos piezas mecánicas ensambladas; tenemos un alma espiritual. Acercarnos a Jesús es poner nuestra confianza en Él, que da la fuerza que por nuestro sólo querer no poseemos. Nada que temer.
Es diferente cuando no se cree, cuando no se tiene el simiente de la fe, por muy diversas cuestiones. En tal caso antes de desarrollar una vida espiritual andamos como inquietos por el mundo buscando a un Dios como "escondido", pululamos así entre creencias paganas y profecías que no son profecías, sino palabrerío humano. Andamos como queriendo saborear algo que nos trascienda, pero erramos y caemos en supersticiones y nimiedades fatuas. Nos alejamos de Dios con solo pisar el umbral de una iglesia, porque "la liturgia no es lo mío", sólo nos rigen los sentidos, somos como animales. Todo debe ser agradable a la percepción personal, estético, ajustado a mí, de "buen gusto". Todo debe satisfacer mis necesidades visuales y la moda popular. Esto no es de Dios, es de los hombres. Dios no está hecho a medida del hombre, sino al revés; la salvación no es una copa de champaña, es una realidad de otro nivel. Dios simplemente ES. No necesitamos tanto un show y vociferaciones de milagros, mensajes, exorcismos delivery para nuestra vida cristiana. Todo lo que necesitamos es conocer a Cristo, recibir el Evangelio de la voz de los que siglo tras siglo, milenio a milenio han recibido las enseñanzas de Jesús en la voz y obra de los Apóstoles. El primero de ellos, Pedro, y sus sucesores, los Papas...
Hoy Jesús te dice a vos, y me dice a mí: "¿También ustedes quieren irse?". Aunque pasen huracanes, aunque la cizaña crezca junto al trigo, por más que haya un hermano en completa y patente discordancia (sea cual sea su situación de estado eclesial), nosotros permaneceremos firmes en la fe que nos ha sido dada y grabada en el bautismo y confirmación; no abandonaremos a Jesús, seremos obedientes al Papa y continuaremos creciendo aún con el ruido que emane del infierno. Porque ser cristiano nos hace uno con Cristo en la medida que nuestra voluntad se mida en constancia de Evagelio. Creceremos, nos curaremos las heridas y continuaremos hacia Él siempre. Entonces, diremos y decimos hoy, como Pedro: "Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna".