lunes, 25 de diciembre de 2017

Natividad del Señor

Nacimiento de Jesús
Fra Angelico

+Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según San Juan
                                                                         Jn. 1, 1-18

Al principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. Al principio estaba junto a Dios. Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra y sin ella no se hizo nada de todo lo que existe. En ella estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la percibieron. Apareció un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan. Vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. Él no era la luz, sino el testigo de la luz. La Palabra era la luz verdadera que, al venir a este mundo, ilumina a todo hombre. Ella estaba en el mundo, y el mundo fue hecho por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a los suyos, y los suyos no la recibieron. Pero a todos los que la recibieron, a los que creen en su Nombre, les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios. Ellos no nacieron de la sangre, ni por obra de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino que fueron engendrados por Dios. Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Y nosotros hemos visto su gloria, la gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad. Juan da testimonio de él, al declarar: “Éste es Aquel del que yo dije: El que viene después de mí me ha precedido, porque existía antes que yo”. De su plenitud, todos nosotros hemos participado y hemos recibido gracia sobre gracia: porque la Ley fue dada por medio de Moisés, pero la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo. Nadie ha visto jamás a Dios; el que lo ha revelado es el Dios Hijo único, que está en el seno del Padre.
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Navidad es Nacimiento de Cristo, el Hijo de Dios, el Salvador. Ante todo debemos recordar, tanto al prójimo como nosotros mismos, que la celebración de hoy tiene sentido sólo en Cristo, en los hechos concretos (Su nacimiento del seno de la Virgen Madre, la extrema pbreza en la que tuvo lugar el parto, etc.) y en el Cristo total que es el cuerpo de la Iglesia Santa. Hoy la celebración debe ponernos de cara al Pesebre de Belén, no a un pino bonitamente decorado. Que lo importante sea para el mundo la Buena Noticia del Nacimiento del Señor que nos libra del pecado y de la muerte, que en su pequeña y humilde cuna brilla con omnipotencia como la Vida misma que es. Que no se diga hoy de esta Luz "Vino a los suyos, y los suyos no la recibieron", que todos recibamos a Jesús en nuestra vida concreta y en nuestra madurez cristiana; para ser luz del mundo debemos ser testigos de la luz, como Juan lo fue, no debemos pretender ser luz de ideas distantes y carentes de lo esencial que es Dios hecho hombre para salvar al hombre.
Todo lo que se nos ha transmitido es lo que debemos transmitir sin desfigurar la Verdad con la comida, la bebida, los adornos y los obsequios materiales. No se trata de no festejar, sino de festejar lo que verdaderamente se festeja: el Nacimiento de Jesús, que es Dios. Y, para que el mundo crea, debemos iluminar a los hombres con lo que contemplamos en esta fecha, no con luces intermitentes, sino con la Luz inperecedera; si "Nadie ha visto jamás a Dios; el que lo ha revelado es el Dios Hijo único, que está en el seno del Padre", ese es el sentido de esta Fiesta tan importante para los cristianos. En el rostro de ese Bebé nacido de una Virgen vemos a Dios, lo vemos Salvador del mundo.
Para la vida, hoy es una ocación especial para el vínculo fraterno, para la reconciliación, para la paz (primero interna y luego, con eficiencia, hacia el otro), para la unión y re-unión de la familia. Es tiempo de gracia, de recibir el sacramento del perdón y la Eucaristía; como dicen en otra parte las Escrituras "tu gracia vale más que la vida, te alabarán mis labios", así no importa tanto la mesa dulce y los regalos y personajes míticos, sino la Verdad y la gracia, que es Cristo mismo, porque en gracia vivimos de verdad y en verdad vivimos con gracia. "La ley fue dada por medio de Moises, pero la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo", de este modo se entiende qué es lo que celebramos hoy, que no es una mera fiesta de forma, con adornos, comida y personajes míticos, sino que es la Fiesta del Nacimiento de Cristo, que como Dios "es", es decir, es el "ser" por antonomasia, no un personaje ficticio, y la ley, necesaria para preparar el camino, ya tomó plenitud en Jesús.
Vivamos elegremente esta octava de Navidad y todo este tiempo navideño contemplando al Niño Jesús con el corazón y la fe al servicio de Dios y de la humanidad tan necesitada de un sentido para la vida. Que podamos hacer, desde esta celebración, un buen trabajo de evangelización con nuestras propias vidas, enseñando lo que se nos ha revelado por Cristo y educando a la humanidad en el ejemplo más humano que enseña el propio Dios hecho hombre y la Santísima Virgen Madre con su nobleza y humildad.

domingo, 12 de noviembre de 2017

domingo xxxii del tiempo ordinario

+Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según San Mateo
                                                                         Mt. 25, 1-13

Jesús dijo a sus discípulos esta parábola: “El Reino de los Cielos será semejante a diez jóvenes que fueron con sus lámparas al encuentro del esposo. Cinco de ellas eran necias y cinco, prudentes. Las necias tomaron sus lámparas, pero sin proveerse de aceite, mientras que las prudentes tomaron sus lámparas y también llenaron de aceite sus frascos. Como el esposo se hacía esperar, les entró sueño a todas y se quedaron dormidas. Pero a medianoche se oyó un grito: ‘Ya viene el esposo, salgan a su encuentro’. Entonces las jóvenes se despertaron y prepararon sus lámparas. Las necias dijeron a las prudentes: ‘¿Podrían darnos un poco de aceite, porque nuestras lámparas se apagan?’. Pero éstas les respondieron: ‘No va a alcanzar para todas. Es mejor que vayan a comprarlo al mercado’. Mientras tanto, llegó el esposo: las que estaban preparadas entraron con él en la sala nupcial y se cerró la puerta. Después llegaron las otras jóvenes y dijeron: ‘Señor, señor, ábrenos’. Pero él respondió: ‘Les aseguro que no las conozco’. Estén prevenidos, porque no saben el día ni la hora”.
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Una reflexión de noviembre: no olvidarnos que Dios está cerca. La lámpara es luz para mi vida y para el prójimo, luz para el camino y "en" el Camino; el aceite que nos unge es aceite que asa por la llama ardiente del amor divino, donde se purifica el espíritu para ser luz de Dios, esa misma que no debe esconderse en el cajón, sino ser donada al otro. En ese aceite está la vida concreta con sus claros y sus negros, como no es de extrañar en el humano. En ese aceite tenemos siempre la posibilidad de encontrarnos en nuestro propio ser: simples criaturas que, sin embargo, cabemos íntegras en el corazón de Dios. Es en ese aceite que debemos tener en abundancia donde se cimenta el peregrinar cristiano más pleno: fe y camino en la constancia del amor.
Una razón para no olvidar: Dios no nos olvida nunca jamás. Siempre tenemos su sonrisa y siempre llevamos la espada de la oración que no se habla tanto con la voz como con el espíritu íntegro fundido en el Espíritu Santo que gime en nosotros...
Sólo una cosa más: que las puertas no se cierren, para que la Puerta se abra y me abrace en los brazos de mi Padre.
Amén

miércoles, 11 de octubre de 2017

miércoles xxvii del tiempo ordinario

+Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según San Lucas
                                                                          Lc. 11, 1-4

Un día, jesús estaba orando en cierto lugar, y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: "Señor, enséñanos a orar, así como Juan enseñó a sus discípulos". Él les dijo entonces: "Cuando oren, digan: Padre, santificado sea tu Nombre, que venga tu Reino, danos cada día nuestro pan cotidiano; perdona nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a aquellos que nos ofenden; y no nos dejes caer en la tentación"
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Hoy Jesús nos invita a orar al Padre con la oración más hermosa que tenemos los cristianos. Recemos siempre en privado, en familia y en comunidad pidiéndole a Dios que nos custodie el camino y no permita que el mal nos dañe.

Oración

 Cristo, vencé en mí; que el vacío oscuro de la noche no me apague el blanco nombre que me diste. Que mi herrumbre encaprichada en la vileza no me arranque las armas que me diste. Que esta llama que encendiste en mi alma me recuerde el sí eterno que te dí.

miércoles, 4 de octubre de 2017

San Francisco de Asís


Hoy es la memoria de San Francisco, el pobre fraile de Asís. Llenos están los rincones del planeta de todo tipo de alusiones y oraciones, de devotos y de lecturas sobre el santo; el Papa Francisco toma su nombre de este gran santo, fundador de los Frailes Menores, conocidos comunmente como "franciscanos". Hoy es un día para recordar que debemos ser más humildes en la vida y seguir el ejemplo de los santos, como el que recordamos ahora. ¿Hace falta recordarnos el bien?... Sí, hace falta, porque el hombre se pierde.
Seguramente no podamos ser igual que San Francisco, seguramente no podamos llevar la santidad especial en nosotros, pero aún así estamos llamados a la santidad. Seguramente muchos nos reprochen que somos cristianos y, aún siéndolo, no somos perfectos..., la perfección bien entendida, la verdadera es estar con Dios. No puedo exigir del otro la perfección que no tengo; muchas veces nos exigimos cosas como si solo la voluntad bastara. Aprendí, como los niños que tropiezan una y otra vez, que todo viene de la mano de Dios y que la voluntad debe aceptarse a sí misma en Él. Y esto forja la paz, la misma paz de la que debemos ser instrumentos, como dice la oración que hicimos. Aceptarse en el Señor forja la paz y emana esencia de sabiduría; pero la soberbia está al acecho de los sabios, por eso es querible y conveniente entrenarse en la humildad ya que, como dijo San Pedro, "Dios resiste a los soberbios pero da su gracia a los humildes". En la compañía de los santos y de los hermanos podemos hallar la fuerza de Dios que nos guarda del mal y nos ama.

sábado, 1 de julio de 2017

sábado xii del tiempo ordinario

+Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según San Mateo
                                                                          Mt. 8, 5-17

Al entrar en Cafarnaúm, se acercó a Jesús un centurión, rogándole: “Señor, mi sirviente está en casa enfermo de parálisis y sufre terriblemente”. Jesús le dijo: “Yo mismo iré a sanarlo”. Pero el centurión respondió: “Señor, no soy digno de que entres en mi casa; basta que digas una palabra y mi sirviente se sanará. Porque cuando yo, que no soy más que un oficial subalterno, digo a uno de los soldados que están a mis órdenes: ‘Ve’, él va, y a otro: ‘Ven’, él viene; y cuando digo a mi sirviente: ‘Tienes que hacer esto’, él lo hace”. Al oírlo, Jesús quedó admirado y dijo a los que lo seguían: “Les aseguro que no he encontrado a nadie en Israel que tenga tanta fe. Por eso les digo que muchos vendrán de Oriente y de Occidente, y se sentarán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob, en el Reino de los Cielos; en cambio, los herederos del Reino serán arrojados afuera, a las tinieblas, donde habrá llantos y rechinar de dientes”. Y Jesús dijo al centurión: “Ve, y que suceda como has creído”. Y el sirviente se sanó en ese mismo momento. Cuando Jesús llegó a la casa de Pedro, encontró a la suegra de este en cama con fiebre. Le tocó la mano y se le pasó la fiebre. Ella se levantó y se puso a servirlo. Al atardecer, le llevaron muchos endemoniados, y él, con su palabra, expulsó a los espíritus y sanó a todos los que estaban enfermos, para que se cumpliera lo que había sido anunciado por el profeta Isaías: “Él tomó nuestras debilidades y cargó sobre sí nuestras enfermedades”.
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La fe no es un objeto del que se pueda hacer uso; no se puede encerrar la fe en algo material ordinario, y lo extraordinario supone una fe que no esté en ello sino en nosotros mismos. La fe no es amuleto ni un servicio virtual como internet, donde uno se conecta cuando lo necesita y luego se desconecta. La fe supone una vida y constancia en la vida; es como una llama de fuego en el espíritu que hay que avivar para que no se apague. Fe no es tener amuleto, eso es superstición. Fe es creer en el Cuerpo de Cristo Eucaristizado y comulgarlo, fe es llevar un rosario no como "protección" o adorno sino para rezar con devoción a la Virgen Madre siendo buen hijo. La fe es don, y como tal es donado por Dios. En otro lugar dice Cristo "Pidan y se les dará", pidamos entonces la fe preparados para recibir ese regalo así como nos preparamos en los cumpleaños para recibir regalos materiales, con esmero, con alegría y con ganas de compartir.
Las reliquias, los rosarios, las cruces, las estampitas y las medallas de San Benito no son Dios, pero señalan el camino hacia Dios con el ejemplo de los santos. Son como un mapa, el mapa no es en sí mismo más que un papel graficado, sin embargo, en el terreno correspondiente, nos orientamos con él en las manos, es una guía segura. El terreno correspondiente para la fe es la vida cristiana. Si bien Dios es omnipotente, sus hijos no pueden estar en todos lados a la vez (aunque conocemos que algunos santos recibieron de Dios el don de la bilocación); ser hijo supone ser hermano, en la Iglesia; Jesús no quiso ser Hijo único (aunque lo es por naturaleza), sino que nos enseñó a llamarle Padre a su Padre y dijo "Aquel día comprenderán que yo estoy en mi Padre, y que ustedes están en mí y yo en ustedes" "Si ustedes permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran y lo obtendrán". ¡Danos la fe Señor!. La fe se vive en familia, no sólo en la familia de nacimiento o en la familia que formamos, sino también en la Iglesia Católica, la auténtica y única Iglesia que es familia de Dios.
Sabemos pasar los dolores reclamando a Dios su presencia, como si Él no escuchara el dolor humano. La verdad es que tratamos a Dios como se trata una moneda de la suerte, un amuleto o una tablet con banda ancha. Ahí estamos, para exigir al Omnipotente que haga algo... como le decían los judíos a Jesús cuando estaba crucificado: "¡Que se salve a sí mismo, si es el Mesías de Dios, el Elegido!" o como le dijo también el Diablo: "Si tú eres Hijo de Dios, tírate abajo...". Jesús había sido ultrajado por los humanos, y luego conocemos cómo terminó la historia: resucitó al tercer día y los que lo persiguieron temblaron, porque verdaderamente era Hijo de Dios. ¡Hacé algo! le decimos, pero ¡tantas veces lo crucificamos!, cuando despreciamos la Misa, cuando hablamos mal del prójimo, cuando en vez de rezar hacemos "ese trámite" corriendo carreras para que se acabe de una vez la oración, que ya está por empezar mi programa favorito en televisión. Lo cierto es que somos nosotros los que estamos ausentes, no Dios. Aún así, su Misericordia infinita (esa que solemos pedir pero no practicamos casi nunca) nos repara las fuerzas y nos recuerda que la fe vive en nuestros corazones. Cuando acompañamos a nuestros enfermos con las oraciones, cuando pedimos que el sacerdote rece una Misa por ellos, cuando nos acordamos de rezar para dar gracias a Dios, en todas estas cosas se manifiesta la fe y en el crecimiento de la fe brota la flor de la esperanza.
El centurión del Evangelio de hoy cree. Además de creer espera. Además de esperar ama. El amor es la tercera y más importante virtud teologal. Cristo no nos llama más sirvientes, sino amigos; el centurión no fue a pedirle a Jesús por un hijo o por la esposa, sino por su servidor (cuando pudo tener otro servidor sin importarle la salud de éste). Ojalá seamos centuriones de Cristo, y nos ocupemos de rezar por los que sufren y de asistirlos delante de Dios en todo momento, así sean estos nuestros seres queridos o sólo servidores... El centurión cree, él sólo pide a Dios una palabra, y la Palabra le da la vida y la salud para su sirviente. Muchas veces nos llenamos de palabras desedificantes y reproches de todo tipo y de los más injustos contra Dios, o contra el prójimo; ¿escuchamos la Palabra?..., Jesús no nos llena de palabras, sino de Él que es Palabra y Vida, y se nos da en la Eucaristía; no nos reprocha los pecados ni nos señala vengativamente nuestras ausencias en la vida de cristianos que debiéramos llevar, sino que nos perdona los pecados en la Iglesia para no tener que abatirnos en el Cielo, nos llama dulcemente y no deja de invitarnos a vivir junto a Él, consolándonos y diciéndonos resucitado junto al Padre "¡Yo he vencido a la muerte!".
San Gregorio de Nisa decía "La salud corporal es un bien para el hombre; pero lo que interesa no es saber el porqué de la salud, sino el poseerla realmente". Esto significa que no tiene sentido conocer sobre Dios y lo importante de ser cristiano si no se practica la familiaridad con Dios siguiéndolo verdaderamente con la vida, antes de quejarse de su supuesta ausencia cuando llega la enfermedad. El cristiano conoce que Dios se tiene en el corazón y con él la vida eterna. Por esto la enfermedad no triunfa jamás en nosotros porque sabemos que Cristo ha destruido las cadenas de la muerte, y, aunque muramos, viviremos con Él donde Él esté, pero desde ahora, en nuestro corazón. Pidamos entonces la fe y dispongamos la vida para recibirla.

viernes, 30 de junio de 2017

viernes xii del tiempo ordinario

+Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según San Mateo
                                                                            Mt. 8, 1-4

Cuando Jesús bajó de la montaña, lo siguió una gran multitud. Entonces un leproso fue a postrarse ante él y le dijo: “Señor, si quieres, puedes purificarme”. Jesús extendió la mano y lo tocó, diciendo: “Lo quiero, queda purificado”. Y al instante quedó purificado de su lepra. Jesús le dijo: “No se lo digas a nadie, pero ve a presentarte al sacerdote y entrega la ofrenda que ordenó Moisés para que les sirva de testimonio”.
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¿Puede el enfermo ser culpable de su padecimiento? ¿Ese padecimiento es un castigo de Dios? El Evangelio de hoy nos dice que no. Ni somos culpables de la enfermedad ni Dios nos manda la enfermedad como castigo. Es por ello que atendiendo a la disciplina de la verdad diremos que Dios no busca la enfermedad del hombre, sino que sana nuestros dolores, a veces con milagros (como el del leproso) otras con la Cruz, que es ofrecerse a Dios y ofrecer al prójimo un testimonio de valentía cristiana, una enseñanza de humanismo verdadero. Muchas veces tenemos seres queridos que están padeciendo alguna situación de pena o enfermedad. La desesperanza es una de las muchas armas del diablo para apartarnos de la verdad y la Vida. No debemos desfallecer, ya que Dios puede hacer de nuestro sufrimiento un camino de Salvación, como lo fue el mismo Cristo, que, compadecido del leproso quiso su curación, pero amando no sólo a él sino a cada uno y a todos los mortales, vino al mundo con carne humana para padecer los azotes de los soldados romanos, morir en una cruz de la manera más cruel posible y resucitar para mostrarnos la victoria del amor, de su Amor que quiso devolvernos la amistad con Dios para siempre. No manda Dios ningún castigo, el castigo viene del hombre cuando comete torpezas o se involucra en el mal (el maligno nunca nos apadrina, siempre quiere aniquilar todo rastro de humanidad). Al enfermo mira el Señor desde la Cruz, pero también desde la tumba vacía, donde la muerte fue vencida para siempre. Que si morimos, estamos vivos en Cristo, y si vivimos, para Cristo vivimos, que es quien nos salvó del infierno. ¿Qué vale más, esta vida o la eternidad?. Porque en esta vida las contingentes posibilidades de felicidad o amargura son un soplo, pero en la vida que nos da Dios sólo hay felicidad y con los nuestros. No conocemos a Dios cuando pensamos que nos está castigando, pero no seremos castigados por desconocerlo, con tal que no lo hagamos a drede, y vale más la Misericordia que cualquier maldad humana.
La lepra era en la antiguedad una causa vergonzosa para quien la poseía, porque era excluído y tratado de impuro, era discriminado. Hoy hay enfermedades como el SIDA o el Cáncer de todo tipo que pueden resultar una condena para las personas que lo padecen, ante estas realidades del dolor ageno o propio debemos llamarnos a tener la mirada y el corazón de Cristo, que se compadece de los más débiles y de los que necesitan la salud. Pero para los que están buscando lejos del Señor se dirá lo que dijo un santo "¿de qué nos sirve conocer la felicidad del cielo sino solamente para estar angustiados y tristes, sabiendo de qué bienes estamos privados y la imposibilidad de alcanzarlos?" y también "si para ver a Dios es necesaria la pureza de corazón, es evidente que esta pureza de corazón, que nos hace posible la felicidad, no es algo inalcanzable". Seamos entonces puros de corazón, es decir, inclinados contra toda tempestad hacia el bien y nunca hacia el mal o el rencor, resentimiento, etc. Porque Dios nos ama para que seamos libres de los males que no nos dejan vivir tranquilos. Hay dos formas de pasar situaciones próximas a la muerte: la manera animal desesperada, atormentada, o la manera heroica que nos enseñaron desde los primeros tiempos los santos mártires: no renegar de Dios ni si quiera ante la muerte. De esta manera podemos imitar a esos mártires de Dios haciendo heroicamente lo que debemos en nuestra vida cotidiana: educar en el amor, enseñar humanidad, conducir por la vía de los valores y la sabiduría, corregir los desvíos con paciencia y magnanimidad, etc. Nada de lo que hagamos por vivir el Evangelio es jamás en vano, porque Dios conoce a los suyos, y nuestro premio es que Él nos ama y siempre nos ha amado.

jueves, 29 de junio de 2017

Solemnidad de los santos Apóstoles Pedro y Pablo


+Evengelio de Nuestro Señor Jesucristo según San Mateo
                                                                          Mt. 16, 13-19

Al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: “¿Qué dice la gente sobre el Hijo del hombre? ¿Quién dicen que es?”. Ellos le respondieron: “Unos dicen que es Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías o alguno de los profetas”. “Y ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy?”. Tomando la palabra, Simón Pedro respondió: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”. Y Jesús le dijo: “Feliz de ti, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en el cielo. Y yo te digo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder de la muerte no prevalecerá contra ella. Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos. Todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo”.
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Hoy celebramos la solemnidad de estos dos apóstoles y santos mártires que son columnas de la Iglesia. San Pedro, como se lee en el Evangelio recibió la autoridad que le confirió Cristo para conducir la Iglesia, con especial énfasis en las palabras del Señor que le da las llaves del cielo. San Pablo, cuya conversión gloriosa lo llevó a hacer grandes proezas por el Evangelio y la Iglesia, recorrió todo el mundo antiguo conocido en esos días llevando la Palabra en cada viaje y a cada comunidad cristiana incipiente.
El día de hoy es también el día del Papa, del Santo Padre, en honor a la figura de san Pedro, príncipe de los Apóstoles. Recemos por Francisco para que Dios lo bendiga e ilumine en la conducción de la Iglesia y en estos tiempos de profundos cambios que atraviesa el mundo.
La fe fue el núcleo de la vida de estos dos santos, que en otro tiempo habrían sido simples ciudadanos, pero que Cristo transformará sus caminos. Pedro era un simple pescador, Pablo un artesano fabricador de tiendas. Ambos estaban predestinados a hacer que el Evangelio se extienda por el mundo y así anunciar, recibida directamente de Cristo, la Buena Noticia, la Nueva Alianza.
Sobre ellos hablan las Escrituras, y por eso es (hoy especialmente) necesario tomar la Biblia para leer algún fragmento que nos hable de ellos además del Evangelio que nos propone la liturgia. Para nosotros esta solemnidad reviste especial importancia, ya que tanto Pedro como Pablo fueron y siempre serán dos cirios ardientes de la Iglesia, en quienes debemos observar su heroico ejemplo (los dos murieron martirizados) y dar gloria a Dios con nuestras vidas, creciendo en la fe como auténticos cristianos.
Son muchos los que dicen, a propósito de este fragmento del Evangelio, que Jesús no se refería a Pedro como la "piedra fundamental", este es un antiguo litigio entre teólogos; San Agustín se inclinará por el sentido de figurar la fe bajo la palabra "piedra", pero lo que verdadermanete importa es la autoridad que le confiere el Señor a Pedro: le da las llaves de los cielos. Cabe preguntarse ¿qué vale más, una piedra o las llaves del cielo?, creo que no hay piedras sin cielo... Pero como sea que esta discusión ha pasado de ser problema de importancia, la Piedra Angular nos llama a tener la fe de Pedro y la conciencia y constancia de Pablo. Aquel por haber negado a Cristo tres veces fue confirmado y elevado luego de su triple adhesión a Cristo cuando el mismo Jesús le preguntaba si lo amaba. Pablo por su ardiente celo evangélico que lo llevó a defender la verdad luego de haber escuchado la Voz de la Verdad, legándonos así la noticia inmortal del Evangelio. Hoy es para celebrar la corona de estos Apóstoles y meditar sus ejemplos para llevar una vida verdaderamente cristiana.

miércoles, 14 de junio de 2017

miércoles X del T. Ordinario

+Evengelio de Nuestro Señor Jesucristo según San Mateo
                                                                         Mt. 5, 17-19

Jesús dijo a sus discípulos: No piensen que vine para abolir la Ley o los Profetas: Yo no he venido a abolir, sino a dar cumplimiento. Les aseguro que no quedarán ni una “i” ni una coma de la Ley, sin cumplirse, antes que desaparezcan el cielo y la tierra. El que no cumpla el más pequeño de estos mandamientos, y enseñe a los otros a hacer lo mismo, será considerado el menor en el Reino de los Cielos. En cambio, el que los cumpla y enseñe, será considerado grande en el Reino de los Cielos.
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Nos recuerda Jesús que su venida al mundo no significa un deshacerse de responsabilidad y buena conducta, no vino a salvarnos para que tengamos carta libre en hacer "la que queramos", sino que debemos tener presente los preceptos y reglas propias de los ciudadanos de lo alto, para que podamos convivir con Él ya desde este suelo que pasa. Su ley no pasará jamás, porque es lo que debemos asimilar en el corazón para poder decirnos y ser verdaderamente hijos de Dios. Uno de esos preceptos es ir a Misa, y no sólo ir sino comulgar, y no sólo comulgar sino también confesar los pecados si no se está en gracia para recibir a Cristo sacramentado, y no sólo todo esto, sino aprender a vivir una vida cristiana si muchas de estas cosas son desconocidas para uno, porque Dios nos conoce bien a pesar de que nosotros ignoremos un "Padrenuestro" o un "Agnus Dei". En tiempos de tanta fría relación de los hombres con Dios mismo y con su Iglesia debemos permitirnos llamar a la reflexión nuestra casa y al vecino, para poder amonestar con fraternidad, y no con fingida perfección divina, ya que somos mortales como todos. Y a los sacerdotes se les pide más y más compromiso con el confesionario, recordando siempre ser instrumento de misericordia y no jueces. Cumplir es amar efectivamente, más que de manera afectiva, por lo que necesitamos de manera urgente crecer en verdadero sentido cristiano. Que Nuestra Señora de Fátima nos ayude en esta tarea y daremos rosas en su honor con la alegría de sabernos cada día más santos.

martes, 13 de junio de 2017

San Antonio de Padua



+Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según San Mateo
                                                                         Mt. 5, 13-16

Jesús dijo a sus discípulos: "Ustedes son la sal de la tierra. Pero si la sal pierde su sabor, ¿con qué se la volverá a salar? Ya no sirve para nada, sino para ser tirada y pisada por los hombres. Ustedes son la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad situada en la cima de una montaña. Y no se enciende una lámpara para meterla debajo de un cajón, sino que se la pone sobre el candelero para que ilumine a todos los que están en la casa. Así debe brillar ante los ojos de los hombres la luz que hay en ustedes, a fin de que ellos vean sus buenas obras y glorifiquen a su Padre que está en el cielo".
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Jesús nos llama a guardarnos de inclinaciones mundanas en el pasaje anterior; nos señala suyos, somos luz de la Luz del mundo. Como el mismo Jesús había prometido antes, que estaríamos en comunión con la Trinidad si permanecemos en Él, del mismo modo lo enseña coronando santos como el que celebramos este día, San Antonio de Padua, predicador franciscano eminente y gran taumaturgo. Los hombres de su tiempo, viendo sus obras, glorificaban al Padre que está en el cielo.
A nosotros nos toca también seguir el mandato de Cristo y ser luz para los demás, como buenos cristianos, como auténticos cristianos. San Antonio predicó contra los vicios del lujo, de la tiranía y de la avaricia, también contra las herejías de su tiempo; seamos hoy concientes de nuestros vicios para pedir con humildad a este santo que nos ayude a superar toda flaqueza que nos aleja de ser fieles discípulos.

domingo, 11 de junio de 2017

Solemnidad de la Santísima Trinidad


+Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según San Juan
                                                                       Jn. 3, 16-18

Dijo Jesús: “Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él, no es condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios”.
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Este día celebramos solemnemente a Dios, Santísima Trinidad. El Evangelio nos presenta uno de los discursos más bellos de Cristo hablando de sí mismo y de la Trinidad, el amor por el hombre y el plan de salvación. Así Dios nos da primero su amor eterno revelado en el amor de Cristo y luego la fe, como don de vida, que nos permite caminar sus pasos y ser sus discípulos. Nuestra donación, entonces, corresponderá a su imagen y semenjanza en la medida en que sepamos evangelizar con el amor ante todo, y luego compartiendo la fe vivida en Jesús.
Sobre el amor, esa antigua virtud que viene del cielo, se ha escrito desde los primeros días, y Dios mismo creo todo por amor al hombre. De la fe hemos tenido larga historia desde Abraham hasta Jesús resucitado y ascendido. El amor no puede expresar otra cosa que no sea el bien desinteresado por el otro, pero no es el amor al modo filosófico el que refiere la Trinidad, sino un amor perfecto que no hace esquemas ni busca perfecciones, porque se sabe imperecto a los ojos de Dios. El amor auténtico del hombre es el que sabiendo de la propia miseria responde al Dios Amor con lo más preciado de su espíritu, con lo más blanco de su corazón. Pero no duerme en nimbos prefigurados, porque aún la vista no alcanza para estar cara a cara frente a nuestro Dios; necesitamos contemplar al Señor en su fuego místico y efectivo para luego llevar al mundo la luz y la vida que el hombre necesita. El amor perfecto no necesita fe, porque todo lo sabe, es omnisciente; nosotros necesitamos fe para poder tener un camino a pesar de nuestra indigencia de criaturas. Ese camino es el mismo Jesús que hoy nos habla a cada uno de nosotros, cristianos llamándonos a reafirmar la fe con palabras que pueden sonar terribles, pero son en verdad la amonestación indolora para no caer en el dolor eterno de no ver jamás su rostro. En este plano terrenal vemos su rostro en cada Eucaristía, de manera figurada; ya vendrá el día en que lo veamos tal cual es.
El mundo de hoy tiene urgente necesidad de esperanza, que junto con el amor y la fe constituye las tres virtudes teologales. Esperanza no es vivir de sueños y utopías, sino tener la paz en la firme roca que es la Palabra de Dios, su Verdad, su Iglesia, su Vida. La vida del cristiano no puede ser otra que la vida de todo cristiano, y esta vida no puede tener rumbo sin camino, el Camino es Dios, y lo ha marcado en su Iglesia, la Iglesia católica. Acercarse a la Iglesia no es tarea para cobardes, desde ya, pero tampoco es deber de prepotentes. La humildad hace al sabio más humano, y por lo tanto más receptor de Dios. Hay muchos que rechazan toda mención de la Trinidad cada vez que rechazan todo mandato, llamada o pedido de Dios; también hay quienes se creen dueños de Dios, encerrándolo en sus manos con fuerza y creyendose poseedores exclusivos, sin compartir, sólo con mezquindad. La razón de servicio que enseña Jesús en numerosos pasajes del Evangelio vastan para aclarar qué tipo de persona es y puede decirse cristiano. ¿Seremos como fariseos? ¿Seremos como las gentes que no recibirán a los Apóstoles?, Él mando que se quitasen hasta el polvo de las sandalias ¿Recuerdan?.
Hoy no celebramos una deidad de piedra, ni de barro, ni a un humano divinizado, sino a Dios mismo, el único y trino. Un solo Dios, tres personas divinas: Padre, Hijo y Espíritu Santo; eso enseña la Iglesia, eso enseña Dios. Jesús verdadero Dios y verdadero humano nos ha bendecido y redimido, nos ha amado hasta el extremo. Merecemos ser amor por quien hizo de su Amor eterno un corazón de hombre para que el hombre se sienta hermano e hijo, para que el hombre vuelva a ser capaz del Señor. Salvados fuimos a precio alto, como dice San Pablo, no volvamos a las tinieblas, celebremos al Amor que nos da la fe y la esperanza luego de habernos dado de Él mismo y de habernos dejado la Sagrada Eucaristía para que tengamos vida y vida en abundancia.
Pongamos en las oraciones de este día un "gracias" bien recitado desde el alma para Dios.

sábado, 3 de junio de 2017

San Carlos Lwanga y compañeros mártitres

+Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según San Mateo
                                                                           Mt. 5, 1-12

Al ver la multitud, Jesús subió a la montaña, se sentó, y sus discípulos se acercaron a Él. Entonces tomó la palabra y comenzó a enseñarles, diciendo: "Felices los que tienen alma de pobres porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos. Felices los afligidos, porque serán consolados. Felices los pacientes porque recibirán la tierra en herencia. Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados. Felices los misericordiosos, porque obtendrán misericordia. Felices los que tienen el corazón puro, porque verán a Dios. Felices los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios. Felices los que son perseguidos por practicar la justicia, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos. Felices ustedes, cuando sean insultados y perseguidos, y cuando se los calumnie en toda forma a causa de mí. Alégrense y regocíjense entonces, porque ustedes tendrán una gran recompensa en el cielo; de la misma manera persiguieron a los profetas que los precedieron".

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Hoy la Iglesia recuerda a veintidós jóvenes mártires cristianos de la actual Uganda que fueron asesinados por ser cristianos y defender las santas costumbres por mandato de Mwanga II, un rey absoluto de la región de Buganda (en Uganda), África que practicaba la pederastía con los niños servidores del palacio. Carlos fue bautizado por otro mártir coetáneo que fue martirizado por el mismo rey en la persecución que llevó a cabo durante todo su gobierno. Fue condenado a muerte con 22 compañeros que eran todos jóvenes de entre 14 y 30 años de edad; uno de ellos era hijo de uno de los verdugos. El martirio de los jóvenes tuvo lugar en Namugongo (a 60 km de Kampala) donde actualmente se erige una basílica menor y cada 3 de junio se celebra la Misa de la memoria de estos mártires. Fueron incinerados en vida; algunos de ellos, aún los más niños, fueron bautizados por San Carlos el mismo día del martirio. Los beatificó el Papa Benedicto XV el 6 de junio del año 1920 y fueron canonizados por el Beato Pablo VI el 18 de octubre de 1964.
El Evangelio de hoy nos presenta las bienaventuranzas que Cristo enseñó en el umbral del sermón de la montaña. Nos recuerda que en los sufrimientos cotidianos, y hasta en los momentos más arduos de la vida de fe, Jesús está con nosotros y su Reino es nuestro hogar. el ejemplo de vida cristiana se profesa desde la sencillez de vivir acorde a las enseñanzas de Jesús, y nunca preferir las cosas del mundo por encima de la Vida que Cristo nos da.
 Las bienaventuranzas resumen la felicidad de los cristianos de todos los tiempos: es el servicio desinteresado a Dios y a la humanidad que Dios ama. el ejemplo de los mártires de Uganda es la expresión de vida de todo católico que debe luchar contra el pecado en la vida cotidiana, y es, por excelencia, la expresión del santo que da su vida por Cristo sabiendo que no es un sinsentido, sino que antes de negar la Verdad y renegar de Dios, prefiere dar testimonio de lo que el Señor enseñó a los Apóstoles: la fe verdadera y la venida del Reino de los Cielos. Creen los tiranos sanguinarios y los que rechazan a Dios, tener poder si pueden disponer de la vida de un humano. Pero no entienden que la vida no es sólo el cuerpo, sino también el espíritu; aunque el cuerpo mude su forma, el espíritu permanece. Es decir, los mártires enseñan la catequesis de la eternidad en Cristo: la vida es de Dios, y él nos la da en la Persona de Jesús cada vez que comulgamos, es por eso que muchos mártires no temen dar la vida, pero jamás darían en manos de simples hombres, por más "reyes" que sean, la Vida que nos dona Cristo desde el bautismo.
En la actual África se viven persecuciones a los cristianos, especialmente en Egipto y zonas cercanas a este país. Pero debemos decir que también florecen casi en silencio, como un susurro de ángeles, nuevos cristianos fruto de las misiones llevadas a cabo por cristianos de diferentes regiones del mundo. El compromiso de todo fiel de hoy es la oración por esos mártires nuevos que surgen en la Iglesia por la maldad de algunos hombres. Rogamos a San Carlos Lwanga y a todos los compañeros santos mártires que intercedan por nosotros y especialmente por aquellos que sufren las persecuciones actuales contra los cristianos. Pido especialmente a San Carlos y sus compañeros santos mártires por las sociedades del mundo donde el ateísmo y las ideologías anticatólicas enseñan la intolerancia en contra de la paz, para que nos ayuden estos santos a permanecer siempre fieles a Dios y a conservar valientemente la verdadera vida que nos da Cristo.

Foto en la que aparecen algunos de los mártires (año 1885)

domingo, 23 de abril de 2017

domingo de la Misericordia (octava de Pascua)

+Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según San Juan
                                                                      Jn. 20, 19-31

Al atardecer del primer día de la semana, los discípulos se encontraban con las puertas cerradas por temor a los judíos. Entonces llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo: “¡La paz esté con ustedes!”. Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor. Jesús les dijo de nuevo: “¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes”. Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: “Reciban el Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan”. Tomás, uno de los Doce, de sobrenombre el Mellizo, no estaba con ellos cuando llegó Jesús. Los otros discípulos le dijeron: “¡Hemos visto al Señor!”. Él les respondió: “Si no veo la marca de los clavos en sus manos, si no pongo el dedo en el lugar de los clavos y la mano en su costado, no lo creeré”. Ocho días más tarde, estaban de nuevo los discípulos reunidos en la casa, y estaba con ellos Tomás. Entonces apareció Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio de ellos y les dijo: “¡La paz esté con ustedes!”. Luego dijo a Tomás: “Trae aquí tu dedo: aquí están mis manos. Acerca tu mano: Métela en mi costado. En adelante no seas incrédulo, sino hombre de fe”. Tomás respondió: “¡Señor mío y Dios mío!”. Jesús le dijo: “Ahora crees, porque me has visto. ¡Felices los que creen sin haber visto!”. Jesús realizó además muchos otros signos en presencia de sus discípulos, que no se encuentran relatados en este Libro. Estos han sido escritos para que ustedes crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y creyendo, tengan Vida en su Nombre.
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La paz del Señor nos busca aunque estemos ausentes. Si no estamos para Él aún esa paz nos ilumina para alcanzarla, no olvidemos al Señor, Él resucitó como nos había prometido y volvió para salvarnos a pesar de nuestra huída.
Más allá de nuestra vida, la Vida nos quiere y no se cansa en su llamar continuo a lo largo de nuestra existencia. Es Dios, que ha vencido y su Misericordia es tal que trasciende la capacidad humana para amar. Nos acercamos a Dios cuando necesitamos algo que no nos puede dar nada en el mundo. Nos acercamos a Dios para agradecerle un pedido que nos ha sabido responder. Pero debemos también acercarnos a Él para estar con Él, para conocerlo cada día más, para escucharlo y para adorarlo, para ser parte de esa familia especial, la Iglesia. No importa cuanta sea nuestra incredulidad, Dios permanece, sabe de la pobre condición humana y espera, porque Él mismo es Eternidad. Esta Pascua acerquémonos a su infinita misericordia y pongamos nuestra confianza en él, encontrándonos personalmente, conociéndolo cada día, amándolo después. Recordemos que el amor humano, y en general el humano no puede equipararse a Dios (como dijo también Juan, Dios es Amor). Sólo Él sabe hacer su corazón humano y llorar nuestras lágrimas para que nosotros aprendamos a ser libres con su libertad. No tengamos miedo de amar al Amor de los amores, todas nuestras deudas, maldades, engaños, torpezas, penas y dolores tienen lugar en sus brazos de Padre. Cristo nos ha sonreído y lo hace para siempre, confiemos en Él aprendiendo su santidad para compartir nuestras debilidades y lágrimas, nuestro amor y alegría.

domingo, 19 de marzo de 2017

domingo III de Cuaresma

+Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según San Juan
                                                                        Jn. 4, 5-42

Jesús llegó a una ciudad de Samaría llamada Sicar, cerca de las tierras que Jacob había dado a su hijo José. Allí se encuentra el pozo de Jacob. Jesús, fatigado del camino, se había sentado junto al pozo. Era la hora del mediodía. Una mujer de Samaría fue a sacar agua, y Jesús le dijo: “Dame de beber”. Sus discípulos habían ido a la ciudad a comprar alimentos. La samaritana le respondió: “¡Cómo! ¿Tú, que eres judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?”. Los judíos, en efecto, no se trataban con los samaritanos. Jesús le respondió: “Si conocieras el don de Dios y quién es el que te dice: ‘Dame de beber’ tú misma se lo hubieras pedido, y él te habría dado agua viva”. “Señor, le dijo ella, no tienes nada para sacar el agua y el pozo es profundo. ¿De dónde sacas esa agua viva? ¿Eres acaso más grande que nuestro padre Jacob, que nos ha dado este pozo, donde él bebió, lo mismo que sus hijos y sus animales?”. Jesús le respondió: “El que beba de esta agua tendrá nuevamente sed, pero el que beba del agua que yo le daré, nunca más volverá a tener sed. El agua que yo le daré se convertirá en él en manantial que brotará hasta la Vida eterna”. “Señor, le dijo la mujer, dame de esa agua para que no tenga más sed y no necesite venir hasta aquí a sacarla”. Jesús le respondió: “Ve, llama a tu marido y vuelve aquí”. La mujer respondió: “No tengo marido”. Jesús continuó: “Tienes razón al decir que no tienes marido, porque has tenido cinco y el que ahora tienes no es tu marido; en eso has dicho la verdad”. La mujer le dijo: “Señor, veo que eres un profeta. Nuestros padres adoraron en esta montaña, y ustedes dicen que es en Jerusalén donde se debe adorar”. Jesús le respondió: “Créeme, mujer, llega la hora en que ni en esta montaña ni en Jerusalén ustedes adorarán al Padre. Ustedes adoran lo que no conocen; nosotros adoramos lo que conocemos, porque la salvación viene de los judíos. Pero la hora se acerca, y ya ha llegado, en que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad, porque esos son los adoradores que quiere el Padre. Dios es espíritu, y los que lo adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad”. La mujer le dijo: “Yo sé que el Mesías, llamado Cristo, debe venir. Cuando él venga, nos anunciará todo”. Jesús le respondió: “Soy yo, el que habla contigo”. En ese momento llegaron sus discípulos y quedaron sorprendidos al verlo hablar con una mujer. Sin embargo, ninguno le preguntó: “¿Qué quieres de ella?” o “¿Por qué hablas con ella?”. La mujer, dejando allí su cántaro, corrió a la ciudad y dijo a la gente: “Vengan a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que hice. ¿No será el Mesías?”. Salieron entonces de la ciudad y fueron a su encuentro. Mientras tanto, los discípulos le insistían a Jesús, diciendo: “Come, Maestro”. Pero él les dijo: “Yo tengo para comer un alimento que ustedes no conocen”. Los discípulos se preguntaban entre sí: “¿Alguien le habrá traído de comer?”. Jesús les respondió: “Mi comida es hacer la voluntad de Aquel que me envió y llevar a cabo su obra. Ustedes dicen que aún faltan cuatro meses para la cosecha. Pero yo les digo: Levanten los ojos y miren los campos: ya están madurando para la siega. Ya el segador recibe su salario y recoge el grano para la Vida eterna; así el que siembra y el que cosecha comparten una misma alegría. Porque en esto se cumple el proverbio: “Uno siembra y otro cosecha”. Yo los envié a cosechar adonde ustedes no han trabajado; otros han trabajado, y ustedes recogen el fruto de sus esfuerzos”. Muchos samaritanos de esa ciudad habían creído en él por la palabra de la mujer, que atestiguaba: “Me ha dicho todo lo que hice”. Por eso, cuando los samaritanos se acercaron a Jesús, le rogaban que se quedara con ellos, y él permaneció allí dos días. Muchos más creyeron en él, a causa de su palabra. Y decían a la mujer: “Ya no creemos por lo que tú has dicho; nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que él es verdaderamente el Salvador del mundo”.
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Jesús y la samaritana • Carl H. Bloch
Este fragmento del evangelio es algo extenso pero conciso en el mensaje: Cristo evangeliza y enseña a evangelizar aún cuando es hora de la comida (bien sabemos los contemplativos y los mendicantes que además del alimento del cuerpo debemos tomar el alimento del espíritu que es la Palabra y la voz de los que la proclaman). Cristo no tenía ni tiene necesidad de comer ni de beber, Él mismo es alimento mas no un alimento material que pasado el tiempo se desintegra y pasa a ser lo que no era; Él es el alimento eterno del espíritu. Al ditigir su palabra a la samaritana, que era de un pueblo despreciado y tenido en menos por los judíos, que era pecadora y su fe estaba desviada, Jesús tiene sed de su conversión, y poco a poco le transmite la verdad, el Evangelio. Pero ¡Él mismo es la Verdad!, entonces se transmite Él mismo, se dona Él mismo para alimentar a ese espíritu vacío y ensombrecido y de esta forma lo llena de luz y de vida. Dios no tiene necesidad de ingerir nada, Él como alimento y como verdad subsiste en sí mismo e irradia de sí mismo lo que la creación necesita para ser; "Él es" sin necesidad de nada diverso a Él. Y ¿por qué lo sirven los ángeles aquel día que fue tentado por el diablo después de haber ayunado cuarenta días?, recordemos que sintió sed y hambre pero rechazó el mal cumpliendo perfectamente la voluntad de su Padre. ¿Es malo en sí mismo el alimento?, ¿es mala en sí mismo la bebida?, ¡claro que no! es en el corazón del que vive donde se hierbe el mal o se perfuma el bien, nosotros no sólo nos alimentamos de pan, sino de la Palabra de Dios y cuando ayunamos confiamos plenamente en la Trinidad, ya que no moriremos jamás; la muerte no tiene ningún poder sobre el cristiano. Dios sostiene a la humanidad; Cristo es verdadero Dios y verdadero hombre. La humanidad no tiene nada para agregar a la Divinidad (pero Dios ama a la humanidad),  la Divinidad sustenta a la humanidad desde la existencia misma. Por eso esos ángeles sirvieron a Jesús adorándolo en espíritu y en verdad, como diciendo "A tí, oh Dios, te alabamos, a tí, Señor, te reconocemos". Por ser Dios Él mismo es alimento sin necesitar nada más. Cristo comió y bebió con los suyos ciertamente como humano, porque como Dios es omnipotente; no puede la creación atarlo al punto de tener que depender de ella (esto es absurdo), la creación depende de Dios.
El Señor enseña también la misericordia en este pasaje. Acercándose a una persona despreciada en Israel, Él mismo la justifica y le ordena, con amor, paciencia y servicio, la conversión. Ella intentará hacerlo entrar en razones..., razones humanas; intentará enseñarle doctrina..., doctrinas humanas. Él le mostrará la verdad: la razón y la doctrina deben adorar al padre en espíritu y en verdad. con su discurso convierte a la samaritana y enseña a ella y a sus discípulos (que llegaban con el almuerzo) qué es lo que está sucediendo: el Reino de los Cielos, la Salvación, se está manifestando entre nosotros. Si el alimento del Señor es cumplir su Voluntad, entonces no importa la hora ni la circunstancia, servir a Dios en los hombres será la regla. Samaría se convirtió, creyó en Dios, en el Mesías, en el Evangelio. Nosotros podemos ser discípulos o samaritana, todos debemos aprender del Maestro y cumplir su Voluntad desde el espíritu y la verdad hasta el trabajo en el campo; en otra parte nos dirá el santo Apóstol: "La fe, si no va acompañada de las obras, está completamente muerta". Seamos cristianos, el bautismo nos hace hijos de Dios, la constancia en fe y vida, buenos hijos suyos.

domingo, 5 de marzo de 2017

domingo I de Cuaresma

+Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según San Mateo
                                                                           Mt. 4, 1-11

Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el demonio. Después de ayunar cuarenta días con sus cuarenta noches, sintió hambre. Y el tentador, acercándose, le dijo: “Si tú eres Hijo de Dios, manda que estas piedras se conviertan en panes”. Jesús le respondió: “Está escrito: ‘El hombre no vive solamente de pan, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios’”. Luego el demonio llevó a Jesús a la Ciudad santa y lo puso en la parte más alta del Templo, diciéndole: “Si tú eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: ‘Dios dará órdenes a sus ángeles, y ellos te llevarán en sus manos para que tu pie no tropiece con ninguna piedra’”. Jesús le respondió: “También está escrito: ‘No tentarás al Señor, tu Dios’”. El demonio lo llevó luego a una montaña muy alta; desde allí le hizo ver todos los reinos del mundo con todo su esplendor, y le dijo: “Te daré todo esto, si te postras para adorarme”. Jesús le respondió: “Retírate, Satanás, porque está escrito: ‘Adorarás al Señor, tu Dios, y a él solo rendirás culto’”. Entonces el demonio lo dejó, y unos ángeles se acercaron para servirlo.
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El plan de Dios es la salvación del hombre, no su condena. Vemos cómo el diablo insolente trata de engañar a Jesús tentándolo para que lo obedezca y lo adore, pero ante las tentaciones del maligno, Cristo Verbo de Dios opone la Palabra y nos enseña una fuerte lección: vivir lo que Dios enseña aún en momentos de tribulación. Jesús no desconoce la necesidad natural del ser humano, nos muestra más bien que en esa realidad los hijos de Dios deben anteponer la gracia y confiar en ser servidos por los ángeles que nos envía el Altísimo.
Los cuarenta días son para nosotros mucho tiempo; tiempo de dificultades, de malestar, pero también tiempo de reflexión, de constancia, de crecimiento. El tiempo no es importante, lo importante es poder dar respuesta de la fe en el momento preciso en que se nos presenta la tentación punzante, y para ello está el desierto, como silencio interior que busca escuchar la Voz del Señor, como entrenamiento para esa carrera de la que hablará San Pablo y en la que procuramos ganar una corona imperecedera. El desierto no es más que un profundo encuentro interior con un Dios omnipresente; por esto la misantropía no forma parte del proyecto cristiano ni en el apostolado ni en la vida eremítica; la caridad es ley máxima y el crecimiento espiritual apunta al amor completo que incluye al de dilección. El desierto no es sólo de los monjes, en nuestros instantes de santa conciencia, en los momentos que pensamos en nuestro proceder como cristianos hacemos un viaje al desierto para descubrirnos en el oasis del Amor que es Palabra divina.
Esta cuaresma no se apaga con el resto del año, porque cada año es diferente y nos presenta desafíos nuevos. Por eso debemos renovar la respuesta cristiana y dar un sentido a lo vivido; ¿Qué sentido daremos a nuestro camino sino el que nos lleva a Dios? ¿Qué otro sentido damos a nuestra vida personal fuera de Cristo?. Podremos caer a los engaños del mal, pero jamás moriremos en sus garras; nos levantaremos una y otra vez y con la cruz en el corazón daremos un sí sólo para Dios, creciendo como cristianos, reforzando nuestra condición de hijos suyos. No debemos olvidar que tenemos contados hasta el último de nuestros cabellos y que vive Cristo para sostener nuestra vida y recuperar nuestras fuerzas. Las fuerzas para vivir según Dios, nuestro Padre por Cristo, las encontramos en el confesionario de manera completa; al confesionario debemos acercarnos esta cuaresma. Atrás las ideas propias del engaño que es hijo de Satanás; la Misericordia nos espera en el sacramento de la reconciliación y cuánto más debemos confesar los pecados si es que estamos llamados a ser luz del mundo y no neodanes mensajeros de la desesperanza y la prescindibilidad de Dios. ¡Cuántos hombres lejos de la Iglesia viven el desierto oscuro de no tener a Jesús en sus vidas!, quién sabe si nuestro ejemplo de conversión les ayudaría al menos a confiar en un hecho del que pueden ver y constatar un desenlace feliz, una certeza del Cielo. El cristiano es feliz viviendo a Cristo, con una felicidad que no es propia del mundo, pero no se puede vivir a Cristo sin ser Iglesia, porque, como dice la Palabra, "Los que se alejan de tí se pierden". Pero nuestro bien, paz y consuelo, nuestra felicidad presente y nuestro credo es saber que Él está cuidándonos contínuamente, ayudándonos contínuamente y para conocerlo mejor ha dispuesto lo que la Iglesia nos ofrece en la Eucaristía y en la vida misma, que toca lo cotidiano de cada día y también nuestro deber de llevar Vida al mundo para darle un sentido a su existencia (el único sentido que Dios conoce cuando nos crea).
Si Jesús fue tentado, no esperemos no serlo nosotros; si Jesús ha triunfado, los suyos triunfamos cuando a Él estamos unidos en esta comunión de los santos. Seamos esta cuaresma felices de sabernos hijos de Dios muy amados y por esto mismo muy aplicados en ser buenos hijos. La vida en Cristo es hermosa más que el sol, porque la luz de Dios no conoce de noches y quiere vivir con nosotros invitándonos por ende a trazar hoy un camino de conversión hacia un sitio de eternidad feliz, esto es su Corazón.

lunes, 27 de febrero de 2017

lunes VIII del T.O.

+Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según San Marcos
                                                                        Mc. 10, 17-27

Jesús se puso en camino. Un hombre corrió hacia él y, arrodillándose, le preguntó: “Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la Vida eterna?”. Jesús le dijo: “¿Por qué me llamas bueno? Sólo Dios es bueno. Tú conoces los mandamientos: No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no perjudicarás a nadie, honra a tu padre y a tu madre”. El hombre le respondió: “Maestro, todo eso lo he cumplido desde mi juventud”. Jesús lo miró con amor y le dijo: “Sólo te falta una cosa: ve, vende lo que tienes y dalo a los pobres; así tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme”. Él, al oír estas palabras, se entristeció y se fue apenado, porque poseía muchos bienes. Entonces Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: “¡Qué difícil será para los ricos entrar en el Reino de Dios!”. Los discípulos se sorprendieron por estas palabras, pero Jesús continuó diciendo: “Hijos míos, ¡qué difícil es entrar en el Reino de Dios! Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de Dios”. Los discípulos se asombraron aún más y se preguntaban unos a otros: “Entonces, ¿quién podrá salvarse?”. Jesús, fijando en ellos su mirada, les dijo: “Para los hombres es imposible, pero no para Dios, porque para él todo es posible”.
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Es bueno para hoy reconocer a Jesús en nuestra vida cotidiana: cuando estamos compartiendo un momento con la familia, así sea "agradable" o no tan "agradable", porque en la Cruz se manifiesta el poder del amor. Amor es este que el mundo no conoce, porque el egoísmo es tentación común entre los que descuidan o simplemente no conocen el Evangelio. Amar es donarse uno mismo al otro, como lo hizo Cristo; de esta manera compartimos alegrías y momentos difíciles con nuestros seres queridos, momentos que nos alegran el alma o que nos duelen. Pero lo que hacemos por amor a esos seres queridos debemos extenderlo a la humanidad, si realmente llevamos el nombre de "cristianos", porque Jesús no vino para los judíos, sino para toda la humanidad.
El Evangelio de hoy relata una verdad muy común en nuestros días: la difícil tarea de renuncia al apego material, y no es sólo a lo que subjetivamente denominamos "riquezas", tiene que ver también con nuestra mirada del mundo, con lo que para nosotros es esencial, lo que es palpable, la seguridad de la solidez material. Es que hoy la fe parece cosa de locos, pero claro que nunca flatan los locos que mezclan los budas con el calendario azteca (¡vaya si no estaremos cuerdos!). En fin, no quiero referirme a otra cosa que no sea lo que hoy nos habla la Escritura: Cristo dice "¡Qué difícil será para los ricos entrar en el Reino de Dios!", pero el Reino de Dios está cerca, en tu boca y en tu corazón, entre nosotros..., entonces ¿a qué se refiere el Señor?. No es para Dios un problema sin solución, sino para el hombre que se aferra a sus "riquezas" materiales, ya que, como vemos en el relato del hombre rico, él no pudo vender todo lo que tenía para darle a los pobres, sino que se fue triste porque poseía muchos bienes, es decir, en su prioridad pesaban más las riquezas que la vida eterna, ¡que era lo que él mismo le estaba pidiendo a Cristo!. Riquezas que no son más que cosas que se traga el mundo, porque todo lo que hoy vemos no quedará para la eternidad, nuestras riquezas, y digo "nuestras" de manera inclusiva, ya que debemos llevar el Evangelio hasta el último rincón de este mundo, nuestras riquezas son espirituales, son el Amor, son Dios, Cristo, la Virgen, la santidad. Nuestra riqueza consiste en vivir una vida para Dios, porque para nosotros es Dios, que es el mayor tesoro, y es el que compartimos en la mesa con nuestros seres queridos, cada vez que nos reunimos o los recordamos si ya están en el cielo, es el Dios que enseña la Cruz no como castigo, sino como misericordia y sabiduría, el mismo que nos ilumina cuando estamos tristes por esa persona que queremos y que nos hiere o nos preocupa.
Los discípulos se asombraron: "¿quién podrá salvarse?", pero no entendieron las palabras del Maestro, porque el Maestro "bueno" no era como ellos, Él es Dios, y sondea los corazones de los hombres, no dijo que sería difícil para el rico entrar en el Reino de Dios porque sea una condición de Dios vender todo para darlo a los pobres, sino que se refería a lo que podía ver claramente (como nosotros vemos en el agua clara) en el corazón de aquel hombre, que se acerca a Él llamándolo "maestro bueno", lo cual habla de su poca fe, ya que reconoce en Jesús a un rabino, no al Mesías...
¿Por qué me llamas bueno? Sólo Dios es bueno..., para colmo el hombre buscaba un tesoro que Jesús nos da desde su nacimiento, con su tarea mesiánica, de manera gratuita, sin mérito de parte de la humanidad. Lo buscaba..., no lo podía ver, estaba ciego, la vida eterna que quería estaba frente a él, y él mismo le fue a hablar... Las riquezas son una atadura para este hombre, porque teniendo delante a la Vida misma que le pedía que lo siga, el no quiso seguirla, sino que prefirió el símbolo de la muerte, lo que está muerto: el dinero.
Nosotros no estamos muertos, porque vivimos por gracia del Señor, ¿vivimos en gracias?..., no seamos necios en nuestras pretenciones, si buscamos el bien, todo lo que es bueno viene de Dios, no del mundo, pero el mundo debe ser transformado para recibir la Vida, compartamos este Evengelio con toda persona que esté en contacto con nosotros. La Palabra "no vuelve a mí estéril, sino que realiza todo lo que yo quiero y cumple la misión que yo le encomendé" dice el Señor.

miércoles, 15 de febrero de 2017

miércoles VI del T.O.

+Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según San Marcos
                                                                          Mc. 8, 22-26

Cuando Jesús y sus discípulos, llegaron a Betsaida, le trajeron un ciego a Jesús y le rogaban que lo tocara. Él tomó al ciego de la mano y lo condujo a las afueras del pueblo. Después de ponerle saliva en los ojos e imponerle las manos, Jesús le preguntó: “¿Ves algo?”. El ciego, que comenzaba a ver, le respondió: “Veo hombres, como si fueran árboles que caminan”. Jesús le puso nuevamente las manos sobre los ojos, y el hombre recuperó la vista. Así quedó sano y veía todo con claridad. Jesús lo mandó a su casa, diciéndole. “Ni siquiera entres en el pueblo”.
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El Evangelio hoy nos habla de la curación milagrosa del ciego, a quien Jesús puso sus manos para sanarlo. Ante este pasaje del Nuevo Testamento nos planteamos entonces cómo estamos nosotros; ¿acaso estaremos sanos?, ¿acaso ciegos?. ¿No tenemos más bien que ser perfectos en la constancia y constantes en la perfección?, me refiero a que no debemos dejar de tener esperanza cristiana ni con respecto a nosotros mismos ni con respecto a terceros; por otro lado siempre, y en todo lugar debemos permanecer fieles al Señor y nunca dejar de asirnos o volver a asirnos a su Divina Voluntad, que es en primer lugar que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la Verdad. La perfección consiste sobre todo en una trilogía del concepto de "amor", es decir, el amor a Dios, el amor a uno mismo y el amor a los semejantes (el prójimo). Por eso, señalar nuestra ceguera, o posible ceguera, no tiene más sentido que el de advertencia, pero no constituye por sí mismo la sanación, la cura, la salud. La salud viene de un camino, pero no de cualquier camino, viene del Camino que conduce a Dios, el mismo que nos enseñó Cristo, que continuaron los Apóstoles y los obispos hasta este instante inclusive. Ir a la iglesia, al templo, no nos hace ni más despiertos ni más santos por el solo hecho de asistir físicamente (o en casos especiales y aprobados por la Iglesia, de manera espiritual). Muchas veces solemos hacer, por desgano, por negligencia, por tristeza, por causa mayor, etc, las cosas automáticamente, sin detenerse en el momento a vivirlo plenamente. Estoy hablando de ir a Misa, de oír al padre, de vivir la caridad entre los mortales, de vivir coherentemente y siempre la fe que profesamos con la boca. Esto es un obstáculo para el crecimiento cristiano, y para ser concisos es una manera de apagar, desactivar, olvidar y sepultar paulatinamente o de golpe nuestro espíritu, ya que no hay vida sin comunión.
Todas las cuestiones de moral cristiana y ética eclesiástica (en las que el que escribe está constantemente creciendo), la dejo para reflexión de los lectores, poque no pretendo escribir un tratado, aunque voy a señalar uno que tiene ya su tiempo y son fruto bueno del campo del Señor: el Catecismo de la Iglesia Católica.
La ceguera de nuestros días es abundante, pero ante la Luz del Señor desaparece como desapareció de los ojos del ciego del Evangelio. Hoy tenemos muchos que maltratan al prójimo en las circunstancias y ámbitos más variados, ¡y muchos son cristianos!. Hay quienes reniegan del Papa, del cura, del monje, de la monja, de... ¡y no ven la viga en su propio ojo!. ¡Ojo!, no es que hagamos burla de los que se comportan con poca caridad, sino que tratamos de crecer y enseñar a crecer en Cristo explicando por qué sí tal cosa y por qué nó tal otra. Afuera y adentro de la Iglesia (pero no tan dentro), hay personas que se comportan como si lo exterior fuera lo más importante, lo que de verdad vale. Pero sabemos que es en el orden espiritual donde hace efecto primero la Palabra de Dios, y luego se traslada a nuestros actos coordinados por el Espíritu Santo en tanto sean del Espíritu y no del mundo. Hay quienes reniegan de la Misa, ya sea que piensen que es inútil o bien que crean que es indispensable pero no saben compartir. Para unos y otros, bien dice una y otra vez el Señor, como en el Antiguo y en el Nuevo Testamento, "Misericordia quiero, y no sacrificios, conocimiento de Dios más que holocaustos". Esto es sencillamente que ante todo, debe permanecer la caridad, y no la formalidad del obrar humano; esta norma vale tanto para lo que es profano, como para lo que es sagrado. En el oficio de lectura de hoy, tanto los consagrados como los laicos que podemos rezamos la segunda lecura, un fragmento de la "Doctrina de los doce", de tiempos cercanos al de los Apóstoles. En ella se nos habla acerca de la Eucaristía, y es notorio cómo difiere el modo antiguo de celebrar la Eucaristía (o la Misa; tiene cierta sinonimia) del modo como se celebraba antes del Concilio Vaticano II, e incluso después de este Concilio Ecuménico. Sin embargo muchos se aferran a una forma exterior olvidando por completo el poder de Dios y la efectividad de Cristo. Mientras tanto hay quienesrechazan la Eucaristía desconociendo el Evangelio, o, mejor dicho, queriendo desconocerlo. Están ellos ciegos; nosotros ¿estamos ciegos?. Si la ceguera de la que hablamos ocurre en nuestro espíritu, que el espíritu comience a ver paulatinamente la Verdad en las manos de la Verdad, pero si la ceguera es física, sepan esas personas que Dios les dio más que la vista, les dio su Amor eterno, y un lugar junto a Él desde esta vida y para siempre. Si se es ciego en el cuerpo, que se abran los ojos del alma, Dios es amor.

lunes, 23 de enero de 2017

lunes III T.O.

+Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según San Marcos
                                                                         Mc. 3, 22-30

Los escribas que habían venido de Jerusalén decían acerca de Jesús: “Está poseído por Belzebul y expulsa a los demonios por el poder del Príncipe de los demonios”. Jesús los llamó y por medio de comparaciones les explicó: “¿Cómo Satanás va a expulsar a Satanás? Un reino donde hay luchas internas no puede subsistir. Y una familia dividida tampoco puede subsistir. Por lo tanto, si Satanás se dividió, levantándose contra sí mismo, ya no puede subsistir, sino que ha llegado a su fin. Pero nadie puede entrar en la casa de un hombre fuerte y saquear sus bienes, si primero no lo ata. Sólo así podrá saquear la casa. Les aseguro que todo será perdonado a los hombres: todos los pecados y cualquier blasfemia que profieran. Pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo no tendrá perdón jamás: es culpable de pecado para siempre”. Jesús dijo esto porque ellos decían: “Está poseído por un espíritu impuro”.
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Para reflexionar hoy tenemos este Evangelio que habla de los escribas incrédulos blasfemando contra el Espíritu Santo; Cristo enseña por lógica lo que los judíos rechazan por fe: es evidente que no puede una persona estar contra sí misma, así como el diablo no puede combatir contra el infierno, y hablando de las Divinas Personas la seriedad del trato queda rotundamente indicada en las palabras de Jesús.
Acostumbramos en nuestra vida cotidiana a hablar de Dios como si fuera alguien más entre nosotros, muchas veces sin tener la intención viciada, pero el debido respeto a la Santísima Trinidad es algo que nos enseñan, desde el mismo Cristo hasta nuestra catequista, con tono de respeto y máximo cuidado. Si ponemos en práctica ese respeto, estamos en condiciones de transmitirlo a otros donde quiera que la cotidianeidad nos encuentre (al fin y al cabo esa es nuestra tarea de evangelizar a los pueblos, ¿no es verdad?). ¡Dios mío! exclaman algunas voces, y si bien no es tan grabe como un insulto a Dios, también esta frase lleva en sí un menosprecio al Señor, por vanalizar su Nombre en una frase sin sentido y tan propia de circunstancias bien mundanas, y nada sagradas. Bien, pero mucho peor es hablar de Dios vanamente o de modo inadecuado insultando al Espíritu Santo, que es la tercera Persona Divina. "Un solo Dios trino" enseña la Iglesia, por ello Jesús debe instruir a esos judíos que charlaban mal de Dios cuando les dice que todo será perdonado salvo el agravio al Espíritu. Y, dicho sea de paso, para instrucción de los hermanos, el Espíritu Santo no es una fuerza activa ni una energía ni un vínculo, como dice la antigua y metastásica herejía arriana. El Espíritu Santo es Dios, es una de las tres Personas Divinas, y lo recibieron los Apóstoles en Pentecostés y lo recibimos nosotros por el sacramento de la confirmación.
Atendiendo esxclusivamente al texto evangélico podemos decir que la enseñanza que nos deja es la de respeto a la Trinidad, porque si bien los demás pecados son perdonados, ello no nos da derecho a ultrajar a Cristo, ni nos da derecho a blasfemar contra el Padre. Pero dando un paso más, en sentido hacia la vida cristiana de comunidad y personal, podemos decir que no es lícito a un cristiano herir el espíritu de otro cristiano, y es en este punto que debemos tener cuidado los que comulgamos el Cuerpo del Señor: es que sería más raro para nosotros que nos amonesten por hablar inadecuadamente del Espíritu Santo que hablar pestes de "aquel"  "aquella" que también asiste a la iglesia y comulga como nosotros..., pensemos un instante, ¿nunca hemos hablado mal del hermano?, y si la respuesta es afirmativa, ¿hicimos algo para reparar el mal cometido?. El otro no es un objeto inerte, sino que tiene espíritu, y si es cristiano tiene dignidad de hijo de Dios en Cristo; si el otro no es cristiano, de igual manera merece respeto por el solo hecho de ser humano (Cristo ama a cada uno de los humanos y ama nuestra humanidad, ya que quiso nacer humano). Si el cristiano del cual hablamos pestes, o difamamos, o maltratamos, o angustiamos, o engañamos, o herimos en el alma es confirmado... grave es nuestro pecado, muy muy grave, porque en él está el Espíritu Santo vivificando su corazón de hijo de Dios. Para reflexionar sobre este pasaje nos queda por agregar el decálogo: el respeto a Dios por sobre todas las cosas (primeros tres mandamientos) y al prójimo como a uno mismo (los 7 mandamientos restantes) que en la enseñanza del propio Cristo sería "Ámense los unos a los otros. Así como yo los he amado ámense también ustedes los unos a los otros". Pidámosle a Dios ser dóciles a la Misericordia Divina, y que nuestro corazón sea cada vez más parecido al de Jesús, cada vez más humano, cada vez más cristiano, cada vez más santo. Amén

sábado, 21 de enero de 2017

Santa Inés, virgen y mártir

+Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según San Mateo
                                                                      Mt. 13, 44-46

Jesús dijo a la multitud: El Reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido en un campo; un hombre lo encuentra, lo vuelve a esconder, y lleno de alegría, vende todo lo que posee y compra el campo. El Reino de los cielos se parece también a un negociante que se dedicaba a buscar perlas finas; y al encontrar una de gran valor; fue a vender todo lo que tenía y la compró.
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mosaico de la basílica Santa Inés extramuros
Este día celebramos la memoria de santa Inés, una niña de doce años que murió martirizada a mediados del tercer siglo de nuestra era. Hoy cuando rezamos el oficio de lectura, temprano por la mañana, antes de laudes, leíamos el discurso emotivo de San Ambrosio sobre la virgen mártir que conmemoramos ahora; es inevitable comparar la fe de santa Inés con el pasaje del Evangelio propio de la memoria que acabamos de citar: el Reino de los cielos es para la pequeña santa como un tesoro escondido que ha sido encontrado. Es que su amor a Dios fue tal que no temió el mas crudo martirio antes que perder su santa virginidad. niña era y habiendo encontrado el tesoro más preciado, que no es sino el mismo Dios y su Reino, lo guardó en su corazón y en su mente para comprar el campo, una vida en Cristo, que es la que adoptó para siempre, configurándose con el mismo Jesús en su martirio. Gran valentía la de santa Inés, porque en los niños (y con más frecuencia en las niñas) existe una disposición natural para la pureza pero no para el sufrimiento, esto se ve claramente en el llanto de los infantes cuando hay alguna mínima perturbación que les disgusta. Por otra parte, en los adultos es más natural la valentía al enfrentar el sufrimiento, mas no así la pureza. Santa Inés, llena de Dios en su pequeño corazón y en su gigante espíritu, poseía la pureza de los niños y la valentía de los adultos.
Esta memoria también nos sirve para reflexionar en nuestro tiempo la responsabilidad que como sociedad tenemos con los niños: hay muchos niños que son martirizados de diversas formas, aún sin que este martirio nuevo signifique muerte física. Muchos adultos martirizan la infancia con las más variadas atrocidades, desde la imposición del trabajo infantil, pasando por el horror de inculcar la guerra y el odio hasta las aberraciones sexuales que incluso existen dentro de la Iglesia Santa. Recemos por que el humano comprenda la necesidad de cuidar, preservar y salvar la infancia para construir un mundo más digno y más cristiano, más humano para el bien de la sociedad toda. Hoy pedimos especialmente a esta santa mártir por los niños que son torturados en el mundo, por los que ha muerto por diversos motivos y por aquellos niños que estando vivos sufren las tristezas que conocemos y aquellas que no conocemos también. Si tanto amamos nuestra propia vida no seamos necios y volvamos el rostro al Señor, Él es el autor de la vida que llevamos en nuestro espíritu y cuerpo. Si amamos un campo sin haber hallado el tesoro hoy detengámonos en el campo santo de esta joven virgen mártir para considerar encontrar en lo profundo del corazón el tesoro de la gracia, de la fe, del perdón y después de contemplar a Dios en sus santos guardemos estas cosas para retenerlas, no para soltarlas: para retenerlas y adquirir el campo que es la vida de conversión al Evangelio. Santa Inés, rogá por nosotros.

martes, 10 de enero de 2017

martes II T.O.

+ Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según San Marcos
                                                                          Mc. 1, 21-28

Jesús entró en Cafarnaúm, y cuando llegó el sábado, fue a la sinagoga y comenzó a enseñar. Todos estaban asombrados de su enseñanza, porque les enseñaba como quien tiene autoridad y no como los escribas. Y había en la sinagoga un hombre poseído de un espíritu impuro, que comenzó a gritar: “¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido para acabar con nosotros? Ya sé quién eres: el Santo de Dios”. Pero Jesús lo increpó, diciendo: “Cállate y sal de este hombre”. El espíritu impuro lo sacudió violentamente y, dando un alarido, salió de ese hombre. Todos quedaron asombrados y se preguntaban unos a otros: “¿Qué es esto? ¡Enseña de una manera nueva, llena de autoridad; da órdenes a los espíritus impuros, y éstos le obedecen!”. Y su fama se extendió rápidamente por todas partes, en toda la región de Galilea.
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El Señor sepulta hy nuestros males, todas nuestras impurezas en este año de gracia. La confesión de los pecados nos deja libres una vez más para poder aspirar a las cosas del cielo, al crecimiento en el espíritu, a lo que es recto, lo bueno, lo que agrada a Dios. Él quiso por amor amarnos hasta el final y por ello nos salva y aun nos libra de males pasajeros, sean estos muy graves o más simples, como lo atestigua el Evangelio  que se escribió en aquel tiempo. Seremos de Dios toda la vida desde el bautismo, seremos sus hijos amados en Cristo por Cristo y con Cristo cada vez que comamos su carne en la Eucaristía. Seremos..., aún no sabemos qué seremos, pero sabemos que somos amados y ya desde este mundo nos sabemos hijos de Dios.
Hoy Cristo posa su gloria en el umbral de Cafarnaúm para enseñar la Buena Noticia a los judíos. Hoy también nos enseña a nosotros la autoridad de su voz; Él, que es la Voz de Dios. Con autridad enseña a los hombres y expulsa a los demonios, escuchémoslo, entonces hablar una vez más a nuestra vida, a nuestra humilde pero iluminada existencia. Lo podemos escuchar en los sacramentos, todos, de una manera especial, lo ecuchamos en la cotidianidad de los momentos más bellos o los más difíciles; el Señor tiene Voz divina pero sabe hablar en lengua humana, se vale de la Escritura, se vale de la Tradición, se vale del Magisterio, del Papa, el Obispo, el padre de parroquia o el amigo cristiano, se vale de la vida, en realidad Él es la Vida y por ello puede hablarnos en cualquier lugar y siempre. Este año que está comenzando, año civil, tenemos la firme esperanza de crecer como cristianos, como personas, como humanos. Todo lo ponemos en manos de Jesús, y sabemos que Él nos escucha siempre, por lo tanto todas nuestras preocupaciones no tienen sino que invocar su Nombre Santo para estar tranquilos en su Casa; recordamos que n duerme ni descansa el Guardián de Israel.
Salir hoy aunque llueva, caminar por la playa, la plaza, el cerro o el lago, recorrer la vida en la paz del Señor, ese es un camino de bendición, seguramente todos podamos entenderlo. Pero también es bendición de la Cruz nuestras penas y aflicciones, porque no están allí para destruirnos, sino para construir en nosotros la fortaleza de los santos. Contra el mal estamos los que a Dios amamos, porque Dios aborrece el mal, y ama al hombre. De esta manera tenemos una espada poderosa como la del mismo San Miguel, el arcángel vencedor, que lucha contra las huestes del infierno triunfal como el mimo Dios. No temamos la adversidad, y cuando la estemos transitando, sepámonos cristianos, no somos ni seremos abandonados, antes Cristo vencerá en nosotros y con nosotros . Así como en tiempos de las primeras persecuciones hoy podemos tener también esa cálida fraternidad de tener todo en común, de compartir todo entre hermanos, de volver a ser, de una vez por todas, verdaderos hermanos: la construcción personal es necesaria si tiene sentido en la humanidad, no estamos solos, y por más que nuestra huella eremítica nos conduzca al Misterio de Dios en el silencio de la celda, no podemos aceptar de las sombras la misantropía ajena al plan del Señor. Esto no significa renegar de la vocación sino vivir la misericordia que manda Aquel que es Misericordia. Ved que paz y que alegría convivir los hermanos unidos..., en el espíritu, en la oración, en la atención del que llega de caminar largo camino para buscar el alivio del amor de un hermano. De esta manera escuchamos la Voz y así comprendemos que la autoridad de Cristo no se basa en palabrerío mortal, sino en sí mismo, en su divinidad, que es de donde mana la autoridad de Jesús en tanto Dios.
Bendeciré desde hoy a la gente que me acompaña y a los que estén lejos, porque toda la humanidad es hermana de mi humanidad, a todos nos duelen las penas comunes y a todos nos alegran las felicidades queridas. Pido la conversión de los que faltan llegar, para que a todos nos abrace el mismo amor a Dios.

lunes, 2 de enero de 2017

Santos Basilio Magno y Gregorio de Nacianzo

+Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según San Mateo
                                                                         Mt. 23, 8-12

En cuanto a ustedes, no se hagan llamar "maestro", porque no tienen más que un Maestro y todos ustedes son hermanos. A Nadie en el mundo llamen "padre", porque no tienen sino uno, el Padre celestial. No se dejen llamar tampoco "doctores", porque sólo tienen un Doctor, que es el Mesías. Que el más grande de entre ustedes se haga servidor de los otros, porque el que se ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado.

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Hoy celebramos la memoria de dos santos monjes que vivieron hace más de un milenio y medio. Ellos dedicaron su vida a Cristo y a la Iglesia primeramente como ermitaños y luego como obispos en tierras de la actual Turquía. Tanto San Basilio como San Gregorio son doctores de la Iglesia y ambos, junto a otro santo (Gregorio de Nisa, hermano de Basilio) son conocidos como "padres capadocios" ya que nacieron cerca de Capadocia. Ambos estudiaron filosofía en Atenas y se dedicaron a combatir el arrianismo con la verdad de la santa doctrina.
Cuando nos encontramos con el carácter y pensamiento de Gregorio notamos que para el santo el estudio no significa más que un modo de encontrar a Dios en la Verdad misma y enseñarlo para transmitir la fe cristiana, y no otra cosa. Es decir, Gregorio puede retratar en sus escritos no solo el estudio de la teología sino más fuertemente a Dios mismo, tratando de llegar al entendimiento del hombre pero haciendo morada en el corazón de este. Es por eso que para el que estudia no hay mejor ejemplo que el de santos como estos, que dedican más su intelecto al conocimiento de Dios para transmitir Evangelio que para hacer del estudio una condición de prestigio impregnado de mundo. No solo el conocimiento, sino también el espíritu: conocimiento de Dios. El Evangelio de la memoria de estos santos lo dice claramente: "el que se ensalza será humillad y el que se humilla será ensalzado", de esta manera debemos seguir el ejemplo de los santos, buscando la edificación del otro antes que la mera construcción de vanidades pasajeras que no son sino escoria que se desecha al refinar la plata. Por mucho que lo intentemos la verdad para un buen cristiano siempre será imitar al Maestro, nunca la de seguir maestros mortales, es que de esto depende la vida de la purificación, sobre todo para la vida eremítica: nótese en la vida de Gregorio que tuvo que seguir los designios del Espíritu Santo, que tan bien supo enseñar, antes que seguir los designios de su querido amigo Basilio, a quien tuvo que rechazar cuando éste le exigía tomar plena posesión de la sede de Sasima. Es que suele suceder que mientras los ojos del prójimo ven un trayecto desde la propia perspectiva, la voz de Dios dice un camino escondido en el Corazón de sí mismo para nuestros humildes pero decisivos pasos. Tomamos, entonces, en consideración lo que dice el Evangelio de Mateo y también las palabras de Pablo en su carta a los efesios: "Con mucha humildad, mansedumbre y paciencia sopórtense mutuamente por amor. Traten de conservar la unidad del Espíritu mediante el vínculo de la paz".
Para la vida cotidiana de hoy los santos que celebramos hablan especialmente de la amistad, una amistad en primer lugar con Dios y en segundo lugar pero no menos importante, el lugar de los amigos, que es ese que sabemos caminar con mayor entendimiento. Para los amigos en Cristo no debe haber mejor cosa que compartir, y qué mejor cosa que compartir el alimento del cielo, a Jesús, la eucaristía. Porque bien dice la Escritura y el magisterio de la Iglesia que comulgar el Cuerpo del Señor es indispensable para el alimento del alma, para la vida de fe. Hoy llamamos a todos los cristianos a entrar en amistad plena: la que tenemos con el Señor desde la más tierna infancia bautismal hasta la que sucede entre los hombres cuando dos almas se encuentran como en una, de modo similar a lo que les ocurrió a Basilio y Gregorio. La amistad nunca debe dejar el eje que es Dios, porque no habrá jamás mejor molde para esta caridad especial que la que tuvo el Altísimo desde la Eternidad inefable y aún en el mismo instante en que Cristo pronunció "Ya no los llamo servidores [...] Yo los llamo amigos". Hoy, entonces, saludemos a ese amigo cristiano que tenemos desde hace tiempo, yo por mi parte saludo a los que he conocido durante todo el tiempo que llevo en esta vida.
Conocer a Dios es una tarea que debe estar en el plan de todo cristiano. Para ello nos sirven los siervos suyos: los santos, los obispos (especialmente el Obispo de Roma, al que llamamos "el Papa"), nos valemos de la tradición apostólica y del conocimiento de la Biblia. Pero, ¿para qué nos sirve conocer cada día más a Dios si tenemos los ojos cerrados?. Abramos entonces los ojos del espíritu, que la letra negra no sea ni un gramo de sombra para el alma; que podamos servir al Señor desde nuestro humilde conocimiento de sí, porque el Espíritu Santo completará lo que falte completar. Que nuestro estudio no sea ciego: nace de la Misericordia nuestra misericordia por el mundo, a ejemplo de muchos santos, como Basilio y Gregorio, que con amor cristiano enseñaron a Cristo y a la Trinidad, nunca el egoísmo o la parcialidad del juicio personal. Que podamos tener un día en Dios para que un día Dios sea todo en nosotros. Y nosotros los que te seguimos, Señor, nos gloriamos en tu Nombre, cantándote el el corazón las palabras de San Gregorio de Nacianzo: "Para nosotros el mayor título de gloria era el ser cristianos y ser con tal nombre reconocidos".