lunes, 27 de febrero de 2017

lunes VIII del T.O.

+Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según San Marcos
                                                                        Mc. 10, 17-27

Jesús se puso en camino. Un hombre corrió hacia él y, arrodillándose, le preguntó: “Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la Vida eterna?”. Jesús le dijo: “¿Por qué me llamas bueno? Sólo Dios es bueno. Tú conoces los mandamientos: No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no perjudicarás a nadie, honra a tu padre y a tu madre”. El hombre le respondió: “Maestro, todo eso lo he cumplido desde mi juventud”. Jesús lo miró con amor y le dijo: “Sólo te falta una cosa: ve, vende lo que tienes y dalo a los pobres; así tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme”. Él, al oír estas palabras, se entristeció y se fue apenado, porque poseía muchos bienes. Entonces Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: “¡Qué difícil será para los ricos entrar en el Reino de Dios!”. Los discípulos se sorprendieron por estas palabras, pero Jesús continuó diciendo: “Hijos míos, ¡qué difícil es entrar en el Reino de Dios! Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de Dios”. Los discípulos se asombraron aún más y se preguntaban unos a otros: “Entonces, ¿quién podrá salvarse?”. Jesús, fijando en ellos su mirada, les dijo: “Para los hombres es imposible, pero no para Dios, porque para él todo es posible”.
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Es bueno para hoy reconocer a Jesús en nuestra vida cotidiana: cuando estamos compartiendo un momento con la familia, así sea "agradable" o no tan "agradable", porque en la Cruz se manifiesta el poder del amor. Amor es este que el mundo no conoce, porque el egoísmo es tentación común entre los que descuidan o simplemente no conocen el Evangelio. Amar es donarse uno mismo al otro, como lo hizo Cristo; de esta manera compartimos alegrías y momentos difíciles con nuestros seres queridos, momentos que nos alegran el alma o que nos duelen. Pero lo que hacemos por amor a esos seres queridos debemos extenderlo a la humanidad, si realmente llevamos el nombre de "cristianos", porque Jesús no vino para los judíos, sino para toda la humanidad.
El Evangelio de hoy relata una verdad muy común en nuestros días: la difícil tarea de renuncia al apego material, y no es sólo a lo que subjetivamente denominamos "riquezas", tiene que ver también con nuestra mirada del mundo, con lo que para nosotros es esencial, lo que es palpable, la seguridad de la solidez material. Es que hoy la fe parece cosa de locos, pero claro que nunca flatan los locos que mezclan los budas con el calendario azteca (¡vaya si no estaremos cuerdos!). En fin, no quiero referirme a otra cosa que no sea lo que hoy nos habla la Escritura: Cristo dice "¡Qué difícil será para los ricos entrar en el Reino de Dios!", pero el Reino de Dios está cerca, en tu boca y en tu corazón, entre nosotros..., entonces ¿a qué se refiere el Señor?. No es para Dios un problema sin solución, sino para el hombre que se aferra a sus "riquezas" materiales, ya que, como vemos en el relato del hombre rico, él no pudo vender todo lo que tenía para darle a los pobres, sino que se fue triste porque poseía muchos bienes, es decir, en su prioridad pesaban más las riquezas que la vida eterna, ¡que era lo que él mismo le estaba pidiendo a Cristo!. Riquezas que no son más que cosas que se traga el mundo, porque todo lo que hoy vemos no quedará para la eternidad, nuestras riquezas, y digo "nuestras" de manera inclusiva, ya que debemos llevar el Evangelio hasta el último rincón de este mundo, nuestras riquezas son espirituales, son el Amor, son Dios, Cristo, la Virgen, la santidad. Nuestra riqueza consiste en vivir una vida para Dios, porque para nosotros es Dios, que es el mayor tesoro, y es el que compartimos en la mesa con nuestros seres queridos, cada vez que nos reunimos o los recordamos si ya están en el cielo, es el Dios que enseña la Cruz no como castigo, sino como misericordia y sabiduría, el mismo que nos ilumina cuando estamos tristes por esa persona que queremos y que nos hiere o nos preocupa.
Los discípulos se asombraron: "¿quién podrá salvarse?", pero no entendieron las palabras del Maestro, porque el Maestro "bueno" no era como ellos, Él es Dios, y sondea los corazones de los hombres, no dijo que sería difícil para el rico entrar en el Reino de Dios porque sea una condición de Dios vender todo para darlo a los pobres, sino que se refería a lo que podía ver claramente (como nosotros vemos en el agua clara) en el corazón de aquel hombre, que se acerca a Él llamándolo "maestro bueno", lo cual habla de su poca fe, ya que reconoce en Jesús a un rabino, no al Mesías...
¿Por qué me llamas bueno? Sólo Dios es bueno..., para colmo el hombre buscaba un tesoro que Jesús nos da desde su nacimiento, con su tarea mesiánica, de manera gratuita, sin mérito de parte de la humanidad. Lo buscaba..., no lo podía ver, estaba ciego, la vida eterna que quería estaba frente a él, y él mismo le fue a hablar... Las riquezas son una atadura para este hombre, porque teniendo delante a la Vida misma que le pedía que lo siga, el no quiso seguirla, sino que prefirió el símbolo de la muerte, lo que está muerto: el dinero.
Nosotros no estamos muertos, porque vivimos por gracia del Señor, ¿vivimos en gracias?..., no seamos necios en nuestras pretenciones, si buscamos el bien, todo lo que es bueno viene de Dios, no del mundo, pero el mundo debe ser transformado para recibir la Vida, compartamos este Evengelio con toda persona que esté en contacto con nosotros. La Palabra "no vuelve a mí estéril, sino que realiza todo lo que yo quiero y cumple la misión que yo le encomendé" dice el Señor.