+Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según San Juan
Jn. 3, 16-18
Dijo Jesús: “Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él, no es condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios”.
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Este día celebramos solemnemente a Dios, Santísima Trinidad. El Evangelio nos presenta uno de los discursos más bellos de Cristo hablando de sí mismo y de la Trinidad, el amor por el hombre y el plan de salvación. Así Dios nos da primero su amor eterno revelado en el amor de Cristo y luego la fe, como don de vida, que nos permite caminar sus pasos y ser sus discípulos. Nuestra donación, entonces, corresponderá a su imagen y semenjanza en la medida en que sepamos evangelizar con el amor ante todo, y luego compartiendo la fe vivida en Jesús.
Sobre el amor, esa antigua virtud que viene del cielo, se ha escrito desde los primeros días, y Dios mismo creo todo por amor al hombre. De la fe hemos tenido larga historia desde Abraham hasta Jesús resucitado y ascendido. El amor no puede expresar otra cosa que no sea el bien desinteresado por el otro, pero no es el amor al modo filosófico el que refiere la Trinidad, sino un amor perfecto que no hace esquemas ni busca perfecciones, porque se sabe imperecto a los ojos de Dios. El amor auténtico del hombre es el que sabiendo de la propia miseria responde al Dios Amor con lo más preciado de su espíritu, con lo más blanco de su corazón. Pero no duerme en nimbos prefigurados, porque aún la vista no alcanza para estar cara a cara frente a nuestro Dios; necesitamos contemplar al Señor en su fuego místico y efectivo para luego llevar al mundo la luz y la vida que el hombre necesita. El amor perfecto no necesita fe, porque todo lo sabe, es omnisciente; nosotros necesitamos fe para poder tener un camino a pesar de nuestra indigencia de criaturas. Ese camino es el mismo Jesús que hoy nos habla a cada uno de nosotros, cristianos llamándonos a reafirmar la fe con palabras que pueden sonar terribles, pero son en verdad la amonestación indolora para no caer en el dolor eterno de no ver jamás su rostro. En este plano terrenal vemos su rostro en cada Eucaristía, de manera figurada; ya vendrá el día en que lo veamos tal cual es.
El mundo de hoy tiene urgente necesidad de esperanza, que junto con el amor y la fe constituye las tres virtudes teologales. Esperanza no es vivir de sueños y utopías, sino tener la paz en la firme roca que es la Palabra de Dios, su Verdad, su Iglesia, su Vida. La vida del cristiano no puede ser otra que la vida de todo cristiano, y esta vida no puede tener rumbo sin camino, el Camino es Dios, y lo ha marcado en su Iglesia, la Iglesia católica. Acercarse a la Iglesia no es tarea para cobardes, desde ya, pero tampoco es deber de prepotentes. La humildad hace al sabio más humano, y por lo tanto más receptor de Dios. Hay muchos que rechazan toda mención de la Trinidad cada vez que rechazan todo mandato, llamada o pedido de Dios; también hay quienes se creen dueños de Dios, encerrándolo en sus manos con fuerza y creyendose poseedores exclusivos, sin compartir, sólo con mezquindad. La razón de servicio que enseña Jesús en numerosos pasajes del Evangelio vastan para aclarar qué tipo de persona es y puede decirse cristiano. ¿Seremos como fariseos? ¿Seremos como las gentes que no recibirán a los Apóstoles?, Él mando que se quitasen hasta el polvo de las sandalias ¿Recuerdan?.
Hoy no celebramos una deidad de piedra, ni de barro, ni a un humano divinizado, sino a Dios mismo, el único y trino. Un solo Dios, tres personas divinas: Padre, Hijo y Espíritu Santo; eso enseña la Iglesia, eso enseña Dios. Jesús verdadero Dios y verdadero humano nos ha bendecido y redimido, nos ha amado hasta el extremo. Merecemos ser amor por quien hizo de su Amor eterno un corazón de hombre para que el hombre se sienta hermano e hijo, para que el hombre vuelva a ser capaz del Señor. Salvados fuimos a precio alto, como dice San Pablo, no volvamos a las tinieblas, celebremos al Amor que nos da la fe y la esperanza luego de habernos dado de Él mismo y de habernos dejado la Sagrada Eucaristía para que tengamos vida y vida en abundancia.
Pongamos en las oraciones de este día un "gracias" bien recitado desde el alma para Dios.