+Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según San Mateo
Mt. 23, 8-12
En cuanto a ustedes, no se hagan llamar "maestro", porque no tienen más que un Maestro y todos ustedes son hermanos. A Nadie en el mundo llamen "padre", porque no tienen sino uno, el Padre celestial. No se dejen llamar tampoco "doctores", porque sólo tienen un Doctor, que es el Mesías. Que el más grande de entre ustedes se haga servidor de los otros, porque el que se ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado.
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Hoy celebramos la memoria de dos santos monjes que vivieron hace más de un milenio y medio. Ellos dedicaron su vida a Cristo y a la Iglesia primeramente como ermitaños y luego como obispos en tierras de la actual Turquía. Tanto San Basilio como San Gregorio son doctores de la Iglesia y ambos, junto a otro santo (Gregorio de Nisa, hermano de Basilio) son conocidos como "padres capadocios" ya que nacieron cerca de Capadocia. Ambos estudiaron filosofía en Atenas y se dedicaron a combatir el arrianismo con la verdad de la santa doctrina.
Cuando nos encontramos con el carácter y pensamiento de Gregorio notamos que para el santo el estudio no significa más que un modo de encontrar a Dios en la Verdad misma y enseñarlo para transmitir la fe cristiana, y no otra cosa. Es decir, Gregorio puede retratar en sus escritos no solo el estudio de la teología sino más fuertemente a Dios mismo, tratando de llegar al entendimiento del hombre pero haciendo morada en el corazón de este. Es por eso que para el que estudia no hay mejor ejemplo que el de santos como estos, que dedican más su intelecto al conocimiento de Dios para transmitir Evangelio que para hacer del estudio una condición de prestigio impregnado de mundo. No solo el conocimiento, sino también el espíritu: conocimiento de Dios. El Evangelio de la memoria de estos santos lo dice claramente: "el que se ensalza será humillad y el que se humilla será ensalzado", de esta manera debemos seguir el ejemplo de los santos, buscando la edificación del otro antes que la mera construcción de vanidades pasajeras que no son sino escoria que se desecha al refinar la plata. Por mucho que lo intentemos la verdad para un buen cristiano siempre será imitar al Maestro, nunca la de seguir maestros mortales, es que de esto depende la vida de la purificación, sobre todo para la vida eremítica: nótese en la vida de Gregorio que tuvo que seguir los designios del Espíritu Santo, que tan bien supo enseñar, antes que seguir los designios de su querido amigo Basilio, a quien tuvo que rechazar cuando éste le exigía tomar plena posesión de la sede de Sasima. Es que suele suceder que mientras los ojos del prójimo ven un trayecto desde la propia perspectiva, la voz de Dios dice un camino escondido en el Corazón de sí mismo para nuestros humildes pero decisivos pasos. Tomamos, entonces, en consideración lo que dice el Evangelio de Mateo y también las palabras de Pablo en su carta a los efesios: "Con mucha humildad, mansedumbre y paciencia sopórtense mutuamente por amor. Traten de conservar la unidad del Espíritu mediante el vínculo de la paz".
Para la vida cotidiana de hoy los santos que celebramos hablan especialmente de la amistad, una amistad en primer lugar con Dios y en segundo lugar pero no menos importante, el lugar de los amigos, que es ese que sabemos caminar con mayor entendimiento. Para los amigos en Cristo no debe haber mejor cosa que compartir, y qué mejor cosa que compartir el alimento del cielo, a Jesús, la eucaristía. Porque bien dice la Escritura y el magisterio de la Iglesia que comulgar el Cuerpo del Señor es indispensable para el alimento del alma, para la vida de fe. Hoy llamamos a todos los cristianos a entrar en amistad plena: la que tenemos con el Señor desde la más tierna infancia bautismal hasta la que sucede entre los hombres cuando dos almas se encuentran como en una, de modo similar a lo que les ocurrió a Basilio y Gregorio. La amistad nunca debe dejar el eje que es Dios, porque no habrá jamás mejor molde para esta caridad especial que la que tuvo el Altísimo desde la Eternidad inefable y aún en el mismo instante en que Cristo pronunció "Ya no los llamo servidores [...] Yo los llamo amigos". Hoy, entonces, saludemos a ese amigo cristiano que tenemos desde hace tiempo, yo por mi parte saludo a los que he conocido durante todo el tiempo que llevo en esta vida.
Conocer a Dios es una tarea que debe estar en el plan de todo cristiano. Para ello nos sirven los siervos suyos: los santos, los obispos (especialmente el Obispo de Roma, al que llamamos "el Papa"), nos valemos de la tradición apostólica y del conocimiento de la Biblia. Pero, ¿para qué nos sirve conocer cada día más a Dios si tenemos los ojos cerrados?. Abramos entonces los ojos del espíritu, que la letra negra no sea ni un gramo de sombra para el alma; que podamos servir al Señor desde nuestro humilde conocimiento de sí, porque el Espíritu Santo completará lo que falte completar. Que nuestro estudio no sea ciego: nace de la Misericordia nuestra misericordia por el mundo, a ejemplo de muchos santos, como Basilio y Gregorio, que con amor cristiano enseñaron a Cristo y a la Trinidad, nunca el egoísmo o la parcialidad del juicio personal. Que podamos tener un día en Dios para que un día Dios sea todo en nosotros. Y nosotros los que te seguimos, Señor, nos gloriamos en tu Nombre, cantándote el el corazón las palabras de San Gregorio de Nacianzo: "Para nosotros el mayor título de gloria era el ser cristianos y ser con tal nombre reconocidos".