domingo, 1 de enero de 2017

Solemnidad de Santa María Madre de Dios


+Evangelio de Nuestr Señor Jesucristo según San Lucas
                                                                       Lc. 2, 16-21

Los pastores fueron rápidamente adonde les había dicho el ángel del Señor, y encontraron a María, a José y al recién nacido acostado en un pesebre. Al verlo, contaron lo que habían oído decir sobre este niño, y todos los que los escuchaban, quedaron admirados de lo que decían los pastores. Mientras tanto, María conservaba estas cosas y las meditaba en su corazón. Y los pastores volvieron, alabando y glorificando a Dios por todo lo que habían visto y oído, conforme al anuncio que habían recibido. Ocho días después, llegó el tiempo de circuncidar al niño y se le puso el nombre de Jesús, nombre que le había sido dado por el ángel antes de su concepción.
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Este día la octava de Navidad concluye con una celebración muy antigua en la fe del pueblo de Dios: Santa María Madre de Dios (Concilio de Éfeso, año 431). Nos invita a poner el año que comienza en las manos de nuestra Madre, la Madre de la Iglesia y la Mamá de Jesús, el Señor. La Virgen es nuestra Madre porque se puede decir con seguridad que siendo la Madre de Dios se hizo Madre de la fe en el mismo instante que aceptó de la voz del ángel la voluntad divina.
Hoy celebramos alegremente la Maternidad divina de María contemplando a la Virgen que medita en su corazón este milagro fundamental de la Alianza Nueva y eterna. La fe vivida es elocuente en cada pasaje del Evangelio donde se nombra a María, ella era verdaderamente una sierva del Señor y la persona que mereció desde antes de su creación todos los honores por estar destinada a llevar en su vientre al Verbo Encarnado. Para nosotros es una puerta al cielo, un haz de luz muy vivo que nos lleva a Dios donde quiera que nos encontremos en el camino. La Virgen es venerada desde siempre en cada casa cristiana y en cada lugar del planeta, porque así lo quiere Dios. Por eso, estamos alegres cantando a la Gloria de Dios la Maternidad Virginal de María, dando gracias por tan gran don, que no tenemos voz para expresar en sentido humano un "gracias" que se compare a la Gracia de la Natividad en el seno de la Virgen. Volveremos a nuestros hogares como aquellos pastores de Israel, glorificando y alabando a Dios, enseñando estas cosas maravillosas, pero jamás tendremos la enorme dicha de comprender a acabadamente el alcance total, universal, eterno que tiene el nacimiento de Cristo en María, tal vez cuando seamos como Dios, cuando Él vuelva y nosotros volvamos a ser del cielo.
Para esta Solemnidad, lo mejor es celebrar con el corazón dispuesto, confesión y comulgar el Cuerpo de Cristo; oración: Liturgia de las Horas, el Santo Rosario..., vida: la práctica de la fe que enseña María en su propia vida sobre este mundo. El pedido de la Virgen en sus apariciones posteriores a la Asunción, sobre todo el pedido hecho en Fátima: rezar por la paz del mundo, rezar diariamente el Rosario. Vivir cada año renovado en las manos de la Madre, que nos ayude y acompañe siempre, que sea nuestra espada, escudo y estandarte, nuestro alcázar para combatir bien el combate espiritual que supone vivir la fe con constancia. Ave Maria gratia plena Dominus Tecum.