+ Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según San Marcos
Mc. 6, 30-34
Los Apóstoles se reunieron con Jesús
y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado. Él les dijo:
“Vengan ustedes solos a un lugar desierto, para descansar un poco”.
Porque era tanta la gente que iba y venía, que no tenían tiempo ni
para comer. Entonces se fueron solos en la barca a un lugar desierto.
Al verlos partir, muchos los reconocieron, y de todas las ciudades
acudieron por tierra a aquel lugar y llegaron antes que ellos. Al
desembarcar, Jesús vio una gran muchedumbre y se compadeció de
ella, porque eran como ovejas sin pastor, y estuvo enseñándoles
largo rato.
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El desierto y la ciudad de Dios...El desierto es necesario,el descanso, la oración, la meditación, la contemplación; también es necesario apacentar a las ovejas, para que no caigan en la rueda demoledora del mundo ni se pierdan. San Agustín escribía en su obra "La ciudad de Dios" a propósito de la tarea de los obispos:"el amor de la verdad busca el ocio santo, la exigencia de la caridad acepta un negocio justo", indicando que es usto, por más que la propia voluntad nos lleve al recogimiento de la oración, salir a llevar Vida a los hombres, y esto es caridad, entrega. Esta caridad llevó a Cristo a "compadecerse de ellas" (las ovejas) "porque eran como oveas sin pastor". Esto que hoy nos dice el Evangelio debe ser norma de caridad en el pueblo de Dios, sobre todo en los sacerdotes. A lo largo de la historia de la Iglesia los santos no cesaron en su tarea de servir al pueblo de Dios no sólo con su vida propia, sino contribuyendo con sus propias manos a santificar la Iglesia y ayudar a los cristianos, y aún a los que antes no creían, a conocer a Cristo Salvador. San Agustín es un resonante ejemplo de ello, como también lo es, por ejemplo, San Ignacio de Antioquía, nuestro santo obispo mártir que es uno de los padres apostólicos; San Ignacio decía esta mañana en el oficio de lectura, refiriéndose a un obispo de aquellos tiempos: "es necesario que no tengan en menos la poca edad de su obispo, sino que mirando en él el poder de Dios Padre le tributen toda reverencia"; el que llama al desierto es Cristo, Él eligió a pescadores para ser sus discípulos, Él eligio a los más pobres, los más humildes para realizar su obra redentora, Él quiere preparar el corazón joven para que pueda comunicar el Evangelio vivido a todo el rebaño, el Señor da mensajes de amor. San Ignacio tuvo la dicha de conocer a los Apóstoles, al menos a algunos de ellos, y su fe fue como la de ellos, tal que su trabajo no lo cansó nunca ni siquiera estando cautivo y próximo al martirio, porque él tenía la paz en el desierto, en el interior, en la intimidad de su corazón. Señalo a estos santos como modelo, ya que leemos cosas que pasaron hace mucho tiempo, y sin embargo no caducan nunca, como así tampoco el ejemplo de estos hombres que dieron su vida por la Iglesia y que siendo mortales como nosotros supieron confiar sus cansancios y flaquezas, si las hubo, a las manos de Dios. Ellos son santos, es cierto, pero..., entre nosotros ¿quién conoce a los santos actuales?, crezcamos en la imitación de Cristo, vivamos el Evangelio, Dios conoce bien a sus santos, nosotros sólo debemos ser buenos corderos del Cordero.
El que se retira al desierto ha hecho lectura de Dios en su corazón, y ahora busca la meditación y la oración. Así como San Pablo, que, después de haber sido iniciado "jóven obispo", se retiró a meditar y orar antes de su misión apostólica. Entonces no debemos correr como Marta, sino más bien tener los ojos despiertos y hacer lectura de Cristo, en el desierto particular del propio espíritu y cuando haya una necesidad inevitable, que es inexcusable, es debido entonces socorrer al prójimo saliendo de los peldaños de la lectura, la meditación, la oración y la contemplación (como en un descanso de escalera) que tanto enseñan los padres del desierto, para dedicarse a dar Vida, a comunicar esa Vida, a salvar almas, a llevar a Dios a los otros, a enseñar a Cristo; y esto no es solo "cura de almas" sino socorro necesario, en el que Jesús espera ser atendido en el corazón de un hermano. Esto es, como dijo unn santo cartujo, como si Dios, revolotenado con alas desplegadas sobre nosotros, nos invitara a volar, como si dijera "ya han gustado por un poco lo dulce y suave que soy, pero si quieren ser saciados hasta el fondo por esta dulzura mía, corran tras de mí al olor de mis perfumes teniendo elevado el corazón, allí donde yo estoy a la diestra de Dios Padre".
Jesús llamó a los Apóstoles a descansar, y los primeros obispos descansaron con Él, mas, pasando las aguas, vio que el pueblo necesitaba un pastor y tuvo piedad de ellos...
Es necesario nó solo llamarse cristianos, sino serlo en realidad. Vivimos en tiempos en que la humanidad necesita a Cristo más que nunca, necesita quien le lleve a Dios; un espíritu piadoso y centrado en el Señor vivirá en su propia alma el fuego de ese amor que llevó al mismo Dios a anonadarse por los hombres, que estando en su propia armonía eterna sin tener carne humana quiso nacer en el tiempo por nosotros; ese Dios que nos dice "Apacienta a mis ovejas" apacentó a estas otras que hoy leemos en este pasaje de San Marcos, enseñándole el Reino sin prolongar mucho el justo descanso. Salgamos también nosotros, instruídos en el amor divino y alimentados de la Palabra a hacer la voluntad de Aquel que es Misericordia. Si somos bautizados, si somos confirmados ¿cómo negarse a llevar a otros este regalo eterno que es la Vida que Jesús nos dio?. El verdadero descanso del hombre es alimentarse de Dios, de ese Dios que un día dijo "compartir tu pan con el hambriento". Los que no han gustado tales cosas no pueden entenderlas; la letra exterior no sirve de nada al lector. Es bueno a los ojos de Dios contemplar y compartir lo contemplado. Amén