lunes, 13 de julio de 2015

Lunes XV del tiempo ordinario

+ Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según San Mateo
                                                                 Mt. 10, 34 - 11, 1

Jesús dijo a sus apóstoles: "No piensen que he venido a traer la paz sobre la tierra. No vine a traer la paz, sino la espada. Porque he venido a enfrentar al hijo con su padre, a la hija con su madre y a la nuera con su suegra; y así el hombre tendrá como enemigos a los de su propia casa. El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; y el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí. El que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí. El que encuentre su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la encontrará.
El que los recibe a ustedes, me recibe a mí; y el que me recibe, recibe a aquel que me envió. El que recibe a un profeta por ser profeta, tendrá la recompensa de un profeta; y el que recibe a un justo por ser justo, tendrá la recompensa de un justo. Les aseguro que cualquiera que de a beber, aunque sólo sea un vaso de agua fresca, a uno de estos pequeños por ser mis discípulo, no quedará sin recompensa".
Cuando Jesús terminó de dar estas instrucciones a sus doce discípulos, partió de allí, para enseñar y predicar en las ciudades de la región.
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 "He venido a enfrentar al hijo con su padre, a la hija con su madre y a la nuera con su suegra; y así el hombre tendrá como enemigos a los de su propia casa"...¿Qué palabras son estas de Cristo que tan perplejos nos deja a simple lectura?, ¿acaso es que Dios puede ser un dios malo?, ¡No!, a veces las Escrituras no pueden leerse literalmente, necesitamos conocer algo más, por ejemplo, la circunstancia en la que Cristo enseña esto es mientras sa un discurso previo a enviarlos a predicar el Evangelio. El Señor toma las palabras del profeta Miqueas (Miq. 7, 6) para indicar que son los tiempos en que los hombres se levantan contra sus hermanos; así como Cristo, que quiso ser nuestro Hermano para hacernos hijos adoptivos de Dios, y sin embargo fue perseguido desde su nacimiento, así los cristianos serían perseguidos hasta en su propia casa. Los holocaustos ya no conforman a Dios; es la Misericordia y el corazón contrito es lo que agrada a Dios, pero el pueblo de Dios tenía cerradas sus entrañas y no escuchaban al Mesías, sino que tramaban matarlo. Entonces este pasaje que aparentemente es contrario a la caridad, al amor de dilección, amor al prójimo, es en realidad una advertencia de lo que les sucederá a los Doce, ya que Cristo estaba hablando con los Doce. Mas no se limita a decirles lo que les sucedería, sino que los interpela diciéndoles que el que no toma su cruz y lo sigue no es digno de Él. Este discurso dirigido a los Doce Apóstoles antes de mandarlos a predicar y sanar y expulsar los espíritus impuros, puede entenderse también dedicado de algún modo (en particular) a los que son enviados por la Iglesia a predicar el Evangelio, los Obispos y sacerdotes; y también (en forma más general) a la Iglesia toda, que es la encargada de transmitir, según el estado particular de cada cristiano, el Evangelio a todo hombre.
Bien señala un sacerdote alemán de nuestra época, Johannes Straubinger, en su "Biblia comentada" que "La verdad es como una espada. No puede transigir con las conveniencias del mundo. Por eso los verdaderos discípulos de Jesucristo serán siempre perseguidos. el Señor no envía sus elegidos para las glorias del mundo, sino para las persecuciones, tal como Él mismo ha sido enviado por su Padre".
Cristo también les refiere la recompensa de los que tienen una acción de misericordia con sus discípulos, como significando que ese gesto (que tienen los hombres de buena voluntad) es tenido en cuenta por Dios.
Hoy el evangelio nos llama especialmente a los que de alguna forma estamos más preparados, pero a todos los cristianos, a tener discernimiento en medio del mundo, apartándonos de lo que es propio del príncipe de este mundo, del diablo, y siguiendo a Cristo con nuestra propia cruz, con la fe plena (lo dice el mismo Cristo cuando enseña que quienes reciben a los Doce a Él mismo lo reciben) de que somos como otros cristos, de que el Evangelio que predicamos en cada gesto, aunque aparentemente sea insignificante, es en nombre de Dios (y de ahí que debemos custodiar nuestro obrar con diligencia y con celo apostólico).
Cristiano: acá está tu respuesta a esa pregunta que te hacés muchas veces en la amargura que duele en tu garganta. No somos enviados a un camino de rosas, pero somos los hijos amados de Dios. Tenemos a Cristo que nos ilumina y en su cruz ponemos todos nuestros años de lucha y de victoria, sabiendo que la guerra contra el mal está ganada; sólo tomá tu cruz y seguilo, seguí a Ese que es el Camino, la Verdad y la Vida, seguí a Ese que es la Luz del mundo y que te prometió estar con vos todos los días de tu vida hasta que vuelva para juzgar al mundo. Tus hermanos te acompañen, vos se digno de Jesús, tomá tu cruz y salí a la misión. Amén