domingo, 19 de julio de 2015

Domingo XVI del tiempo ordinario

+ Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según San Marcos
                                                                           Mc. 6, 30-34

Los Apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado. Él les dijo: “Vengan ustedes solos a un lugar desierto, para descansar un poco”. Porque era tanta la gente que iba y venía, que no tenían tiempo ni para comer. Entonces se fueron solos en la barca a un lugar desierto. Al verlos partir, muchos los reconocieron, y de todas las ciudades acudieron por tierra a aquel lugar y llegaron antes que ellos. Al desembarcar, Jesús vio una gran muchedumbre y se compadeció de ella, porque eran como ovejas sin pastor, y estuvo enseñándoles largo rato.
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El desierto y la ciudad de Dios...El desierto es necesario,el descanso, la oración, la meditación, la contemplación; también es necesario apacentar a las ovejas, para que no caigan en la rueda demoledora del mundo ni se pierdan. San Agustín escribía en su obra "La ciudad de Dios" a propósito de la tarea de los obispos:"el amor de la verdad busca el ocio santo, la exigencia de la caridad acepta un negocio justo", indicando que es usto, por más que la propia voluntad nos lleve al recogimiento de la oración, salir a llevar Vida a los hombres, y esto es caridad, entrega. Esta caridad llevó a Cristo a "compadecerse de ellas" (las ovejas) "porque eran como oveas sin pastor". Esto que hoy nos dice el Evangelio debe ser norma de caridad en el pueblo de Dios, sobre todo en los sacerdotes. A lo largo de la historia de la Iglesia los santos no cesaron en su tarea de servir al pueblo de Dios no sólo con su vida propia, sino contribuyendo con sus propias manos a santificar la Iglesia y ayudar a los cristianos, y aún a los que antes no creían, a conocer a Cristo Salvador. San Agustín es un resonante ejemplo de ello, como también lo es, por ejemplo, San Ignacio de Antioquía, nuestro santo obispo mártir que es uno de los padres apostólicos; San Ignacio decía esta mañana en el oficio de lectura, refiriéndose a un obispo de aquellos tiempos: "es necesario que no tengan en menos la poca edad de su obispo, sino que mirando en él el poder de Dios Padre le tributen toda reverencia"; el que llama al desierto es Cristo, Él eligió a pescadores para ser sus discípulos, Él eligio a los más pobres, los más humildes para realizar su obra redentora, Él quiere preparar el corazón joven para que pueda comunicar el Evangelio vivido a todo el rebaño, el Señor da mensajes de amor. San Ignacio tuvo la dicha de conocer a los Apóstoles, al menos a algunos de ellos, y su fe fue como la de ellos, tal que su trabajo no lo cansó nunca ni siquiera estando cautivo y próximo al martirio, porque él tenía la paz en el desierto, en el interior, en la intimidad de su corazón. Señalo a estos santos como modelo, ya que leemos cosas que pasaron hace mucho tiempo, y sin embargo no caducan nunca, como así tampoco el ejemplo de estos hombres que dieron su vida por la Iglesia y que siendo mortales como nosotros supieron confiar sus cansancios y flaquezas, si las hubo, a las manos de Dios. Ellos son santos, es cierto, pero..., entre nosotros ¿quién conoce a los santos actuales?, crezcamos en la imitación de Cristo, vivamos el Evangelio, Dios conoce bien a sus santos, nosotros sólo debemos ser buenos corderos del Cordero.
El que se retira al desierto ha hecho lectura de Dios en su corazón, y ahora busca la meditación y la oración. Así como San Pablo, que, después de haber sido iniciado "jóven obispo", se retiró a meditar y orar antes de su misión apostólica. Entonces no debemos correr como Marta, sino más bien tener los ojos despiertos y hacer lectura de Cristo, en el desierto particular del propio espíritu y cuando haya una necesidad inevitable, que es inexcusable, es debido entonces socorrer al prójimo saliendo de los peldaños de la lectura, la meditación, la oración y la contemplación (como en un descanso de escalera) que tanto enseñan los padres del desierto, para dedicarse a dar Vida, a comunicar esa Vida, a salvar almas, a llevar a Dios a los otros, a enseñar a Cristo; y esto no es solo "cura de almas" sino socorro necesario, en el que Jesús espera ser atendido en el corazón de un hermano. Esto es, como dijo unn santo cartujo, como si Dios, revolotenado con alas desplegadas sobre nosotros, nos invitara a volar, como si dijera "ya han gustado por un poco lo dulce y suave que soy, pero si quieren ser saciados hasta el fondo por esta dulzura mía, corran tras de mí al olor de mis perfumes teniendo elevado el corazón, allí donde yo estoy a la diestra de Dios Padre".
Jesús llamó a los Apóstoles a descansar, y los primeros obispos descansaron con Él, mas, pasando las aguas, vio que el pueblo necesitaba un pastor y tuvo piedad de ellos...
Es necesario nó solo llamarse cristianos, sino serlo en realidad. Vivimos en tiempos en que la humanidad necesita a Cristo más que nunca, necesita quien le lleve a Dios; un espíritu piadoso y centrado en el Señor vivirá en su propia alma el fuego de ese amor que llevó al mismo Dios a anonadarse por los hombres, que estando en su propia armonía eterna sin tener carne humana quiso nacer en el tiempo por nosotros; ese Dios que nos dice "Apacienta a mis ovejas" apacentó a estas otras que hoy leemos en este pasaje de San Marcos, enseñándole el Reino sin prolongar mucho el justo descanso. Salgamos también nosotros, instruídos en el amor divino y alimentados de la Palabra a hacer la voluntad de Aquel que es Misericordia. Si somos bautizados, si somos confirmados ¿cómo negarse a llevar a otros este regalo eterno que es la Vida que Jesús nos dio?. El verdadero descanso del hombre es alimentarse de Dios, de ese Dios que un día dijo "compartir tu pan con el hambriento". Los que no han gustado tales cosas no pueden entenderlas; la letra exterior no sirve de nada al lector. Es bueno a los ojos de Dios contemplar y compartir lo contemplado. Amén

sábado, 18 de julio de 2015

Sábado XV del tiempo ordinario

+ Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según San Mateo
                                                                       Mt. 12, 14-21


Los fariseos se confabularon para buscar la forma de acabar con Jesús. Al enterarse de esto, Jesús se alejó de allí. Grandes multitudes lo siguieron, y los sanó a todos. Pero él les ordenó severamente que no lo dieran a conocer, para que se cumpliera lo anunciado por el profeta Isaías: “Este es mi servidor, a quien elegí, mi muy querido, en quien tengo puesta mi predilección. Derramaré mi Espíritu sobre él y anunciará la justicia a las naciones. No discutirá ni gritará, y nadie oirá su voz en las plazas. No quebrará la caña doblada y no apagará la mecha humeante, hasta que haga triunfar la justicia; y las naciones pondrán la esperanza en su Nombre”.
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El pasaje de hoy muestras dos cosas: a Jesús perseguido por los fariseos que no creyeron en Él y al Jesús que es el predilecto de Dios Padre, que vino a cumplir la promesa de Dios acreditando así lo que habían anunciado los Profetas (a quienes los israelitas no hacían caso).
Por un lado hay que entender lo que sucedía en esa época: los hebreos esperaban un Mesías heroico, alguien que les solucione sus problemas terrenales, porque creían en un Dios que los ayuda en sus empresas que combate por ellos, que está siempre "ahí" para intervenir en cada necesidad particular del pueblo "elegido". Los judíos creían en un Dios que interviene siempre en nuestras vidas socorriéndonos ante cada obstáculo puntual, concreto, físico, diría yo; era un Dios que debía estar siempre atento casi como una deidad de la antigua Grecia o la Roma de esos tiempos, que eran responsables de las suertes de los hombres. Pero Dios uno y trino, el Dios verdadero no es así, no se comporta según los caprichos humanos, y sus pensamientos no son los de los hombres. El pueblo hebreo había olvidado cual era verdaderamente su esclavitud, y su fe era fría, centrada más bien en el acto ritual más que en el sentido, en la esencia misma del rito. Dios quiso salvar al hombre de la esclavitud del pecado, del pecado que entro en el género humano con la muerte desde que el primer hombre desobedeció a Dios.
Por otro lado Jesús no venía para resolver todo tipo de cuestiones que tenían más que ver con esta vida que termina, y por la cual transitamos siempre cargando nuestra propia cruz, nuestros pecados y nuestras dolencias, que tienen que ver con el pecado propio y el ajeno. Cristo vino para darnos Vida, la vida eterna, vino a darse a sí mismo. Si obraba milagros es para que el humano entienda que él es verdadero Dios sin dejar de ser por ello de carne y hueso como nosotros. Nació humano tomando la humanidad en el seno de la Virgen María, pero es Dios Hijo desde siempre y para siempre. La humanidad de cristo era innegable ya que de lo contrario no hubieran descreído de Él los sumos sacerdotes del templo; su divinidad es innegable, ya que de otro modo no pudo haber hecho cosas que absolutamente ningún mortal pudo hacer antes de él ni después de él (los Apóstoles no obraban milagros, sino que era Dios el que hacía prodigios en sus manos, ya que fueron autorizados por el mismo Cristo para ello, y esto es extensivo a la sucesión apostólica).
Entonces Cristo no quería que estos milagros sean difundidos, porque sabía como Dios que el humano tiende a aferrarse a las cosas de este mundo, sin miras a lo que es mejor aún: el cielo, el estar con Dios. Aún así sanaba a muchos y obraba milagros con poder propio, porque Dios ama al hombre.
La cita que trae el Evangelio del Antiguo Testamento (Is. 42, 1-4) pone de relieve la verdadera misión del Salvador: no debía ser un rey al modo humano, ni un general de ejército al modo de los héroes griegos, Él debía esperar al momento que estaba señalado para "hacer triunfar la Justicia", y "las naciones pondrán la esperanza en su Nombre". Cristo vino a devolvernos el poder estar delante de Dios. Por eso es tan necesario hoy que los pueblos entiendan el Evangelio con una mirada trascendente, y no mundana. A ningún santo se le quitó la cruz, y muchos de ellos padecieron mucho, ténganse en cuenta los mártires, por ejemplo, o los santos místicos que combatían con los demonios. Dios no busca curar al hombre superficialmente, sino de raíz; ¡no es más importante sanar una dolencia temporal que una que es estable aún en la eternidad!..., muchos no entienden estas cosas: pongan ellos su fe en Dios y en la Virgen, que habiendo sufrido tanto meditaba las cosas en su corazón con fe plena.

viernes, 17 de julio de 2015

Viernes XV del tiempo ordinario

+ Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según San Mateo
                                                                  Mt. 12, 1-8

Jesús atravesaba los sembrados y era un día sábado. Como sus discípulos sintieron hambre, comenzaron a arrancar y a comer las espigas. Al ver esto los fariseos le dijeron: "Mira que tus discípulos hacen lo que no está permitido en sábado". Pero Él les respondió: "No han leído lo que hizo David, cuando él y sus compañeros tuvieron hambre, cómo entró en la casa de Dios y comieron los panes de la ofrenda, que no les estaba permitido comer ni a él ni a sus compañeros, sino sólamente a los sacerdotes? ¿y no han leído también en la ley, que los sacerdotes, en el Templo, violan el descanso del sábado, sin incurrir en falta?. Ahora bien, yo les digo que aquí hay alguien más grande que el Templo. Si hubieran comprendido lo que significa 'prefiero la misericordia al sacrificio', no condenarían a los inocentes. Porque el Hijo del hombre es dueño del sábado".
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Johannes Raphael Wehle • Cristo en los campos de cereales
Cristo enseña a los fariseos (y a nosotros) cómo debe ser el humnao, como debe comportarse en una situación como esta, en la que había hambre. Las palabras de los fariseos se fundaban en la ley judía, prescripciones de todo tipo que los israelitas debían cumplir siempre para "agradar" a Dios. Cuando los fariseos le señalan al Señor que está mal comer en día sábado, que había que guardar el precepto de reposo (por ese pasaje bíblico que dice que Dios descansó al séptimo día de hacer su obra, es decir, el sábado, y bendio ese día y lo hizo día de reposo). Ante esto jesús responde en los mismos términos que le hablan, valiéndose como ellos de lo que dicen las Escrituras; les señala el pasaje que cuenta que el rey David cuando tuvo hambre con sus hombres comió panes ácimos (en este pasaje el sacerdote le pregunta a david si se abstuvieron de mujer y si al menos tenían dignidad y pureza, lo cual era afirmativo), también les señala que los sacerdotes por ley pueden no hacer reposo y de esta forma no incurren en falta cuando estan en el Templo. Pero añade que Él mismo es la autoridad, y queda claro que Cristo es Dios "Ahora bien yo les digo que aquí hay alguien más grande que el Templo"; "Porque el Hijo del hombre es dueño del sábado".
Cristo responde a los fariseos como pudiera responder a cada uno de nosotros cuando juzgamos a los demás en la Iglesia, cuando corregimos sin amor cristiano a un hermano que se equivoca, cuando tomamos en nuestras manos la autoridad que no nos fue dada, cuando no respetamos la conciencia del otro, cuando detractamos al hermano, cuando sentimos rechazo y horror si vemos que alguien no hace bien la genuflexión ante el Santísimo (pero ni por casualidad se nos ocurre compartir lo que hemos aprendido, ¿no es así?). Tantas cosas hacemos juzgando sin misericordia; tantas veces nos equivocamos ciegamente sin tener en cuenta que el que ama ha cumplido toda la ley, porque cuando medimos todo con la vara de la perfección en cosas exteriores nuestro corazón está vacío de las cosas superiores. ¿No nos enseña Cristo y el Padre a amar?, ¿no nos inflama en amor el Espíritu Santo y la Santísima Virgen María?. Ya desde aquellos tiempos, como Jesús dice hoy, Dios viene diciendo: ¡Misericordiam volo et non sacrificium! (Quiero misericordia y no sacrificios) y prosigue: conocimiento de Dios más que holocaustos. Bien, entonces conozcamos a Cristo, a Dios se lo conoce amándolo, a Dios se lo sirve amándolo, a Dios se lo encuentra amándolo. Cuando alguien necesite un pan, entonces, recordando este Evangelio, llevaremos un pan al prójimo, así estemos en plena Eucaristía, o rezando alguna hora canónica, no importa, lo importante es ser como otros cristos.
Como otros cristos, que hermosa definición, que hermosas palabras que quedaron en mi corazón desde alguna homilía de algun santo sacerdote de Dios. Bueno, hasta acá hablo hoy, Dios quiera que el Evangelio siga haciéndose eco en sus corazones, porque se muy bien que tiene mucho más para dar que este breve texto. Hoy le pido a Dios que se conviertan muchos corazones endurecidos, y que comiencen este hermoso camino de ser hijo de Dios.

jueves, 16 de julio de 2015

Memoria de Nuestra Señora del Carmen

+ Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según San Mateo
                                                                     Mt. 12, 46-50

Jesús estaba hablando a la multitud, cuando su madre y sus hermanos, que estaban afuera,  trataban de hablar con Él. Alguien dijo : "Tu madre y tus hermanos están ahí afuera y quieren hablarte". Jesús le respondió: "¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?". Y señalando con la mano a sus discípulos, agregó: "Éstos son mi madre y mis hermanos. Porque todo el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre".
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Bellas las palabras del Señor, apuntan mas que a nada a su condición de Salvador, instruyendo al pueblo fiel sobre la condición de filiación adoptiva propia de los cristianos. Ser familia de Cristo es ser Iglesia, una Iglesia que no cesa de administrar los dones de Dios a todos los bautizados y de exender el Evangelio a todos los hombres. Entendemos que este doble sentido de familia del señor se da en primer lugar como hermanos de Cristo que es Dios, y por lo tanto debemos entendernos hijos de Dios; en segundo lugar por ser la Iglesia la madre del cristiano, así como María, la Virgen Madre, es verdadera Madre de Dios.
Me permito comparar este pasaje con el que habla de un Jesús niño perdido durante tres días y hallado entre los rabinos en el templo de Jerusalén (Lc. 2, 41-52). Es que cuando la Virgen y San José les expresaron la preocupación que tenían su respuesta fue que debía ocuparse de las cosas de su Padre. Bueno, en este pasaje de hoy Cristo está con sus discípulos, los Apóstoles y los primeros cristianos, y les estaba hablando sobre el Reino de Dios que había llegado a la tierra. Estaba enseñando hablándole a los cristianos y a otros justo antes de empezar a hablar en parábolas; estaba haciendo la voluntad del Padre, como lo hizo desde que fue niño la vez que se "perdió" entre los rabinos. Así, la interrupción de aquella persona que le dijo que su madre y sus hermanos querían hablarle, le valió para enseñar cuál es la voluntad del Padre y para advertir cómo debía ser el pueblo de Dios delante de sus ojos.
Entonces la familia de Jesús es la que cumple la voluntad del Padre; es esto lo que hizo la Virgen María, desde su "sí" al proyecto que Dios tenía para ella y para la humanidad. La Iglesia recibió de María al Salvador del género humano, la Madre de Dios es venerada especialmente por este hecho. Hoy celebramos la memoria de Nuestra Señora del Carmen, que ayudó a San Simón Stock, un santo carmelita, el siglo XIII, cuando la Orden religiosa era perseguida y pasaba dificultades, así la Virgen María le promete su protección y le entrega el escapulario. Así como ellos, cada cristiano tiene una familia, una familia gigante: la Iglesia; somos la familia de Dios, y es por eso que no debemos ser como los fariseos o los incrédulos, todos somos hermanos y la Virgen es nuestra Madre amada que nos cuida y nos enseña el amor a Dios en sus santos y en las comunidades religiosas todas. Si la Virgen nos protege, entonces nosotros debemos hacer la voluntad del Padre y no pelear ni levantarnos contra el hermano. En especial quiero remarcar que no debemos estar divididos entre nosotros, hacer la voluntad del Padre es amar como el nos ama y no perseguir a ningún cristiano ni grupo de cristianos; si la Virgen los protege, ¿cómo podríamos llevar honradamente el nombre de cristianos si atentamos contra nuestros hermanos?. Es lamentable pero cierto que muchas veces algunas congregaciones reniegan de otras, y hasta se las rechaza pretendiendo ser "mejores", ya de esto habló Cristo en otro lugar, diciendo que entre nosotros no debe suceder eso. Ya que hoy celebramos la memoria de la Virgen que se apareció en el monte Carmelo pido a Dios y a nuestra Señora que nos ayude a ser obedientes a la voluntad del Padre y podamos ser buenos cristianos unidos como hermanos en su Iglesia santa.

Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios;
no deseches las súplicas que te dirigimos en nuestras necesidades;
antes bien, líbranos siempre de todo peligro,
¡O Virgen gloriosa y bendita!
Amén.

martes, 14 de julio de 2015

Martes XV del tiempo ordinario

+ Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según San Mateo
                                                                  Mt. 11, 20-24

Jesús comenzó a recriminar a aquellas ciudades donde había realizado más milagros, porque no se habían convertido. "¡Ay de tí, Corozaín! ¡ay de tí, Betsaída! porque si los milagros realizados entre ustedes se hubieran hecho en Tiro y en Sidón, hace tiempo que se habrían convertido, poniéndose cilicio y cubriéndose con ceniza. Yo les aseguro que, en el día del Juicio, Tiro y Sidón serán tratadas menos rigurosamente que ustedes. Y tú, Cafarnaúm ¿acaso crees que serás elevada hasta el cielo? No, serás precipitada hasta el infierno. Porque si los milagros realizados en tí se hubieran hecho en Sodoma, esa ciudad aún existiría. Yo les aseguro que en el día del Juicio, la tierra de Sodoma será tratada menos rigurosamente que tú".
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Jesús reprocha a los habitantes de las ciudades donde obró tantos milagros su ingratitud al no convertirse en sus corazones. Muchas veces podemos vernos reflejados en este pasaje cuando por motivo de nuestra indiferencia o por preocupaciones que nos distraen de Dios dejamos pasar los signos que él nos envía y retrasamos nuestra conversión personal. A veces estas cosas se agravan y llegamos al grado de rebeldía cuando el Evangelio está ante nuestros ojos; el peligro de caer en esta ceguera no escapa a ningún mortal. Tanto más alertas debemos estar en nuestro diálogo con el Señor cuanto más grave sea nuestra responsabilidad en la obra de la salvación.
El hecho de que las lecturas bíblicas puedan hablarnos a cada uno en particular en un momento determinado de nuestras vidas (y esto es por lo que a veces pienso que la Biblia es un conjunto de libros que están vivos) es algo maravilloso y tan real como que le habla a toda una sociedad o a la misma Iglesia en su conjunto en un momento histórico determinado o en el transcurso de una etapa de la historia mundial. El mayor milagro que obró el Señor es devolvernos lo que el pecado original nos había quitado: poder llegar a contemplar a Dios después de transitar esta vida terrena. Hoy la humanidad parece estar muy alejada de la conversión esa que señala Jesús cuando habla a las personas d aquellos tiempos: tenemos guerras, tenemos hambre, tenemos injusticia e impunidad por todas partes. Ya no hay ley que no se quebrante de alguna manera, y no se tiene respeto ni se cultivan ya los valores morales. Claro que el pueblo de Dios está presente y lucha contra toda corriente nefasta para devolver la humanidad a la humanidad, pero..., como conjunto, ¿qué podemos decir de la fe de los pueblos actuales?...,
El Evangelio no es una fábula, ni una historieta, ni siquiera una carta. No, es la voz de Dios mismo que nos comunica una alianza, un acuerdo: nosotros seremos su pueblo y Él será nuestro Dios, y esto se cumple desde el nacimiento de Cristo, ya que es precisamente en ese momento cuando nace la salvación de los hombres. A lo largo de estos dos mil quince años la Iglesia ha extendido este mensaje de salvación a los hombres de toda lengua y de todo lugar. También Cristo quiso que se obren milagros extraordinarios en alguna ocasión, pero estos milagros no son más que signos que deben entenderse como una consecuencia de algo más trascendente que las soluciones en este paraje terreno: hay "cielo" y hay Dios. Cuando pensamos en nuestros problemas, generalmente buscamos una ayuda milagrosa, y algunos, más confundidos, hasta esperan de la "magia". Bueno estas cosas son erradas si se tiene presente que no fuimos creados para vivir eternamente en un mundo donde la paz no abunda (y habría que decir "donde la paz se extingue"). Ayer en el mismo discurso que dijo Jesús leíamos "El que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí", entonces hoy, ante estas palabras de reproche que hace Cristo al encontrarse con esos corazones obstinados en vivir según sus antojos, sin esforzarse por seguir un camino de buenos hombres que agradan a Dios, podemos considerar qué modos tenemos de cargar nuestra cruz, como personas particulares y como sociedad,  y seguirlo. La cruz de las naciones es ese dolor entintado de injusticias que nos provocan los pecados y el mal; y "seguirlo" es tener una voluntad colectiva de cambio con miras a agradar a Dios ante todo, para que el pueda ayudarnos a crecer como pueblo que se pone en sus manos. seguir a Dios no es tener apego a tal o cual cosa; el que sigue a Cristo no "busca su vida", sino que hace lo que es justo y recto, y crece de virtud en virtud profundizando en los problemas, acercando el oído al consejo de los sabios, y sobre todo amando al prójimo, para encontrar así el camino que conduce al Bien supremo. No todo lo que aparentemente ayuda en el más que relativo "bienestar social" tiene connotaciones positivas a futuro. Ya en otra parte Jesús dice que no nos debemos preocupar por lo que vendrá, pero esto no significa que no debamos construir sobre roca firme.
El Papa llama constantemente a los pueblos a la conversión, y esto es evidente en cada discurso suyo, en cada gesto de amor. No dejemos que el tiempo pase como pasa la vida de los pastos que se secan y mueren, seamos árbol de semilla, y, de paso, entendamos que la conversión debe ser tal que comprenda al hombre en todos los aspectos, incluso en el cuidado del espacio que ocupa con otros.

lunes, 13 de julio de 2015

Lunes XV del tiempo ordinario

+ Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según San Mateo
                                                                 Mt. 10, 34 - 11, 1

Jesús dijo a sus apóstoles: "No piensen que he venido a traer la paz sobre la tierra. No vine a traer la paz, sino la espada. Porque he venido a enfrentar al hijo con su padre, a la hija con su madre y a la nuera con su suegra; y así el hombre tendrá como enemigos a los de su propia casa. El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; y el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí. El que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí. El que encuentre su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la encontrará.
El que los recibe a ustedes, me recibe a mí; y el que me recibe, recibe a aquel que me envió. El que recibe a un profeta por ser profeta, tendrá la recompensa de un profeta; y el que recibe a un justo por ser justo, tendrá la recompensa de un justo. Les aseguro que cualquiera que de a beber, aunque sólo sea un vaso de agua fresca, a uno de estos pequeños por ser mis discípulo, no quedará sin recompensa".
Cuando Jesús terminó de dar estas instrucciones a sus doce discípulos, partió de allí, para enseñar y predicar en las ciudades de la región.
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 "He venido a enfrentar al hijo con su padre, a la hija con su madre y a la nuera con su suegra; y así el hombre tendrá como enemigos a los de su propia casa"...¿Qué palabras son estas de Cristo que tan perplejos nos deja a simple lectura?, ¿acaso es que Dios puede ser un dios malo?, ¡No!, a veces las Escrituras no pueden leerse literalmente, necesitamos conocer algo más, por ejemplo, la circunstancia en la que Cristo enseña esto es mientras sa un discurso previo a enviarlos a predicar el Evangelio. El Señor toma las palabras del profeta Miqueas (Miq. 7, 6) para indicar que son los tiempos en que los hombres se levantan contra sus hermanos; así como Cristo, que quiso ser nuestro Hermano para hacernos hijos adoptivos de Dios, y sin embargo fue perseguido desde su nacimiento, así los cristianos serían perseguidos hasta en su propia casa. Los holocaustos ya no conforman a Dios; es la Misericordia y el corazón contrito es lo que agrada a Dios, pero el pueblo de Dios tenía cerradas sus entrañas y no escuchaban al Mesías, sino que tramaban matarlo. Entonces este pasaje que aparentemente es contrario a la caridad, al amor de dilección, amor al prójimo, es en realidad una advertencia de lo que les sucederá a los Doce, ya que Cristo estaba hablando con los Doce. Mas no se limita a decirles lo que les sucedería, sino que los interpela diciéndoles que el que no toma su cruz y lo sigue no es digno de Él. Este discurso dirigido a los Doce Apóstoles antes de mandarlos a predicar y sanar y expulsar los espíritus impuros, puede entenderse también dedicado de algún modo (en particular) a los que son enviados por la Iglesia a predicar el Evangelio, los Obispos y sacerdotes; y también (en forma más general) a la Iglesia toda, que es la encargada de transmitir, según el estado particular de cada cristiano, el Evangelio a todo hombre.
Bien señala un sacerdote alemán de nuestra época, Johannes Straubinger, en su "Biblia comentada" que "La verdad es como una espada. No puede transigir con las conveniencias del mundo. Por eso los verdaderos discípulos de Jesucristo serán siempre perseguidos. el Señor no envía sus elegidos para las glorias del mundo, sino para las persecuciones, tal como Él mismo ha sido enviado por su Padre".
Cristo también les refiere la recompensa de los que tienen una acción de misericordia con sus discípulos, como significando que ese gesto (que tienen los hombres de buena voluntad) es tenido en cuenta por Dios.
Hoy el evangelio nos llama especialmente a los que de alguna forma estamos más preparados, pero a todos los cristianos, a tener discernimiento en medio del mundo, apartándonos de lo que es propio del príncipe de este mundo, del diablo, y siguiendo a Cristo con nuestra propia cruz, con la fe plena (lo dice el mismo Cristo cuando enseña que quienes reciben a los Doce a Él mismo lo reciben) de que somos como otros cristos, de que el Evangelio que predicamos en cada gesto, aunque aparentemente sea insignificante, es en nombre de Dios (y de ahí que debemos custodiar nuestro obrar con diligencia y con celo apostólico).
Cristiano: acá está tu respuesta a esa pregunta que te hacés muchas veces en la amargura que duele en tu garganta. No somos enviados a un camino de rosas, pero somos los hijos amados de Dios. Tenemos a Cristo que nos ilumina y en su cruz ponemos todos nuestros años de lucha y de victoria, sabiendo que la guerra contra el mal está ganada; sólo tomá tu cruz y seguilo, seguí a Ese que es el Camino, la Verdad y la Vida, seguí a Ese que es la Luz del mundo y que te prometió estar con vos todos los días de tu vida hasta que vuelva para juzgar al mundo. Tus hermanos te acompañen, vos se digno de Jesús, tomá tu cruz y salí a la misión. Amén

domingo, 12 de julio de 2015

Domingo XV del tiempo ordinario

+ Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según San Marcos
                                                                            Mc. 6, 7-13

Jesús llamó a los Doce y los envió de dos en dos dándoles poder sobre los espíritus impuros. Y les ordenó que no llevaran para el camino más que un bastón; ni pan, ni provisiones, ni dinero; que fueran calzados con sandalias y que no tuvieran dos túnicas. Les dijo: "Permanezcan en la casa donde les den alojamiento hasta el momento de partir. Si no los reciben en un lugar y la gente no los escucha, al salir de allí, sacudan hasta el polvo de sus pies, en testimonio contra ellos". Entonces fueron a predicar, exhortando a la conversión; expulsaron a muchos demonios y sanaron a numerosos enfermos, ungiéndolos con óleo.
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Jesús envía a sus Apóstoles a evangelizar; los instruye y les dice que no lleven dos túnicas ni pan ni provisiones, lo cual es algo que cualquiera de nosotros haríamos naturalmente. Pero Dios estaba con ellos hablándoles, les bastaba con escuchar y obedecer al Señor. La fe da frutos, sin ella no es posible ningún milagro, como tampoco sería posible sembrar la semilla del Evangelio sin ella. Por eso ante todo los apóstoles debían ser ejemplo de ese Evangelio, ejemplo de la sencillez y la humildad, ejemplo de cristianos, de otros cristos que haciéndose servidores de todos conducen a todos a Dios con el poder de la gracia.
Los Apóstoles predicaron "exhortando a la conversión", lo cual significa que no solo llevaban la Buena noticia, sino que también interpelaban a las personas y las animaban para que sean protagonistas de la Nueva Alianza. Hoy este pasaje del Evangelio nos llama a nosotros los cristianos a dar un paso más en la historia de la Iglesia: debemos salir a llevar el Evangelio con profunda fe y confianza en Cristo pero "exhortando a la conversión" no ya solamente con la palabra, sino también y sobre todo con verdadera entrega y ejemplo evangélicos. No nos debemos preocupar por llevar nada para la tarea de evangelizar, nos basta lo esencial y Cristo con nosotros (la comunión, la fe, el corazón cristiano). Vayamos de dos en dos: el pueblo fiel y el orden sagrado, siguiendo los pasos de los Apóstoles y la voz de la Palabra: Jesús, que nos llama a la misión.

viernes, 3 de julio de 2015

Fiesta de Santo Tomás Apóstol

+ Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según San Juan
                                                                       Jn. 20, 24-29

Tomás, uno de los Doce, de sobrenombre el Mellizo, no estaba con los otros discípulos cuando se presentó Jesús resucitado. Ellos le dijeron: "¡Hemos visto al Señor!" Él les respondió: "Si no veo la marca de los clavos en sus manos, si no pongo el dedo en el lugar de los clavos y la mano en su costado, no lo creeré".
Ocho días más tarde, estaban de nuevo los discípulos reunidos en la casa, y estaba con ellos Tomás. Entonces apareció Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio de ellos y les dijo:"¡La paz esté con ustedes!" Luego dijo a Tomás: "Trae aquí tu dedo: aquí están mis manos. Acerca tu mano: Métela en mi costado. En adelante no seas incrédulo, sino hombre de fe".
Tomás respondió: "¡Señor mío y Dios mío!" Jesús le dijo: "Ahora crees, porque me has visto. ¡Felices los que creen sin haber visto!"
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Ante todo es justo decir que el Apóstol Tomás no es “el incrédulo” del que se habla vulgarmente, como significando que todo el era incrédulo, sino que en esa ocación que relata el Evangelio y quizá en el momento más relevante de la fe, Tomás dudó que Cristo hubiera resucitado. Es importante destacar que el Apóstol Tomás fue llamado por el propio Dios para la misión de apóstol y no fue obligado a seguir a Cristo, sino que confiado lo siguió. Dios conoce el corazón de los hombres, en cambio un mismo humano puede desconocer en ciertas ocaciones lo que sucede en su propio corazón y confundirse. Tal vez esa incredulidad haya sido necesaria para enseñar a la humanidad, en la voz de Dios, de Cristo, qué es la fe y más implícitamente que la fe es compartida en comunidad, en comunión, y no en cualquier comunión, sino en comunión con el propio Señor..., ¿acaso no es esta la fe que comparte la Iglesia que constituyó Jesús cuando desde que llamó a los doce?...
La duda de Tomás puede ser, o no, un reflejo del cristiano en momentos difíciles de la vida, que por cierto es como una constante llamada a la lealtad en la que se halla el germen de la felicidad; la constancia nos salvará!. Lo que es seguro, es que esa duda de Tomás es un auténtico acto humano espontaneo frente a las adversidades, el Evangelio es claro el hecho ocurrió en la lejana Israel en un contexto histórico, en un contexto puntual que vivieron los que estaban cerca de Jesús: los de él lloraban en luto y habían sido rechazados ya desde antes por muchos; lo más grave, por los sumos sacerdotes judíos y algunos maestros de la ley mosaica. El encuentro de Tomás con Cristo, 8 días despues de la Resurrección lo hace exclamar ¡Señor mío y dios mío! Que es su acto de fe..., fe que llevará hasta el martirio en las lejanas tierras de la India.
Para nosotros, cristianos de un mundo en constante cambio, para nosotros exactamente en este tiempo nos servirá reflexionar el encuentro con el Señor. Muchas veces en la lucha cotidiana nos quejamos, nos sentimos olvidados, abandonados por Dios de un modo marcado cuando suceden cosas que verdaderamente nos aflijen. Y es que estamos en peores condiciones del Apóstol “incrédulo” (como les gusta llamarlo a algunos); lo digo por el hecho de que muchas veces nos quejamos sin siquiera haberlo seguido, sin siquiera haberlo acompañado...¿a quién?, ¡a Dios!, a Jesús que verdaderamente resucitó y verdaderamente está con nosotros velando por nuestra vida, la vida verdadera, la que da la fe!. ¿A quién no acompañamos, a quién no dimos de comer, o de beber o?... A Cristo, que nos dejó su propio cuerpo en la Eucaristía, que permanece en esos “sagrarios abandonados” como decía un beato..., claro, Tomás es el incrédulo, pero cuán más incrédulos nosotros, cuando sin seguirlo, y sin escucharlo, y sin conocerlo (por decisión conciente de no querer saber sobre Él) juzgamos el mundo e incluso al propio Dios cuando caemos en los pozos que para nosotros han cavado..., sí, ese enemigo firme y maléfico cava pozos y nos prefiere ignorantes: desconocedores de Dios, desconocedores de Cristo, desconocedores de lo que comparten los hermanos en la fe, me viene a la mente esa parte que dice hoy el evangelio “no estaba con los otros discípulos cuando se presentó Jesús resucitado”...Hermano nuestro, no estás con nosotros?, querido lector, no entendes estas cosas?...Ay! Si tuvieras al menos un granito de la fe que el Apóstol tuvo al volver a contemplar el rostro de Cristo. Te alcanzaría para moverte hacia el Señor, y buscarlo con todo el corazón, porque si n duda alguna Él te llama.
En otro tiempo fue necesario de signos visibles para que el hombre entendiera que Jesús es el Salvador, hoy tenemos desde Pentecostés al Espíritu Santo con nosotros, hemos sido confirmados en la fe y tenemos al sucesor de San Pedro, el Papa, ¡cuantos regalos!, ciertamente inmerecidos, ya que muchas veces damos la espalda a Dios con plena conciencia de lo que estamos haciendo. Pero Dios se nos da a sí mismo, eso es precisamente comulgar: recibir a Cristo, que es Dios, como pan bajado del cielo. Dios, que todo lo sabe quiso hacerse hombre y vivió en la tierra siendo hombre sin dear de ser Dios, sufrio y padeció como todo hombre... si al menos entendieramos esto podríamos ver la Misericordia de Jesús en las palabras que dijo a Tomás: “en adelante no seas incrédulo, sino hombre de fe”. Pero la realidad de cada día es esa que nos pesa, que nos hace estar en tinieblas ya sea por padecer cruces, ya sea por padecer nuestras propias sombras. De cualquier modo debemos acercarnos a él, y comprobaremos, sin haber visto, o al modo de Tomás, que Dios no nos abandona jamás, que cumple sus promesas, que está con nosotros y que está en su iglesia, que fundo desde los Apóstoles. Entonces, cuando pases por momentos oscuros vas a ser fuerte en Cristo, vas a rezar, vas a confiar, vas a tener fe. Y con la fe la victoria, que muchas veces creerás tuya, pero que, después de varias caídas, entenderas que no es merito tuyo sino amor del Señor que te protege siempre. Y no temas ser como un “ariel”, como un altar del sacrificio, porque es en las afrentas de la vida donde ofreces a Dios tu respuesta: la constancia, tu fe, tu amor.
A veces estarás paralizado, ciego, no entenderás estas cosas, a pesar de que un día fuiste un amigo de Jesús..., no temas, y nunca te juzgues, Jesús ya te juzgó con su amor, y no va a abandonarte nunca. Por momentos tendrás momentos como el que Tomás tuvo, creerás que él no está vivo, creerás que Dios es un cuento, un mito, pero entonces siempre habrá algún viento tibio que tome tu corazón y te señale en tu propia vida el camino hacia Dios: Tomás no estaba con los Apóstoles cuando Cristo los visitó resucitado..., y vos?, vas a esperar 8 días para encontrarte con Dios?...La Iglesia no es un conjunto de bonitas piedras que forman un templo y nada más, todos nosotros los cristianos somos esa Iglesia, y Cristo, y los Apóstoles, y... Tomás. Así que no te sientas excluido, Dios te llama a tu casa, a tu hogar, somos cristianos, una familia de Dios.

Dichoso el que está absuelto de su culpa, a quien le han sepultado su pecado (Salmo 31). Felices los que creen sin haber visto (Evangelio según San Juan capítulo 20, versículo 29). Salten de júbilo, aunque de momento tengan que sufrir un poco en diversas pruebas... (primera carta de San Pedro Apóstol, capítulo 1, versículos 6 al 9). Amén