camino de conversión: el desierto. En él se transita con el espíritu penitente y la razón siempre despierta, con la oración candente y el corazón alerta (que no nos engañen los falsos amores, lo que busca nuestro ser no está en este mundo, ni aún en las imagenes de la mente, ni en los deseos más elevados del espíritu). Hoy el camino es imagen de Dios, de Aquel que nos acompaña, y el silencio y la soledad son fuente de sabiduría, de purificación, de vida.