domingo, 10 de junio de 2012

Solemnidad de Corpus Christi

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según San Marcos


El primer día de la fiesta de los panes Ácimos, cuando se inmolaba la víctima pascual, los discípulos dijeron a Jesús: "¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la comida pascual?"
Él envió a dos de sus discípulos, diciéndoles: "Vayan a la ciudad; allí se encontrarán con un hombre que lleva un cántaro de agua. Síganlo, y díganle al dueño de la casa donde entre: El Maestro dice: '¿Dónde está mi sala, en la que voy a comer el cordero pascual con mis discípulos?'. Él les mostrará en el piso alto una pieza grande, arreglada con almohadones y ya dispuesta; prepárennos allí lo necesario."
Los discípulos partieron y, al llegar a la ciudad, encontraron todo como Jesús les había dicho y prepararon la Pascua.
Mientras comían, Jesús tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: "Tomen, esto es mi Cuerpo."
Después tomó una copa, dio gracias y se la entregó, y todos bebieron de ella. Y les dijo: "Esta es mi Sangre, la Sangre de la Alianza, que se derrama por muchos. Les aseguro que no beberé más del fruto de la vid hasta el día en que beba el vino nuevo en el Reino de Dios."
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El cuerpo de Cristo y la Sangre de Cristo, alimento que da la Vida eterna. Jesús instituyó la Eucaristía un Jueves Santo (el primero), y hoy celebramos con solemnidad y en acción de gracias este don tan magnífico, este Sacramento que da Vida a los hombres redimidos por el Señor. En Semana Santa recordamos la Última Cena de Jesús con sus Apóstoles de una manera conmovedora y con tristeza por saber que está cerca la Pasión. Pero sabemos que sin la muerte del Salvador hoy no podríamos estar en amistad con Dios para poder llegar, con fe, esperanza y caridad, a estar con Él en el cielo si obramos según lo que manda Jesucristo. En esa mesa en que Cristo nos deja su Cuerpo y su Sangre para hacer lo mismo que Él en ese momento a través de los tiempos y hasta su segunda venida, allí estaba también el traidor, Judas Iscariote. De una manera simbólica Judas Iscariote (y no el otro Judas, Apóstol del Señor que también se llama así) podría verse en cada católico que, habiendo recibido la fe, reniega de ella o se aparta de la Iglesia condenando a sus propios hermanos sin ninguna razón y atentando contra la inocencia de los hijos de Dios, los cristianos. Estamos llamados a vivir en la fe, estamos llamados a ser partícipes del Banquete Celestial, de la Misa, que será perfecta e íntegra cuando estemos para siempre frente al Trono del Altísimo. Debemos reflexionar sobre esto y señalar que no sólo el que vive alejado de la fe debe convertirse, sino también nosotros, cuando omitimos la fe o no corregimos a nuestros hermanos con amor pero siempre siendo testigos de la Verdad. Vivamos la fe en Iglesia, compartamos la casa del Señor con nuestros hermanos, la comunión de los santos. La Iglesia es Una, Santa, Católica y Apostólica, no hay ni habrá otra distinta, la verdad es una sola y el Pastor es uno solo. Hoy celebramos este Pan bajado del cielo y hecho un bebé en el vientre de una Virgen, en  Belén. Jesús nos llama a la comunión, no nos neguemos al amor de quien, siendo Dios, tomó la condición de esclavo pasando por uno de tantos y se sometió incluso a la muerte, y una muerte de Cruz. Él sufrió por nosotros, no para culparnos, sino para redimirnos, porque verdaderamente nos ama, y santificó a la humanidad queriendo tener un cuerpo humano para la obra salvadora. Por eso debemos ser valientes al defender la Verdad, ya que Él es la Verdad; debemos profesar nuestra fe en la oración y en los hechos de todos los días. El alimento del cristiano es el Cuerpo de Cristo, no otro, y por eso debemos volver a asistir todos los domingos a la Misa, para tener alimento con el cual trabajar entre los hombres evangelizando con obras y en los hechos cotidianos, dando ejemplo verdadero de una vida formada como Dios quiere. Avergonzarse de la fe es avergonzarse del Señor, es no ser hijo de Dios, es escupir sobre el rostro de Cristo como aquellos soldados romanos, es pisotear la Iglesia que el Señor construyó. Avergonzarse de vivir la verdadera fe es insultar a los Apóstoles, es volver a torturar a los mártires, es ser pagano, como los que se escandalizaban o creían loco a quien nos redimió muriendo en una Cruz. En la Solemnidad del Santísimo Cuerpo y la Sangre de Nuestro Señor Jesucristo, recibamos el Sacramento de la Confesión y comulguemos el Pan de los Ángeles con amor, alegría y proposición firme y sincera de cambio para bien, conversión del corazón para vivir una vida tendiente siempre a la santidad y obediencia a la Santa Madre Iglesia. Amén

PARA CONCLUIR ESCUCHEMOS EL "PANIS ANGELICUS", ÚLTIMAS ESTROFAS DEL HIMNO "SACRIS SOLEMNIS" COMPUESTO POR SANTO TOMÁS DE AQUINO A PEDIDO DEL PAPA URBANO IV