lunes, 20 de agosto de 2012

San Bernardo de Claraval, Abad cisterciense y Doctor de la Iglesia

Nacido en el castillo de Fontaine, Borgoña, Francia, hacia el año 1090, San Bernardo es, cronológicamente, el último Padre de la Iglesia pero uno de los que más impacto ha tenido. Fue el tercer hijo de su familia.
Ingresó a la Orden del Císter (fundada por San Roberto de Molesmes en 1098) el año 1113, cuando era San Esteban Harding tercer Abad de Cîteaux. Aunque su familia se opuso a la vocación religiosa, él finalmente terminó llevando consigo a cuatro de sus hermanos, a su tío y a otros tantos compañeros. fue dotado por Dios de un poder de atracción descomunal para llevar almas piadosas a la vida religiosa: durante su vida fundó más de 150 conventos para monjes e hizo llegar a gran santidad a muchos de sus discípulos. Ya a su muerte los conventos eran al rededor de 340 contando el de Claraval (Clairvaux, de "claire vallée", claro valle, cmo lo llamó San Benardo) Fue llamado otrora "Doctor Mellifluus" (doctor boca de miel) por su predicación fogosa y llena de caridad santa. Su amor a la Santísima Virgen María lo llevó a escribir sus homilías "De laudibus Mariæ" y también es autor de la última parte de la oración "Salve Regina": "O clemens, o pia, o dulcis Virgo Maria". Dedicó al Papa Eugenio III (quien fuera monje cisterciense) su tratado "De consideratione" que reza, entre otros párrafos "Malditas serán dichas ocupaciones, si no dejan dedicar el debido tiempo a la oración y a la meditación", aconsejándolo para que haga espacio a la oración entre sus tareas como Sumo Pontífice. Su obra es extensa y dedicó muchos de sus escritos a la reforma cisterciense y en defensa de la causa de esta Orden religiosa naciente. Se opuso al cisma de su época que proclamó antipapa a Anacleto II tras la muerte del Romano Pontífice Honorio II. Apoyó al Papa legítimo, Inocencio II y predicó la paz y la defensa de la Iglesia contra la intromisión de la alta nobleza de su tiempo. Contaba treinta años de edad pero era respetado por todos, incluso por los demás abades de otras órdenes y por Pedro, el venerable, Abad de Cluny pese a las diferencias de concepción del monacato y la vida propia de los monjes y su seguimiento de la Regla de San Benito de Nursia. Escribió también la vida de San Malaquías, quien murió en sus brazos camino a Roma. Se opuso a las ideas erradas de Gilberto de la Porré y sobre todo a la heterodoxia de Abelardo, pues los errores de este último se agrabaron con un "tratado de la Santísima Trinidad" que fue condenado en 1121. Abelardo exaltaba la razón humana y el racionalismo confrontando la razón con la fe, y cuando en 1139 (año del Concilio de Letrán II, el décimo Concilio ecuménico) San Bernardo es informado por su amigo y primer biógrafo, Guillermo de Saint-Thierry (monje benedictino), sobre los errores de Abelardo, entonces decide escribirle, a lo cual éste responde de muy mal grado y pide un debate público en el cual el Abad de Claraval refuta con claridad y verdad los errores que el mismo errado no pudo defender ante tan sabia iluminación doctrinal que expusiera el "Doctor Mellifluus" y luego es jubilado y condenado por dictámen del Concilio. Abelardo se retira a Cluny, bajo la autoridad de Pedro el venerable y fallece dos años después. En 1147 tuvo lugar el exámen de los errores de Gilberto de la Porré, obispo de Poitiers, quien defendía y afirmaba que la Naturaleza Divina no se ha encarnado, lo cual fue condenado en el Concilio de Reims el año siguiente. Pero la intercesión por la fe auténtica y el establecimiento del órden en órden a las enseñanzas de Cristo y de la Iglesia no fueron las únicas sendas que caminó el santo. Cuando los musulmanes tomaron la ciudad de Edesa, en Asia menor, y se dirigían a Jerusalén y Antioquía, el entonces Papa Eugenio III lo llamó a predicar la segunda cruzada, en la cual muchos reyes y príncipes se sumaron a la causa. El Emperador Conrado y su nieto, Federico Barbarroja recibieron la cruz de los peregrinos de las manos del mismo Abad de Claraval. Pero la cruzada fracasó por la impericia de los príncipes y la traición de  los nobles cristianos de Siria que impidieron la toma de Damasco. Este fracaso entristeció al santo y lo dispuso a escribirle al Sumo Pontífice una Apología que figura en la segunda parte del "Libro de Meditación". Falleció el 20 de agosto de 1153, con 63 años de edad, en Claraval. Fue canonizado por Alejandro III el 18 de enero de 1174. Fue proclamado Doctor de la Iglesia por Pío VIII.

A continuación, un fragmento del sermón 83 sobre el Libro Cantar de los Cantares. Lectura de la Memoria del santo que aparece en la actual Liturgia de las Horas.



AMO PORQUE AMO, AMO POR AMAR

El amor basta por sí solo, satisface por sí solo y por causa de sí. Su mérito y su premio se identifican con él mismo. El amor no requiere otro motivo fuera de él mismo, ni tampoco ningún provecho; su fruto consiste en su misma práctica. Amo porque amo, amo por amar. Gran cosa es el amor, con tal de que recurra a su principio y origen, con tal de que vuelva siempre a su fuente y sea una continua emanación de la misma. Entre todas las mociones, sentimientos y afectos del alma, el amor es lo único con que la creatura puede corresponder a su Creador, aunque en un grado muy inferior, lo único con que puede restituirle algo semejante a lo que él le da. En efecto, cuando Dios ama, lo único que quiere es ser amado: si él ama, es para que nosotros lo amemos a él, sabiendo que el amor mismo hace felices a los que se aman entre sí.
El amor del Esposo, mejor dicho, el Esposo que es amor, sólo quiere a cambio amor y fidelidad. No se resista, pues, la amada en corresponder a su amor. ¿Puede la esposa dejar de amar, tratándose además de la esposa del Amor en persona? ¿Puede no ser amado el que es el Amor por esencia? 
Con razón renuncia a cualquier otro afecto y se entrega de un modo total y exclusivo al amor el alma consciente de que la manera de responder al amor es amar ella a su vez. Porque, aunque se vuelque toda ella en el amor, ¿qué es ello en comparación con el manantial perenne de este amor? No manan con la misma abundancia el que ama y el que es el Amor por esencia, el alma y el Verbo, la esposa y el Esposo, el Creador y la creatura; hay la misma disparidad entre ellos que entre el sediento y la fuente.
Según esto, ¿no tendrá ningún valor ni eficacia el deseo nupcial, el anhelo del que suspira, el ardor del que ama, la seguridad del que confía, por el hecho de que no puede correr a la par con un gigante, de que no puede competir en dulzura con la miel, en mansedumbre con el cordero, en blancura con el lirio, en claridad con el sol, en amor con aquel que es el amor mismo? De ninguna manera. Porque, aunque la creatura, por ser inferior, ama menos, con todo, si ama con todo su ser, nada falta a su amor, porque pone en juego toda su facultad de amar. Por ello, este amor total equivale a las bodas místicas, porque es imposible que el que así ama sea poco amado, y en esta doble correspondencia de amor consiste el auténtico y perfecto matrimonio. Siempre en el caso de que se tenga por cierto que el Verbo es el primero en amar al alma, y que la ama con mayor intensidad.

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