jueves, 8 de agosto de 2019

Santo Domingo de Guzmán



+Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según San Lucas
                                                                        Lc. 9, 57-62

Mientras Jesús y sus discípulos iban caminando, alguien le dijo a Jesús: "¡Te seguiré adonde vayas!". Jesús le respondió: "Los zorros tienen sus cuevas y las aves del cielo sus nidos, pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza". Y dijo a otro: "Sígueme". El respondió: "Permíteme que vaya primero a enterrar a mi padre". Pero Jesús le respondió: "Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú ve a anunciar el Reino de Dios". Otro le dijo: "Te seguiré, Señor, pero permíteme antes despedirme de los míos". Jesús le respondió: "El que ha puesto la mano en el arado y mira hacia atrás, no sirve para el Reino de Dios".
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Hoy celebramos la memoria de un santo español nacido el siglo XII y que fue luz para la Iglesia en su tiempo y aún la sigue iluminando con su obra, la Orden de Predicadores. Santo Domingo de Guzmán, de noble linaje, fue un niño de piedad cristiana muy notable y de costumbres humildes y santas como lo notaban sus mismas nanas y según consta en las actas de canonización. Nació en Caleruega, región de Burgos, y desde joven fue educado por su tío que era sacerdote del clero diocesano (titular de un arciprestazgo en Palencia); cursados los estudios en humanidades y teología formará parte de la curia en la catedral de Osma como canónigo regular, tonsura mediante, como lo acostumbraban en aquella época. Seguidor del Maestro en las mismas palabras del Evangelio que tomamos hoy de las lecturas facultativas litúrgicas, viajará por "casualidad", en circunstancias de acompañante del obispo Diego de Osma para tramitar el sagrado matrimonio del príncipe Fernando de España y una princesa danesa. Por estos viajes descubre el joven Domingo, cerca de 1200, que Francia se hallaba castigada por la herejía cátara, a tal punto que habían abandonado la fe para sustituirla por un gnosticismo altamente sincrético y por un maniqueísmo manifiesto y pragmático. Domingo no tendrá "dónde reclinar la cabeza", ya que viajará no solo a Francia sino también a Italia y fundará conventos y enviará discípulos para estudiar y ayudar a los bautizados en el camino de la fe. Aún cuando era un niño solía dormir en el suelo a pesar de contar con cama y comodidades, esta anécdota ha llegado hasta nosotros gracias a los textos en las actas de los procesos de Tolosa/Bolonia.
Para seguir a Dios es necesaria la fe y el desprendimiento absoluto del mundo en perfecta fusión con la caridad cristiana, que es la forma como se vive el Evangelio. Pero desprenderse del mundo no es rechazarlo, sino tener presente a Dios por encima de todo, para presentar todo al abrazo de Dios. El corazón del que sigue a Cristo se inunda de Cielo y es fuego en manos del Señor como un simiente teleológico: compartir la vida de los redimidos por Jesús, Hijo de Dios, de un modo pleno y maduro.
Estas cosas conocía en su espíritu Santo Domingo, que fue un gran predicador pero no nos dejó palabra, casi, que no fuera su "hablar con Dios, en la oración o de Dios" (L. de las Horas tomo IV p. 1274). Sus modos de rezar eran muchos, se clasifican en 9 según sus biógrafos: 1) inclinación reverente delante del Altar y ante la imagen de Cristo crucificado; 2) postración y acusación del pecado propio delante de alguna imagen del Señor; 3) mortificación; 4) genuflexiones al Señor, casi como si estuviera frente a Dios cara a cara; 5) de pie delante de Cristo, con las manos juntas o abiertas al modo de celebrar la Eucaristía; 6) Brazos extendido como en la Cruz del Señor; 7) Con las manos extandidas hacia el cielo y su rostro hacia el cielo, a modo de saeta; 8) lectio divina; 9) retiro.
Todas estas formas de las que hubo testigos presenciales en su época, sirvieron para su mayor provecho de los dones divinos y para instrucción tanto de los frailes como de los cristianos que lo oían predicar con fervor divino las cosas de Dios.
El santo hizo de su orden religiosa un verdadero instrumento para formar cristianos: los frailes vivían (y viven) sus vidas trabajando activamente en ayuda de la Iglesia y a la vez en la contemplación profunda que les enseñó su padre, influenciado ciertamente por la asidua lectura del Evangelio de Mateo, las Cartas Paulinas y las Colationes de Juan Casiano que Domingo gustaba meditar y llevar a la práctica. Fue un hombre de caridad sin par, de inteligencia profunda, de mirada evangélica y de tenaz carácter para llevar a Cristo a toda persona. Santo Domingo de Guzmán es, desde el siglo XII y hasta nuestros días, luz del fuego inextinguible del Espíritu Santo. Por él hoy rezamos así, para que nos ayude en nuestras vidas camino a Dios y en nuestra tarea evangelizadora:

Que seas para nosotros
verdadero dominico,
constante guardián
del rebaño del Señor