Madre mía, mi alma y espíritu te agradecen el sí a la Vida, hoy te miro nuevamente y sos el sol de mi cielo en medio de cualquier tormenta. Tu manto siempre me sostuvo; fuiste para mí como una madre silenciosa en los momentos difíciles, y hoy celebro tu nacimiento dando gracias a Dios, que nos enseña su amor en tu dulce persona y me recuerda que si el amor humano falta, su amor estará siempre conmigo y con cada cristiano y humano de buena voluntad. Virgen Madre, paciente y fiel, enseñame el camino de buen hijo, para que un día pueda gozar del Amor eterno para siempre y jamás volver a sufrir en este valle de lágrimas.