+ Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según San Mateo
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Hoy se celebra en muchos lugares del mundo a la Santísima Virgen María recordando su aparición en el monte Carmelo. Nuestra Señora del Carmen se apareció a San Simón Stock, superior de la Orden de los Hermanos de Santa María del Monte Carmelo el 16 de julio de 1251. Traía la Virgen el hábito que debían vestir los carmelitas y el escapulario, que es una vestimenta exterior sin mangas de un hábito de monje. La Virgen prometió liberar del purgatorio a todas las almas que hayan vestido el escapulario durante su vida, el sábado siguiente a la muerte de la persona y llevarlos al Cielo; lo cual aprueban los Sumos Pontífices.
Según la tradición, durante la celebración de Pentecostés, algunos fieles que investigaban la vida de los profetas Elías y Eliseo, en el Monte Carmelo, actual Israel, fueron convertidos al catolicismo tras la aparición de una nube en la que iba la imagen de María.
El Carmelo era sin duda, el monte donde numerosos profetas rindieron culto a Dios. Los principales fueron Elías (quien se encontró con Dios allí) y su discípulo Eliseo, pero existían también diferentes personas que se retiraban en las cuevas de la montaña para seguir una vida eremítica. Esta forma de oración, de penitencia y de austeridad fue continuada siglos más tarde, concretamente en el III y IV, por hombres cristianos que siguieron el modelo de Jesucristo y que de alguna forma tuvieron al mismo Elías como patrón situándose en el valle llamado Wadi-es-Siah.En el siglo XII, en el marco de las cruzadas que pretendían recuperar Tierra Santa, ocupada por musulmanes, los eremitas piden a Alberto, patriarca de Jerusalén, una regla, que fue otorgada por él en 1226 y aprobada por el Papa Honorio III. Su vida se caracterizaba porque desde la Santa Cruz hasta la Pascua hacían ayuno y abstinencia perpetua, hacían una sencilla vida comunitaria, tenían trabajo manual y también dedicaban un tiempo a la lectio divina.
en el siglo XIII muchos fueron expulsados de Israel por los musulmanes, y así la orden carmelita se expande por el mundo. En algunos lugares de occidente deseaban adaptar la orden a su realidad siguiendo el modelo de otras congregaciones religiosas como los franciscanos o los dominicos. De esta forma se pretendía que los carmelitas pudieran abrir conventos en las ciudades y realizar trabajos pastorales.
En 1247 el Papa Inocencio IV aprobó este cambio de estilo de vida, aunque se abstenían de comer carne y continuaban guardando silencio, llevando un estilo de pobreza y sobretodo, una gran devoción a la Virgen María. Este amor mariano les valió a los carmelitas el aprecio de todos los pueblos donde estaban instalados y el reconocimiento oficial de la Iglesia Católica en 1286 por el Papa Honorio IV.
En los años 1434-1435, la regla sufrió una serie de cambios que fueron aprobados por el Papa Eugenio IV y que no gustaron a ciertos sectores de la orden. Para ellos, la nueva regla suavizaba la observancia más antigua y forzó a que en el siglo XV, Juan Sorteh (1451-1471) empezara a movilizar un nuevo movimiento que llevaría en 1593 a la división de la orden en dos familias...
Los principales miembros de esta reforma en España fueron Santa Teresa de Jesús (1515-1582) y San Juan de la Cruz (1542-1591), dos de los más grandes ejemplos de la mística cristiana. Para constituir su regla, se apoyaron básicamente en la que ya fuera aprobada en 1247 sin incluir las posteriores atenuaciones de 1434-1435. A esta nueva congregación se la llamó Orden de los Carmelitas Descalzos, mientras que los anteriores, fueron conocidos por la Orden de los Carmelitas Calzados o de la Antigua Observancia.
En el Evangelio de hoy Jesucristo habla de cosas que parecerían no tener concordancia con su ser Dios, palabras como "No vine a traer la paz, sino la espada" suenan algo raro en el Señor, y no pocas veces nos impresiona y no lo entendemos. Pero la realidad no es literal, sino que debe entenderse que Jesús ante todo vino a llamar a la conversión y fe en Él, y para ello es necesario pensar en el primer mandamiento "amarás a Dios sobre todas las cosas"; nos habla de estar atentos a la llamada del Señor y no anteponer nada a Él... "el resto se les dará por añadidura". Así a veces hay cierto enfado por parte de nuestros más allegados o por parte de la sociedad cuando nos ven cerca de Dios y miembros de la Iglesia. Es que el mundo no comprende a los hijos de Dios, porque no comprende a su Hijo, Jesús. Ser Iglesia no es desentenderse del mundo, sino al contrario, ocuparse de mejorarlo y hacerlo más humano siguiendo el modelo de Cristo, es decir, evangelizando; ya que el Señor tomo voluntariamente nuestra humanidad y la elevó a los cielos justificándola y sanándola de sus iniquidades. El modelo de hombre es Dios, el modelo de hombre es Cristo!. Por ello este pasaje tiene ese aspecto terminante, porque insta a los hombres a dejar de lado las aspiraciones mundanas y a tener en alto lo que es importante, y todo por nuestro bien, ya que Dios nunca quiere algo malo para la humanidad, sino el bien máximo: que estemos con Él. No se trata de no amar a nuestros padres o a nuestros hijos, porque, de hecho, los amaremos mejor si los ponemos en las manos del Señor. se trata de amarlos amando ante todo a Dios, porque sólo así será perfecto nuestro amor y estaremos seguros de que cuando amamos a nuestros seres queridos, realmente los amammos con el mejor corazón, un corazón que responde al Amor que es Dios. Si no tenemos al Altísimo por sobre todo el error de un amor permisivo, egoísta, parcial, etc invade nuestra alma, y así pensaremos, por ejemplo, que nuestros hijos deben retribuirnos el amor de padres siguiendo tal o cual carrera o atendiendo a la vocación laica exclusivamente, cortándoles la vida en el caso que Dios los llame a la vida religiosa o al sacerdocio secular. Esto no es amar a nuestros hijos, porque una negativa tal se opone a los designios de Dios en principio y hiere el espíritu del joven que desde entonces se verá atormentado por una mor mezquino y esclavizante de un padre o una madre que se cierran a la felicidad natural de un hijo de Dios que es llamado e investido de gracia especial para ser ministro suyo. Y digo felicidad natural no porque con ello quiera designar naturaleza, ya que la llamada a la vocación religiosa es sobrenatural, nó, digo natural como puedo decir espontánea, libre, atenta. La llamada está, pero el hombre responde..., ¿responderemos al Señor diciendo "Nó, Señor, yo no puedo aceptarte si venis para traer la espada, no puedo recibirte si me decís que el hombre tendrá como enemigos a los de su propia casa"?..., La enemistad entre los hombres no es propia de la voluntad divina. Cristo profetiza lo que pasaría años más tarde, los hombres se matan entre ellos y los padres a sus hijos, y los hijos a sus padres, porque no tienen fe en Dios y no reciben a Cristo en comunión. Él vinno a aabrir los ojos de los ciegos y a que estemos vigilantes nos llamó. Si las conversiones surgen de donde el hombre menos piensa, eso ciertamente es obra del Señor, pero muchos responden con un nó tan grande que son capaces de matar a sus hijos con tal de que no se conviertan y crean en el Hijo de Dios vivo. Pero a aquellos que se convierten y no evitan el seguimiento de un hermano a la llamada del Señor, aquellos que piadosamente dan un vaso de agua, una ayuda humana nacida de la misericordia, un hombro donde el que llora pose su mejilla, un abrigo entendido como caridad y apoyo a los que son llamados, ese no quedará sin recompenza, y esto lo dice Dios.
Muchas veces parece que el mundo nos detesta, que somos cristianos y estamos despreciados, pero nuestra alegría es Dios, que nos ama. Perseguidos muchos monjes del monte Carmelo en los tiempos de las cruzadas, por los que no temen al Señor, perseguidos los cristianos en diferentes tierras y tiempos..., perseguidos Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz por no ser entendidos (ellos habrán rezado entre lágrimas las palabras del Señor "el hombre tendrá como enemigos a los de su propia casa"). Pero aún así Dios nunca avandona a sus hijos, y la Santísima Virgen que hoy celebramos con la advocación Nuestra Señora del Carmen, nos protege y guarda mientras Jesús nos dice al corazón "el que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí".