jueves, 12 de abril de 2012
Es Pascua en la Iglesia Santa
Estamos en la octava de Pascua del año de Dios 2012. Este tiempo es como si nos hubiéramos detenido en el tiempo, como si aún estuviéramos en Domingo de Pascua de Resurrección. Y es que la magnitud de la celebración tan importante del cristianismo es tal que necesitamos ocho días como un día para festejar el Misterio mayor de fe de los hijos de Dios. somos hijos adoptivos de Dios por Cristo, que murió en una cruz martirizado ferozmente por el hombre y después de tres días Resucitó de entre los muertos y abrió las puertas del cielo "rompiendo las cadenas de la muerte", como reza el Te Deum. Esta octava de Pascua es un paso a una vida nueva, en honor a Aquel que nos redimió aún sin merecerlo, porque nos amó hasta el final, y nos ama eternamente. La conversión llama a la puerta, a la puerta de nuestros corazones en estos días. Son tiempos en que debemos "ampliar los espacios del corazón" y abrirnos al amor divino del que procede toda gracia. Contemplemos al Cordero sin mancha, a Cristo, Nuestro Señor, y hagamos de nuestro espíritu una alabanza sin final a él, que tanto nos ama. Meditemos un instante la Pasión, y el relato de la resurrección en los Evangelios, encontrémonos con la Palabra Eterna y encontremos en nosotros un reflejo de Dios, un niño amado, una criatura privilegiada por el Creador. Meditemos un instante, instante que en la meditación ignora el tiempo, porque para nuestro Dios una vida de alabanza es como una hora en la que contemplamos al que veremos cara a cara para siempre en las alturas celestes. Ese que es nuestro Hermano quiere estar siempre con nosotros, Ése que es nuestro Maestro nos enseña la felicidad en sus brazos extendidos que esperan del hombre una carrera de amor hacia Él, Ése que es nuestra Vida, quiere que vivamos compartiendo su mesa aunque seamos imperfectos, sucios, pecadores porque está dispuesto a perdonarnos setenta veces siete y nos llama a su Casa para compartir el Pan de los Ángeles con nosotros..., ¡Dios se ofrece a sí mismo!. Entonces en esta octava, ante tan gran Misterio, ante tan gran obra de Amor no podemos sino llenarnos de lágrimas y contemplar, encendido el corazón a Quien es el Redentor de la humanidad. Y como queremos, movidos por el Espíritu Santo comunicar a otros nuestra amistad con Él, llevar el Evangelio a todas partes, contemplemos y demos a conocer lo contemplado con un espíritu iluminado por la Luz y dispuestos a obrar lo que el Camino y la Verdad nos enseña. Feliz Pascua para todos los lectores y bendiciones abundantes.