+Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según San Lucas
Lc. 6, 12-13. 17. 20-26
Jesús se retiró a una montaña para orar, y pasó toda la noche en oración con Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos y eligió a doce de ellos, a los que dio el nombre de Apóstoles. Al bajar con estos se detuvo en una llanura. Estaban allí muchos de sus discípulos y una gran muchedumbre que había llegado de toda la Judea, de Jerusalén y de la región costera de Tiro y Sidón. Entonces Jesús, fijando la mirada en sus discípulos, dijo: “¡Felices ustedes, los pobres, porque el Reino de Dios les pertenece! ¡Felices ustedes, los que ahora tienen hambre, porque serán saciados! ¡Felices ustedes, los que ahora lloran, porque reirán! ¡Felices ustedes, cuando los hombres los odien, los excluyan, los insulten y proscriban el nombre de ustedes, considerándolos infames a causa del Hijo del hombre! ¡Alégrense y llénense de gozo en ese día, porque la recompensa de ustedes será grande en el cielo! ¡De la misma manera los padres de ellos trataban a los profetas! Pero, ¡ay de ustedes los ricos, porque ya tienen su consuelo! ¡Ay de ustedes, los que ahora están satisfechos, porque tendrán hambre! ¡Ay de ustedes, los que ahora ríen, porque conocerán la aflicción y las lágrimas! ¡Ay de ustedes cuando todos los elogien! ¡De la misma manera los padres de ellos trataban a los falsos profetas!”.
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Alégrate por lo que has alcanzado, sin entristecerte por lo que te queda por alcanzar.
San Efrén
"Felices ustedes, los pobres [...] pero ¡ay de ustedes, los que ahora están satisfechos!". Cristo llama a los pobres "felices" no por las necesidades de los que padecemos el día a día, sino por la esperanza que tenemos en Él, porque Él no nos deja vacíos asi como están los que no tienen fe y aun no buscan a Dios. El Señor conoce nuestras necesidades y nuestras penas, y nada quedará fuera de su consideración, porque, desde el momento en que tomó cuerpo humano, unió para siempre nuestra humilde condición a su infinita misericordia y con su resurrección nos redimió para darnos parte en su casa, en su Reino inmortal que ya comenzó y exhorta a la humanidad a adherirse con voluntad libre.
Animados con estas bienaventuranzas que Jesús te dice y me dice, confiemos en su presencia fuerte y en su ayuda múltiple en cada momento de la vida. Pidamos la intercesión de la Santísima Virgen María y hagamos de este camino una escuela de perseverancia constante bajo las alas del Maestro.