jueves, 22 de marzo de 2012
Jueves IV de Cuaresma
† Lectura del santo Evangelio según san Juan (5, 31-47)
En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos: “Si yo diera testimonio de mí, mi testimonio no tendría valor; otro es el que da testimonio de mí y yo bien sé que ese testimonio que da de mí es válido. Ustedes enviaron mensajeros a Juan el Bautista y él dio testimonio de la verdad. No es que yo quiera apoyarme en el testimonio de un hombre. Si digo esto, es para que ustedes se salven. Juan era la lámpara que ardía y brillaba, y ustedes quisieron alegrarse un instante con su luz. Pero yo tengo un testimonio mejor que el de Juan: las obras que el Padre me ha concedido realizar y que son las que yo hago, dan testimonio de mí y me acreditan como enviado del Padre. El Padre, que me envió, ha dado testimonio de mí. Ustedes nunca han escuchado su voz ni han visto su rostro, y su palabra no habita en ustedes, porque no le creen al que él ha enviado. Ustedes estudian las Escrituras pensando encontrar en ellas vida eterna; pues bien, ellas son las que dan testimonio de mí. ¡Y ustedes no quieren venir a mí para tener vida! Yo no busco la gloria que viene de los hombres; es que los conozco y sé que el amor de Dios no está en ellos. Yo he venido en nombre de mi Padre y ustedes no me han recibido. Si otro viniera en nombre propio, a ése sí lo recibirían. ¿Cómo va a ser posible que crean ustedes, que aspiran a recibir gloria los unos de los otros y no buscan la gloria que sólo viene de Dios? No piensen que yo los voy a acusar ante el Padre; ya hay alguien que los acusa: Moisés, en quien ustedes tienen su esperanza. Si creyeran en Moisés, me creerían a mí, porque él escribió acerca de mí. Pero, si no dan fe a sus escritos,¿cómo darán fe a mis palabras?”
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"Ellas son las que dan testimonio de mí"..., ¿Cómo negar la presencia de Dios entre nosotros si el mismo Padre lo llamá su Hijo cuando fue bautizado por Juan en el Jordán, y cuando estando en el monte Tabor manifestó la Gloria de Dios transfigurándose frente a los Apóstoles Pedro, Juan y Santiago?. Ya han pasado dos milenios y aún encontramos a los que lo niegan, los que no creen el en él, los que no obran su volutad. Hoy vivimos en un mundo marginado de Dios, y aunque siempre lo hubo, esta vez se cobra vidas de los indefensos, los niños por nacer, como la vida de aquellos santos inocentes...; esta vez engendra el pecado en sus leyes escritas inventando compañías y llamándolas matrimonio por la fuerza de la página jurídica que se rebela a la Justicia divina; esta vez, hoy, más que nunca sufrimos las anomalías más terribles y cerramos los oídos al Creador. Escuchamos decir mentiras, como que la moral es variable como la moda, escuchamos decir blasfemias, como que Dios no puede evitar que uno viva bien, escuchamos ruidos de los que vienen a ser como aquellos antiguos israelitas que después de cuarenta días se olvidaron de Dios y creyeron muerto a Moisés. Pero nosotros que sabemos cuántas gradas tiene este peregrino andar hacia el Eterno Dios, debemos enseñar la ley perfecta, para que entienda el mundo que ni una sola roca escapa del poder de Dios. Aún esas rocas hablan de la Gloria del Señor cuando se dicen muertas eternamente y señalan al Rey de la Vida!, porque si la Vida no existe, entonces la Muerte eterna será la suerte de los que así creen. Pero quiso Dios mandar a su Hijo, sabiendo del obstinado corazón de piedra del hombre, y dijo "escúchenlo", y lo oímos nacer en Belén, y lo escuchamos hablar a los apóstoles, y lo sentimos también hoy en los oídos del corazón cuando su Nombre es aclamado en la Iglesia, en la Eucaristía, en todo el mundo y hasta en las más recónditas ermitas. ¿Es que no basta la Palabra eterna para oír a Dios?, hagamos su voluntad..., ¿Es que no basta el Camino para entender por dónde debemos pisar?, volvamos a su amor infinito!; si la Verdad y la Vida están con nosotros, qué signo buscamos más allá de nuestra ínfima capacidad intelectual?, reconozcámoslo, demos testimonio de Cristo y Él será nuestro abogado ante el Padre. Una Cuaresma de penitencia, de ayuno, de oración y caridad, en la voluntad confiada en el amor divino, llena del espíritu santo y por amor al Señor, será nuestra preparación siempre justa para la Pascua de Resurrección. La promesa se cumple cada año, y cada humano sigue su camino hasta el gran paso. algunos han perecido en el vientre de sus madres, otros han sido víctimas de ellas. Nosotros reconocemos el Amor y el Poder de Dios, nuestras oraciones ya son escuchadas, y las hachas están puestas a los pies de los malos árboles. Sigamos siendo testigos de la Luz, como fue Juan, el último Profeta; sigamos llevando a Cristo sin cansancio hasta donde quiera Dios, sigamos el camino del Vía Crucis en nuestras vidas sabiendo que la Cruz vence y renace por obra del Altísimo. "Alégrense y regocíjense, porque su recompensa será grande en los Cielos". Y si es que estos tiempos nos buscan como los antiguos perseguidores no temamos el martirio: que se levanten catedrales de la sangre derramada de los Santos Mártires para que enseñen a las generaciones el Nombre de Dios con el corazón siempre encendido y abrazado en el amor de Cristo.
lunes, 19 de marzo de 2012
En la Solemnidad de San José, Protector de la Iglesia
En la Solemnidad de San José, esposo de María, meditemos con la segunda lectura del Oficio de lectura de hoy.
San José, ruega por nosotros.
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FIEL CUIDADOR Y GUARDIÁN
Es norma general de todas las gracias especiales comunicadas a cualquier creatura racional que, cuando la gracia divina elige a alguien para algún oficio especial o algún estado muy elevado, otorga todos los carismas que son necesarios a aquella persona así elegida, y que la adornan con profusión.
Ello se realizó de un modo eminente en la persona de san José, que hizo las veces de padre de nuestro Señor Jesucristo y que fue verdadero esposo de la Reina del mundo y Señora de los ángeles, que fue elegido por el Padre eterno como fiel cuidador y guardián de sus más preciados tesoros, a saber, de su Hijo y de su esposa; cargo que él cumplió con absoluta fidelidad. Por esto el Señor le dice: Bien, siervo bueno y fiel, pasa al banquete de tu Señor.
Si miramos la relación que tiene José con toda la Iglesia, ¿no es éste el hombre especialmente elegido, por el cual y bajo el cual Cristo fue introducido en el mundo de un modo regular y honesto? Por tanto, si toda la Iglesia está en deuda con la Virgen Madre, ya que por medio de ella recibió a Cristo, de modo semejante le debe a san José, después de ella, una especial gratitud y reverencia.
Él, en efecto, cierra el antiguo Testamento, ya que en él la dignidad patriarcal y profética alcanza el fruto prometido. Además, él es el único que poseyó corporalmente lo que la condescendencia divina había prometido a los patriarcas y a los profetas.
Hemos de suponer, sin duda alguna, que aquella misma familiaridad, respeto y altísima dignidad que Cristo tributó a José mientras vivía aquí en la tierra, como un hijo con su padre, no se la ha negado en el cielo; al contrario, la ha colmado y consumado.
Por esto, no sin razón añade el Señor: Pasa al banquete de tu Señor. Pues, aunque el gozo festivo de la felicidad eterna entra en el corazón del hombre, el Señor prefirió decirle: Pasa al banquete, para insinuar de un modo misterioso que este gozo festivo no sólo se halla dentro de él, sino que lo rodea y absorbe por todas partes, y que está sumergido en él como en un abismo infinito.
Acuérdate, pues, de nosotros, bienaventurado José, e intercede con tus oraciones ante tu Hijo; haz también que sea propicia a nosotros la santísima Virgen, tu esposa, que es madre de aquel que con el Padre y el Espíritu Santo vive y reina por siglos infinitos. Amén.
jueves, 15 de marzo de 2012
La oración...
Acá les dejo la segunda lectura del Oficio de lectura para hoy, es bueno reflexionar con ella para preparar el espíritu que camina la cuaresma para celebrr pronto la Pascua del Señor. La lectura es del Tratado de Tertuliano sobre la oración.
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NUESTRA OFRENDA ESPIRITUAL
La oración es una ofrenda espiritual que ha eliminado los antiguos sacrificios. ¿Qué me importa -dice- el número de vuestros sacrificios? Estoy harto de holocaustos de carneros, de grasa de becerros; la sangre de toros, corderos y chivos no me agrada. ¿Quién pide algo de vuestras manos? El Evangelio nos enseña qué es lo que pide el Señor: Llega la hora -dice- en que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad. Porque Dios es espíritu y, por esto, tales son los adoradores que busca. Nosotros somos los verdaderos adoradores y verdaderos sacerdotes, ya que, orando en espíritu, ofrecemos el sacrificio espiritual de la oración, la ofrenda adecuada y agradable a Dios, la que él pedía, la que él preveía. Esta ofrenda, ofrecida de corazón, alimentada con la fe, cuidada con la verdad, íntegra por la inocencia, limpia por la castidad, coronada con el amor, es la que debemos llevar al altar de Dios, con el acompañamiento solemne de las buenas obras, en medio de salmos e himnos, seguros de que con ella alcanzaremos de Dios cualquier cosa que le pidamos. ¿Qué podrá negar Dios, en efecto, a una oración que procede del espíritu y de la verdad, si es él quien la exige? Hemos leído, oído y creído los argumentos que demuestran su gran eficacia. En tiempos pasados, la oración liberaba del fuego, de las bestias, de la falta de alimento, y sin embargo no había recibido aún de Cristo su forma propia. ¡Cuánta más eficacia no tendrá, pues, la oración cristiana! Ciertamente, no hace venir el rocío angélico en medio del fuego, ni cierra la boca de los leones, ni transporta a los hambrientos la comida de los segadores (como en aquellos casos del antiguo Testamento); no impide milagrosamente el sufrimiento, sino que, sin evitarles el dolor a los que sufren, los fortalece con la resignación, con su fuerza les aumenta la gracia para que vean, con los ojos de la fe, el premio reservado a los que sufren por el nombre de Dios. En el pasado, la oración hacía venir calamidades, aniquilaba los ejércitos enemigos, impedía la lluvia necesaria. Ahora, por el contrario, la oración del justo aparta la ira de Dios, vela en favor de los enemigos, suplica por los perseguidores. ¿Qué tiene de extraño que haga caer el agua del cielo, si pudo impetrar que de allí bajara fuego? La oración es lo único que tiene poder sobre Dios; pero Cristo no quiso que sirviera para operar mal alguno, sino que toda la eficacia que él le ha dado ha de servir para el bien. Por esto, su finalidad es servir de sufragio a las almas de los difuntos, robustecer a los débiles, curar a los enfermos, liberar a los posesos, abrir las puertas de las cárceles, deshacer las ataduras de los inocentes. La oración sirve también para perdonar los pecados, para apartar las tentaciones, para hacer que cesen las persecuciones, para consolar a los abatidos, para deleitar a los magnánimos, para guiar a los peregrinos, para mitigar las tempestades, para impedir su actuación a los ladrones, para alimentar a los pobres, para llevar por buen camino a los ricos, para levantar a los caídos, para sostener a los que van a caer, para hacer que resistan los que están en pie. Oran los mismos ángeles, ora toda la creación, oran los animales domésticos y los salvajes, y doblan las rodillas y, cuando salen de sus establos o guaridas, levantan la vista hacia el cielo y con la boca, a su manera, hacen vibrar el aire. También las aves, cuando despiertan, alzan el vuelo hacia el cielo y extienden las alas, en lugar de las manos, en forma de cruz y dicen algo que asemeja una oración. ¿Qué más podemos añadir acerca de la oración? El mismo Señor en persona oró; a él sea el honor y el poder por los siglos de los siglos.
Para rezar la Liturgia de las Horas...
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NUESTRA OFRENDA ESPIRITUAL
La oración es una ofrenda espiritual que ha eliminado los antiguos sacrificios. ¿Qué me importa -dice- el número de vuestros sacrificios? Estoy harto de holocaustos de carneros, de grasa de becerros; la sangre de toros, corderos y chivos no me agrada. ¿Quién pide algo de vuestras manos? El Evangelio nos enseña qué es lo que pide el Señor: Llega la hora -dice- en que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad. Porque Dios es espíritu y, por esto, tales son los adoradores que busca. Nosotros somos los verdaderos adoradores y verdaderos sacerdotes, ya que, orando en espíritu, ofrecemos el sacrificio espiritual de la oración, la ofrenda adecuada y agradable a Dios, la que él pedía, la que él preveía. Esta ofrenda, ofrecida de corazón, alimentada con la fe, cuidada con la verdad, íntegra por la inocencia, limpia por la castidad, coronada con el amor, es la que debemos llevar al altar de Dios, con el acompañamiento solemne de las buenas obras, en medio de salmos e himnos, seguros de que con ella alcanzaremos de Dios cualquier cosa que le pidamos. ¿Qué podrá negar Dios, en efecto, a una oración que procede del espíritu y de la verdad, si es él quien la exige? Hemos leído, oído y creído los argumentos que demuestran su gran eficacia. En tiempos pasados, la oración liberaba del fuego, de las bestias, de la falta de alimento, y sin embargo no había recibido aún de Cristo su forma propia. ¡Cuánta más eficacia no tendrá, pues, la oración cristiana! Ciertamente, no hace venir el rocío angélico en medio del fuego, ni cierra la boca de los leones, ni transporta a los hambrientos la comida de los segadores (como en aquellos casos del antiguo Testamento); no impide milagrosamente el sufrimiento, sino que, sin evitarles el dolor a los que sufren, los fortalece con la resignación, con su fuerza les aumenta la gracia para que vean, con los ojos de la fe, el premio reservado a los que sufren por el nombre de Dios. En el pasado, la oración hacía venir calamidades, aniquilaba los ejércitos enemigos, impedía la lluvia necesaria. Ahora, por el contrario, la oración del justo aparta la ira de Dios, vela en favor de los enemigos, suplica por los perseguidores. ¿Qué tiene de extraño que haga caer el agua del cielo, si pudo impetrar que de allí bajara fuego? La oración es lo único que tiene poder sobre Dios; pero Cristo no quiso que sirviera para operar mal alguno, sino que toda la eficacia que él le ha dado ha de servir para el bien. Por esto, su finalidad es servir de sufragio a las almas de los difuntos, robustecer a los débiles, curar a los enfermos, liberar a los posesos, abrir las puertas de las cárceles, deshacer las ataduras de los inocentes. La oración sirve también para perdonar los pecados, para apartar las tentaciones, para hacer que cesen las persecuciones, para consolar a los abatidos, para deleitar a los magnánimos, para guiar a los peregrinos, para mitigar las tempestades, para impedir su actuación a los ladrones, para alimentar a los pobres, para llevar por buen camino a los ricos, para levantar a los caídos, para sostener a los que van a caer, para hacer que resistan los que están en pie. Oran los mismos ángeles, ora toda la creación, oran los animales domésticos y los salvajes, y doblan las rodillas y, cuando salen de sus establos o guaridas, levantan la vista hacia el cielo y con la boca, a su manera, hacen vibrar el aire. También las aves, cuando despiertan, alzan el vuelo hacia el cielo y extienden las alas, en lugar de las manos, en forma de cruz y dicen algo que asemeja una oración. ¿Qué más podemos añadir acerca de la oración? El mismo Señor en persona oró; a él sea el honor y el poder por los siglos de los siglos.
Para rezar la Liturgia de las Horas...
viernes, 9 de marzo de 2012
Santo Domingo
"Que seas para nosotros verdadero dominico, constante guardián del rebaño del Señor"
Beato Jordán de Sajonia
Beato Jordán de Sajonia
Se aproxima la Pascua
Esta cuaresma es un buen comienza para volver a la amistad con Dios, por eso te invito a que cargues con tus culpas y te deshagas de ellas acercándote a la Iglesia para recibir el Sacramento de la Reconciliación. Confesamos nuestros pecados ante Dios, que quiso que nuestros hermanos sacerdotes administren su perdón. Tené en cuenta que sólo en el confesionario Dios borra tus culpas, y reflexioná: si te avergonzás de confesarte frente al sacerdote..., cuánto más vergüenza sentirías si Cristo en Persona estuviera delante tuyo oyendo tus pecados. Bueno, Dios pensó esto antes de que nacieras, y por eso quiso que por medio de hombres consagrados totalmente a Él reibieras su perdón. Sabé que Dios conoce todas tus obras, y que el sacerdote teescucha en tanto Dios, y nó en tanto hombre, porque al dar un Sacramento lo hace "In Persona Christi Capitis", es decir, en la persona de Cristo. No temas, porque lo que en el confesionario se dice queda en perpetuo secreto, es secreto de confesión y a ningún sacerdote se le ocurriría revelar el secreto, porque la pena por ello, según el C.I.C. es la excomunión latæ sententiæ, es decir, no puede comulgar a partir del mismo instante en que reveló el secreto de confesión.
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